Totilandia

La de ayer fue la noche de los totitos. Ante un final tan predecible, el único recurso que le quedaba a Telecinco para reanimar esta edición de Gran Hermano antes de su último estertor era poner toda la carnaza en el asador. Y vaya si lo hicieron: Marceliano en plató, Terry combándosele la peluca, el testimonio del Orejas –inquietante ese “me lo esperaba”- y, por si todo esto fuera poco, la maniobra de evasión de Marcelo en riguroso directo, dejándole claro a Laura que pasa mucho de ella, y que en cuanto se hagan unos cuantos bolos, si te he visto no me acuerdo. Bueno, quien dice no me acuerdo dice un Sálvame Deluxe o una portada del QMD! Quién sabe… De momento el ex de Laura va a sacarse unas perras en Enemigos Íntimos para –imagino- pagar alguna letra de la hipoteca del piso que se va a comer con patatas.

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La totita pecó, una vez más, de tontita. No hay más ciego que el que no quiere ver, y a pesar de que a su totito se le veía con ganas de coger el primer tren a Málaga sin pasar por Parla, ella seguía erre que erre y terminó el programa proponiéndole viajar juntos a Camboya para donar parte del maletín a Global Humanitaria. “¿Cómo te has quedado, Marcelo?”, preguntaba Mercedes. “Planchao, Mercedes, planchao”. Casi podíamos oír cómo tragaba saliva, sin duda sobrepasado por todo este percal mientras mentalmente buscaba una puerta trasera para salir por patas. Lo que no sabemos es si desaparecerá antes o después de Punta Cana. Lo que daría por verles chillándose en mitad del resort de turno.

Yago no disfrutó su minuto de gloria

En cuanto a Yago, probablemente pasará a la historia de Gran Hermano como el finalista más ninguneado y eso que ha sido el gran estratega de GH 12. Pero Mercedes se lo ventiló bien rápido para explayarse con la parejita y su decálogo de broncas. ¿Será que lo tendremos junto a su ex, Yola Berrocal, en El Reencuentro? En cualquier caso, tampoco había mucho más de lo que tirar. Viendo juntos en el plató a todos los concursantes de la edición sorprende comprobar la cantidad de prescindibles que han pasado este año por la casa (Cathayssa, Arturo, Pepa, Joaquín...), y la inutilidad de Telecinco para hacer un buen cásting después de diez años en el business. Lo cierto es que en GH sólo caben dos tipos de personajes: los polémicos, y los muebles. Los polémicos generan vídeos, acaparan galas, resúmenes y debates, y son rentables. Los muebles aguantan el tirón librándose de las nominaciones y suelen ser objeto de la ira de los otros, los tristes, el lado oscuro de la fuerza. Pero caen sin piedad en cuanto ponen un pie en la palestra, con excepciones como Marta, que inexplicablemente se ha salvado en muchas ocasiones para después ser castigada con el puesto maldito.

¿La audiencia ha decidido?

Sobre todo este asunto amenaza la sombra de la duda: ¿la audiencia que decide es la que se deja los cuartos en esemeeses o la otra, la del share, la que marca las pautas de por dónde debe seguir el concurso? Lo digo por lo oportuno que fue expulsar a Rubén para echar por tierra su idealizada imagen de Chari y de paso incendiar los audímetros. Por lo menos en El Euromillón nos vendían un notario para certificar que todo era legal. Incluso Sálvame recurrió a la experta Concha para darle una apariencia de profesionalidad al polígrafo de Belén (aunque a ello le siguiera una turbulenta historia de jamones, mentiras y cintas de vídeo).

En cuanto a la parte técnica, lo de las figuras humanas y las lucecitas quedó bastante molón. Lo lamentable fue que después de que los pobres llevaran cinco minutos contorsionándose la totita aún no se había percatado de que lo que ponía y Yago tuvo que iluminarla.

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El otro momentazo de la gala fue ver cómo se iban apagando las luces del gran escenario orwelliano, haciéndonos creer que la maquinaria se paraba, que el gran ojo dejaba de vigilar, para después anunciar en una de las publis el comienzo de El Reencuentro el jueves que viene (salivo). Me recordó a cuando Chicho Ibáñez Serrador hacía la pantomima de guardar a la Ruperta en una caja y despedirse en plan lacrimógeno. Vamos, que le van a dar una barridita a la casa y a volver a empezar. Show must go on.

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