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Vida y muerte en el paritorio de un centro de refugiados saharauis: “A veces no podemos hacer nada para salvarlas”

Galat Chej, matrona del hospital regional de Ausserd, en los campamentos de refugiados de Tinduf, Argelia

Maialen Ferreira

Tinduf, Argelia —

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Saado Sidama tuvo a su hija el pasado 5 de diciembre de 2023 a sus 28 años. Parió una niña de 3 kilos y 200 gramos en el hospital regional de Ausserd, en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, Argelia. Pese a las condiciones del hospital, en el que tanto la falta de material como de recursos humanos impiden en muchas ocasiones atender correctamente a las mujeres que paren, el bebé de Sidama nació en buen estado de salud. No corrió la misma suerte May Embarak, de 39 años, cuyo bebé nació muerto. Ni Amaldali Akan, de 42 años, que sufrió un aborto en la semana 12 de gestación. Las tres fueron atendidas por la matrona Galat Chej, que a sus 30 años lleva desde 2012 trabajando en el hospital. “Hacemos lo que podemos, pero a veces no conseguimos salvar la vida de los bebés”, lamenta Chej mientras se pasea por la sala posparto.

Es una mañana de principios de mayo y el calor entra por las paredes del hospital, que se se dividen entre baldosa en su parte baja hasta la altura de las camas y cemento pintado de azul y color crema en la parte de arriba, según la estancia. Los materiales, en su mayoría son donados por instituciones y ONGs, pero “no son suficientes”, como denuncia la matrona.

Cuentan con dos camillas ginecológicas en una sala en la que disponen de una incubadora que por el momento no han podido utilizar, por falta de formación. “La tenemos aquí, pero aún estamos aprendiendo a usarla. No controlamos la técnica”, reconoce Chej en un casi perfecto español, pese a no haber salido nunca del campo de refugiados saharauis.

En la sala contigua, la sala pre y posparto del hospital, cuentan con otras dos camas. Ambas habitaciones disponen de aire acondicionado. “Cuando llega el calor todo es mucho peor, nos cuesta mucho más trabajar”, explica. En mayo, las temperaturas en Ausserd, que se encuentra en el medio del desierto, alcanzan los 40 grados, pero el calor del que habla Chej es el que llega con el verano, que pueden superar los 45 y, en ocasiones llegar hasta los 50 grados.

Es arriesgado, si tuviéramos un quirófano o un médico sería mejor, hacemos lo posible e imposible para salvar a las madres y los bebés

Galat Chej es una de las dos matronas que trabajan en el hospital regional de Ausserd en una población de 36.400 personas. A sus 30 años, a diferencia de la mayoría de las mujeres de Ausserd, está soltera. Asegura que ella siempre quiso ser matrona, por eso comenzó a serlo antes de finalizar la carrera de Enfermería en una escuela de enfermeros en la que la mayoría de estudiantes son hombres. Años después de formarse, atiende a una media de 40 partos al mes, pero lo hace sin quirófanos, anestesistas ni médicos. Si un parto se complica y se requiere la atención de alguno de ellos, las pacientes son trasladadas al hospital nacional gestionado por la Brigada Médica Cubana a unos 35 kilómetros de el de Ausserd. “Aquí atendemos partos naturales, si se necesita hacer una cesárea son trasladas. Si se tiene alguna complicación o si tenemos alguna duda, las enviamos con la Brigada Médica Cubana. Es arriesgado, si tuviéramos un quirófano o un médico sería mejor. Con lo que tenemos es muy duro, hacemos lo posible e imposible para salvar a las madres y los bebés”, explica a este periódico.

“Cuando una mujer viene con algún problema, sangra o tiene una hemorragia, nuestro protocolo indica que debe ser trasladada al hospital nacional en ambulancia. Si atendemos el parto aquí lo hacemos de forma natural, pero disponemos de oxitocina, si lo requiere y podemos hacer episiotomías si son necesarias. Una vez que nacen los bebés, las madres se suelen quedar uno o dos días en la sala posparto, depende de lo que necesiten”, sostiene la matrona. Normalmente, las mujeres que dan a luz en el hospital regional lo hacen solas o acompañadas de una hermana o amiga. Rara vez son los padres de los bebés los que entran a la sala de parto. “Si quieren entrar, pueden, pero no suelen querer”, explica. Si las mujeres deciden parir en sus casas, que también existe esa posibilidad, las matronas realizan un seguimiento de cada caso en los dispensarios o centros de salud de cada barrio.

No tenemos el material suficiente para trabajar. No estamos tan cómodas como si estuviéramos en un hospital con todo lo necesario

Para Chej, lo más complicado de ser matrona es la falta de recursos. “No tenemos el material suficiente para trabajar. No estamos tan cómodas como si estuviéramos en un hospital con todo lo necesario. Eso es lo más difícil. Tampoco tenemos un buen equipo compuesto por enfermeros ni médicos. Aquí siempre sentimos que falta algo. Si pasa algo grave intentamos hacer lo que podemos, pero a veces no podemos hacer nada por salvar las vidas”, lamenta.

En los años que Chej lleva trabajando, reconoce que por falta de tiempo y recursos “al menos dos mujeres” han perdido la vida, pero que a ella, por el momento, no le ha pasado. Cada dato es apuntado en un registro de partos aportado por Médicos del Mundo. La información está escrita en castellano y en el registro se incluyen datos como la fecha de nacimiento del bebé -aunque no la hora- el nombre de la mujer, su barrio, edad, semana de gestación, la matrona que le atiende, el peso y el sexo del bebé. También se debe informar de si la madre es trasladada al hospital nacional o atendida en el hospital regional, si el bebé ha nacido vivo, si se ha sufrido un aborto, si ha habido una muerte fetal intraparto, muerte fetal posparto o, en último lugar, muerte maternal.

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