Especial homenaje

De 'Historias para no dormir' al 'Un, dos, tres', el legado único que deja Chicho Ibáñez en TV

Historias para no dormir / Un, dos, tres

Laura García Higueras

Rodrigo Cortés, Alejandro Amenábar, Álex de la Iglesia, Juan Carlos Fresnadillo, Paco Plaza y Nacho Vigalondo subieron al escenario en la última edición de los Premios Goya para entregar el cabezón de Honor a Narciso 'Chicho' Ibáñez Serrador.

“Por abrir el camino a toda una generación de cineastas españoles y por su excepcional contribución al cine de género”, destacaron, además de “su capacidad para renovar el audiovisual”. Con sus palabras resumieron el legado de una figura que tuvo una extensa carrera en televisión gracias a programas como Historias para no dormir, Un, dos tres... responda otra vez, Waku Waku o El semáforo.

Una herencia que han recogido, además de los directores citados, otros nombres como Juan Antonio Bayona, Jaume Balagueró, Enrique Urbizu o Mateo Gil. Junto a varios de ellos desarrolló en 2006 Películas para no dormir, una serie de seis episodios en la que Ibáñez Serrador dirigió La culpa.

Pero antes, su amplia trayectoria merece realizar un recorrido para entender por qué el recién fallecido pasa a la historia como uno de los creadores más importantes de nuestra industria cinematográfica y televisiva.

'Mañana puede ser verdad' (1964)

Natural de Montevideo, Uruguay, Ibáñez Serrador no llegó a España hasta 1963, cuando comenzó a trabajar en Televisión Española, adaptando clásicos de la literatura universal en programas como Estudio 3. Sin embargo, al detectar que los episodios más valorados por los espectadores eran aquellos que combinaban suspense, terror y ciencia ficción, decidió crear la serie Mañana puede ser verdad.

En él adaptaban relatos de maestros del género como Ray Bradbury, Heinlein, Mann Rubin, Agustín Cuzzani y Dalmiro Sáenz. Dos de sus entregas más célebres fueron Los Bulbos o N.N.23.

'Historias para no dormir' (1966 - 1982)

El primer gran éxito del director y guionista fue Historias para no dormir. Con ella abordó el género del terror, que por entonces era prácticamente desconocido en el cine y la televisión de nuestro país. Contó con un total de 29 episodios divididos en tres temporadas.

Una de las señas de la ficción fue que Ibáñez Serrador presentaba la mayoría de los episodios al estilo Alfred Hitchcock o Rod Serling. En ellos adaptaba relatos de terror de autores como Ray Bradbury o Edgar Allan Poe, así como guiones originales. El primero de ellos fue emitido el 4 de febrero de 1966 con el título El cumpleaños. Con el capítulo El asfalto, basado en un relato de Carlos Buiza, fue premiado en el Festival de Televisión de Montecarlo con la Ninfa de Oro al mejor guion en 1967, dando a TVE su primer galardón internacional.

'Un, dos tres... responda otra vez' (1972 - 2004)

El otro gran formato estrella del creador fue el programa Un, dos, tres... responda otra vez. Considerado como un clásico de la televisión en nuestro país, fusionó los conceptos que hoy día siguen sustentando este tipo de programas: las preguntas y respuestas, las eliminatorias y la habilidad psicológica. La última se concretaba en la “subasta”, donde se podían ganar premios como un coche o incluso el famoso “apartamento en Torrevieja, Alicante”, o irse a casa con la calabaza Ruperta.

El formato permaneció en antena durante tres etapas, desde 1972 hasta 2004 y contó con seis presentadores a lo largo de toda su emisión. El primero fue Kiko Ledgard, que fue sustituido por Mayra Gómez-Kemp, que recibió por su labor tres premios TP de oro. Posteriormente les relevarían Jordi Estadella, Miriam Díaz-Aroca, José María Bachs y Luis Larrodera.

Sin duda, son también recordadas por sus mascotas, encabezadas por la citada Ruperta, a la que le seguirían Botilde, El Chollo, el Antichollo, el Boom y el Crack. Además de su sintonía y los 'Cicutas', provenientes del pueblo de Tacañón del Todo, que estaban en contra del derroche económico.

'Waku Waku' (1989 - 2003)

Consuelo Berlanga fue la primera presentadora de Waku Waku, que posteriormente conduciría Nuria Roca. Fue un concurso en el que cuatro invitados veían una serie de vídeos con animales realizando alguna acción en su día a día. Las piezas audiovisuales se interrumpían y los participantes tenían que anticipar qué sería lo siguiente que realizarían las criaturas.

Si acertaban, ganaban un punto que se materializaba en un pequeño perro de peluche. Su nombre era Don Nicolás, el San Bernardo que ejercía de mascota del formato. Quien más puntos acumulaba ganaba el programa, cuyo premio en metálico se destinaba a una asociación benéfica o protectora de animales.

'Hablemos de sexo' (1990)

Ibáñez Serrador no fue solamente pionero en el género del terror en España, sino que también fue artífice del primer programa de sexología, en 1990. En él se abordaban abiertamente temas relacionados con la sexualidad humana, desde un punto de vista científico. Trató materias diversas como la masturbación, la homosexualidad, la anorgasmia, los abusos sexuales o las parafilias.

El formato divulgativo lo presentó la doctora Elena Ochoa. La entonces profesora universitaria fue elegida en un casting al que acudieron psicólogas, psiquiatras y ginecólogas. “Sólo aspiramos a que el sexo deje de ser un tema tabú para los españoles. No queremos que nadie se moleste por lo que se diga o se vea, y quizá desilusione por ser demasiado light”, describió el propio realizador.

'El semáforo' (1995 - 1997)

El uruguayo se encargó en 1995 de adaptar en España el formato italiano El semáforo. Su mecánica consistía en proporcionar un minuto de gloria a nueve ciudadanos anónimos que podían cantar, imitar, recitar o interpretar. Lo conducía Jordi Estadella, ayudado por Marlene Mourreau y Asunción Embuena.

Las actuaciones eran regidas por un semáforo y el público. Cuando el primero se ponía en rojo, los asistentes debían permanecer en silencio absoluto. Al cambiarse a ámbar, significaba que había llegado el momento de la reflexión para, una vez cambiado a verde, los asistentes pudieran manifestarse con total libertad valorando los números. Se permitían aplausos efusivos, abucheos, pataleos e incluso silbidos.

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