'Banshee' 4x08 Series Finale: una despedida a la altura de la ficción

Por Marta AiloutiMarta Ailouti

Es imposible abandonar Banshee, Pensilvania. Que se lo digan si no a Job. No es solo una cuestión de mapas y de carreteras. Aunque podría ser. Tiene más bien que ver con la forma que tienen algunos de enamorarse. Lo he escrito en otras ocasiones. Con la ficción de Cinemax, la hermana pequeña de HBO, ocurre un poco como con las grandes historias de amor. Suceden sin verlo venir, mientras tú estás a otras cosas. Como uno de esos encantadores pueblecitos que descubres casi por casualidad mientras te diriges en realidad a cualquier otra parte. Después, ya no hay forma de despedirse.

Razones no faltan. Digan lo que digan, 'Banshee' está llena de virtudes. Es directa, valiente, atrevida, creativa y descarada. Con personalidad propia y un idioma particular, el de la violencia explícita y a veces gratuita (aunque no tanto como parece), este western moderno que se atreve con todo, entre amish, indios, ladrones, mafiosos y qué sé yo, reivindica como pocos el concepto de acción y entretenimiento como algo positivo.

En este sentido, su último suspiro, Requiem, es todo lo que podíamos pedir. Un magnífico final para una floja temporada capaz de enfriarnos un poco. Tal vez porque, si algo hemos aprendido en estos cuatro años de balas y lágrimas - y vaya si las ha habido-, es que 'Banshee' no entiende de límites (ocho capítulos y un final), aunque sí de despedidas.

(¡CUIDADO SPOILERS!)

Una temporada regular

Con todo, algo ha fallado en su cuarta temporada. No es que la ficción haya perdido su esencia, pero sí algo de chispa. No deja de resultarme curioso comprobar cómo una serie que ha llegado a ser una auténtica fábrica de villanos (el albino, Mr. Rabbit, Chayton, Stowel o el propio Proctor y su incondicional Burton), capaz de desecharlos y remplazarlos con acertada solvencia, no ha conseguido dar con la fórmula perfecta en su recta final. No, al menos, del todo. Porque ahí teníamos a Calvin y a Watts, aunque este último durara apenas un suspiro.

Sin embargo, la trama de Declan no ha funcionado todo lo bien que nos hubiera gustado. Más allá de un primer impacto, importaba más bien poco. Quizás el error fuera darle más peso del necesario a un asesino que, en realidad, estaba solo de paso. Su amenaza real, en lo que respecta al pueblo ficticio de Pensilvania, nunca pareció tal. No. 'Banshee' siempre ha sido más frontal, más personal, incluso cuando no lo era, y más directa. Y aunque su argumento nos reservaba al menos un último giro en el guión, lo cierto es que no sé hasta qué punto estaba justificado.

Un perfecto final

Por suerte, decía, no hay nada que un buen final no sea capaz de enmendar. Es difícil que Requiem deje a alguien insatisfecho. Porque en las despedidas, igual que en las llegadas, menos siempre es más. Y 'Banshee' hace lo que cualquiera esperaría de su serie favorita. Despedirse.

Y esto no sin antes regalarnos una última escena marca de la casa. Las dosis de acción, en los últimos ocho episodios, han venido de la mano de una fabulosa Carrie Hopewell, transformada en esa especia de ángel vengador y solitario. Porque en la ficción de Cinemax, al menos que te llames Lucas Hood y estés realmente tocado, los duelos se hacen con pólvora. Y el cartel colombiano, esta vez con la ayuda inesperada del sheriff del condado, ha recibido un mensaje. Allí, no hay espacio para más delincuentes.

A Brock Lotus le sienta bien la placa después de todo. No obstante, nadie permanece impasible a la huella de Banshee. Y no solo sus espectadores. El defensor de la ley –el mismo que estuvo cerca de hacernos partícipes hace apenas un episodio del verdadero nombre de Lucas Hood– al fin ha asimilado que, para desempeñar bien su oficio en un lugar como aquel, a veces, es necesario saltarse algunas normas.

“Si eliges mi mundo que sepas que habrá bajas”

Las normas se las salta Kurt, muy a su pesar, en uno de los duelos más esperados de la temporada. Reconozco que no deja de fascinarme el conflicto interno de este personaje, probablemente el más complejo de toda la ficción. Más incluso que el de Carrie con Mr. Rabbit porque al menos en aquel, ella nunca fue responsable. Sea como sea el desenlace ocurre en una de esas aparatosas peleas que tan bien se le dan a la serie, donde hasta la muerte de Calvin, aunque no es dueño precisamente de nuestras simpatías, tiene algo de conmovedor.

Como conmovedora también resulta la muerte de Burton entre los brazos de Proctor recibiendo su perdón. Durante toda la temporada, y esta es la única lectura positiva que le hago a esa trama, se han esforzado tanto en señalarnos a Declan, que al llegar a su último capítulo nadie sospechaba ya que el asesino real de la no tan dulce Rebecca podría ser el “mayordomo” de Kai. Tampoco nos sorprende. Burton siempre fue como uno de esos perros leales a los que sus amos enseñan a morder. Jamás mordería a Proctor, pero haría todo lo imposible por defender los intereses de su dueño.

Así las cosas, más solo que nunca, con los colombianos en busca de represalias, Kai Proctor –no esperaba menos de él– decide caer de pie. Tal vez, debió prestar más atención a sus propias palabras: “Si eliges mi mundo que sepas que habrá bajas”. Después de cuatro años, con Siobhan y Emmett todavía presentes, sospecho que todos lo hemos aprendido.

El momento de la despedidas

También Lucas Hood. El antiguo seudosheriff llegó a Banshee tal y como se va ahora. O no exactamente igual. Entre medias, ha tenido tiempo para despedirse, a su manera, de Proctor, de Veronica –la agente del FBI que nos trajo de vuelta a la Faith de Buffy–, y de Brock. Atrás quedan algunos fantasmas (en realidad, demasiados), la caravana de Siobhan, incontables cicatrices, Deva (aunque no del todo atrás) y, por supuesto, Anastasia, que solo piensa en volver a ser madre. Su despedida no podría ser más emotiva y, además, más necesaria.

A primera vista, a vista de pájaro si queréis, puede parecer que lo que les ha pasado a estos dos, además de quince años en prisión, ha sido precisamente Banshee. Quiero decir que imaginad un domingo por la mañana en la localidad de Pensilvania, después de todas esas balas, efectos especiales, golpes, explosiones, lágrimas y chupitos en el bar de Sugar. Imaginad ahora una vida después del amor. La resaca, la complicidad, el cariño de las personas que beben, pelean y disparan juntas. Las amistad.

Eso nos lleva a Sugar, el más desinteresado de los amigos, el encargado de poner punto y final. Pero también a Job, que durante una parte de esta temporada, dejó de ser Job. Cuatro años después ninguno es exactamente el mismo. Si acaso Sugar. Quizás solo necesitaban una segunda oportunidad. Tal vez, como dice el dueño del bar más económico de la zona, la redención consista en elegir otro camino.

En realidad, no es más que lo que Job lleva repitiéndonos años. A cualquier otro lugar. Lucas Hood se aleja siendo un poco Lucas Hood y un poco quien quiera que fuera antes de llegar. También una mejor versión de sí mismo. 'Banshee', una de las pocas series capaz de arreglarme un mal día, termina con el secreto mejor guardado. O tal vez no. Pero, si habéis llegado hasta aquí, decidme, ¿acaso no habéis disfrutado tanto como yo?

Por si os ha parecido poco, os dejo su despedida:

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