'Better call Saul' 1X02 Review: Negociando con un viejo conocido...

Por Silvia MartínezSilvia Martínez

Qué bien sabe contentarnos es la AMC, hay que ver: el domingo nos presentan a Jimmy McGill, consiguiendo ser el estreno con más audiencia de la historia de la televisión por cable y dejándonos con un final de los que te tienen preocupado durante un buen rato.

Lo normal es que ese rato se alargue una semana, que es cuando emitirán el siguiente capítulo… ¡Pero no! Como premio de consolación por la expectación que generaba el estreno de ‘Better Call Saul’ durante tantos meses, los responsables de la cadena de televisión estadounidense han decidido emitir, la noche siguiente, el segundo capítulo de la serie.

¡Toma ya!

(¡Cuidado SPOILERS!)

En la mayoría de series de este estilo, cada final en el que un personaje se mete en apuros tales como el de McGill en el 1x01, lo normal es que el espectador sufra por su futuro. Si es protagonista, excepto que estés viendo ‘Juego de Tronos’, uno siempre tiende a pensar que no le va a pasar nada. Ahora, sí está de secundario la cosa cambia.

En este caso, si juntamos que Saul es el protagonista y que, además, sabemos prácticamente todo su futuro gracias a ‘Breaking Bad’, el sufrimiento es nulo. Pero oye, eso no quita que queramos saber qué pasa, ¿no?

El narcotraficante y la abuelita

Como hemos podido ver, Tuco Salamanca tiene un lado muy tierno en el que todo su don de traficante despiadado se desvanece para ocuparse como mejor puede de su abuelita; una mujer muy maja, sorda perdida y con obsesiones por no manchar las alfombras, que ha permitido que escuche un poquito de español durante el capítulo. Siempre se agradece.

Eso sí, todo lado tierno se va bastante lejos cuando la anciana es insultada. Aunque la insultes porque te ha atropellado y ha salido corriendo. Prohibido.

Que se lo digan a los gemelos skaters, ahora heridos, atados y escondidos, a quienes la aparición del jurista les ha librado de una muerte casi segura.

Y es que, señoras y señores, Goodman –más Saul que nunca-, ha nacido para la abogacía. Sólo él podría conseguir escabullirse de un final bastante amargo en uno de esos desiertos que tantos buenos recuerdos nos traen, a base de mentir y decir la verdad indistinta y desesperadamente: de abogado que se ha equivocado de persona, a agente del FBI, a otra vez el mismo abogado pero arrepentido. Y sólo él, con sus buenas dotes de convicción, conseguiría que Tuco y su coleguita Nacho Varga, acabaran rompiéndoles una pierna a cada gemelo como premio de consolación por no matarlos porque “Tuco es un hombre justo”.

A los gemelos no les ha gustado tanto, pero yo lo veo una bendición divina. Todo un logro de la abogacía.

Los colines cómetelos enteros. Gracias

Tras llevar al hospital a los gemelos –ellos no son como Ehrmantraut y no parecen haber recobrado su fe en la justicia-, vemos que Saul también tiene vida personal: ¡tiene una cita!

Durante unos rítmicos instantes con sabor latino, las imágenes de los labios y la copa de ella se van intercalando con las miradas de McGill a un hombre partiendo unos colines. ¡No podéis decirme que no es una secuencia perfecta! Al principio intenta quitar la mirada, tiene un escote delante, no debería resultarle difícil.

Pero al final, parece que la rotura de piernas de los gemelos le viene demasiado a la cabeza mirando al colín y acaba vomitando su primera papilla en el servicio del restaurante. Las siguientes papillas ya las procesaría después durmiendo la mona en casa de su hermano Chuck, que es donde nuestro abogado acaba pasando la noche: Él durmiendo plácidamente mientras su hermano lucha con su enfermedad para conseguir quitarle el teléfono móvil que se ha dejado en los pantalones -¡muy mal Saul, muy mal!- y tirarlo al jardín sin ningún miramiento. Ya lo recogerá a la mañana siguiente cuando sea una persona consciente de lo que ha hecho la noche anterior y de las facturas de ciertas roturas de piernas que tiene que pagar.

‘Es la hora del espectáculo, amigos’

Aunque acabó renegando de su cargo de abogado de oficio saliendo de los juzgados echando humo, su inminente bancarrota le ha hecho pensar y Jimmy vuelve a su lugar de trabajo a ver si tienen algo para él. Y lo tienen, lo tienen: ladronzuelos de poca monta con antecedentes penales que le valen para pasarse los días intentando convencer a la acusación de que no les impongan una pena mayor a los seis meses que un delito así estipularía si no tuvieran antecedentes.

Todo ello aderezado con auto-ánimos en los cuartos de baño, unas buenas dosis de café –y de planos desde la cafetera, ¡amo estos juegos de cámara!- y con discusiones con el aun poco importante Mike Ehrmantraut sobre, cómo no, tickets de parking.

Pobre Saúl…Pero va ingresando dinero, y aunque no sea mucho, eso es lo que cuenta.

‘Soy un abogado, no un criminal’

Pero como le dijo mi extremadamente idolatrado Jesse Pinkman a mi otro igualmente idolatrado Walter White en el 2x08 de ‘Breaking Bad’, haciendo referencia directa a Saul ‘tú no necesitas un abogado criminal, necesitas un criminal’. Y en eso es en lo que parece va a convertirse James McGill en poco tiempo.

Nacho, el coleguita del desierto de Tuco Salamanca, ha ido a visitarlo con todas las intenciones de ayudarle en su verdadero plan –recordemos que él quería el caso del Bárcenas de Nuevo México y su mujer Betsie- y conseguir el dinero que el matrimonio Kettleman supuestamente tiene guardado de su desfalco. Goodman sólo tendría que enterarse de dónde lo tienen metido. Fácil y sencillo.

Pero Saul, en su despacho destartalado con sofá-cama incluido y de una manera muy digna, se niega a ayudar en ese tipo de historias porque, en efecto, no es ningún criminal. Por si acaso, Nacho le da su número de teléfono esperando que algún día Jimmy “averigüe que está en el juego”.

¿Cuánto tardará McGill en caer y dar el paso definitivo para convertirse por completo en el Saul Goodman que conocemos? A partir del martes que viene lo sabremos.

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