‘Emerald City’ 1x01-02: Menos cuento y más aventura

‘Emerald City’

Por Alberto Rodríguez

La ficción de fantasía goza de buena salud en la parrilla de Estados Unidos. Así lo demuestra este enésimo intento de recrear el universo del Mago de Oz en la pequeña pantalla. Pero, ¡atención! Si tienes en mente la atemporal versión de Judy Garland, con decorados de cartón piedra y estética Broadway, o bien la última adaptación de Disney con James Franco encarnando al famoso hechicero, ya puedes irte desprendiendo de esas ideas preconcebidas. Lo que NBC nos tiene preparado es una reinvención total y completa de la historia. Hasta el punto de que ya nada le queda de cuento de hadas. El showrunner David Schulner (‘Kings’) y el director Tarsem Singh (‘The Fall’) nos proponen un relato de aventuras, con una estética y un guion mucho más maduros, pensado para seducir a un público adulto. Además, no he podido evitar fijarme en ciertos paralelismos con otra serie épica, ‘Juego de Tronos’ – con el permiso de los fans -, producción que ha marcado un antes y un después en la forma de hacer series. Por eso no me extrañaría que los creadores de este nuevo universo hubieran pretendido arrimarse a la influencia del gigante de HBO para afianzar a una audiencia que demanda, cada vez más, relatos de aventuras consistentes y que le sorprendan. Y hay que reconocer que la estrategia les has salido, de momento, bastante bien.

(¡Aviso de Spoilers!)

Novedades respecto al cuento original

Al igual que en la historia tradicional, Dorothy (Adria Arjona), la protagonista, vive en la granja de su tía Em y su tío Henry. Lo que no se contaba en el cuento es que Dorothy ha alcanzado la adultez y trabaja en un hospital como enfermera. Incluyendo un affaire con uno de los médicos, como manda la tradición en estos casos. Eso sí, manteniendo las distancias, como buena heroína que busca su espacio – al estilo Emma Swan en ‘Once Upon a Time’, ¡si es que está todo inventado!

Esta personalidad distante le viene marcada por sus orígenes, otra de las novedades cortesía de los guionistas: su verdadera madre la dejó a cargo de sus tíos cuando era una recién nacida.

El único vínculo con su madre es un antojo en la mano con forma de puntos. Pero para cuando la encuentra, lo único que puede mantener con ella es la típica conversación moribundo-hija intentando comprender el galimatías que se le viene encima. Un tópico que, además, se ve reforzado por la interrupción de un policía que tuvo la mala suerte de encontrarse en el lugar equivocado en el momento equivocado. Porque instantes después, se ve engullido por el típico tornado de Kansas. Y Dorothy, a falta de una casa donde guarecerse, se refugia en el interior del coche del policía. Tras lo cual, ambos son absorbidos por la masa de aire.

Siguiendo la estela del relato original, al aterrizar con el coche atropella a East, la bruja del Este. Recordemos que Judy Garland la aplastaba con su casa, y de esta forma se quedó con los chapines colorados (zapatos rojos). E igualmente los que encuentran a Dorothy son los Munchkins. Pero con truco, claro. Esta nueva raza nada tiene que ver con los adorables duendecillos de la Metro Goldwyn Mayer. Los Munchkins del siglo XXI son hombretones vestidos con pieles, luciendo barbas desaliñadas y viviendo en tiendas semiesféricas. La imagen más clara es la de los salvajes de ‘Juego de Tronos’.

Éstos son los que ponen a Dorothy en el camino de baldosas amarillas. Que de amarillas nada. Son adoquines normales bajo una alfombra tupida de polen de amapola, que, para más inri, es un opiáceo muy popular en Oz (otro guiño a la primera película). Además, también bautizan a al perro de Dorothy - ¿no lo echabais de menos?-, que en esta versión aparece como un animal salvaje instantes después de asesinar a la bruja. Su nombre, “Toto”, significa perro en su idioma.

Y aquí comienza el periplo que todos conocemos hasta Ciudad Esmeralda (‘Emerald City’). Aunque Dorothy dura poco tiempo sin compañía humana. Al llegar a la aldea arrasada de Nimbo, rescata a Lucas (Oliver Jackson-Cohen) –el nombre se lo pone ella porque él no tiene memoria-, un apuesto joven que se encontraba colgado de una cruz de madera con los brazos inutilizados con alambre de espinos. A cambio de su rescate, decide acompañar a su salvadora. Hay que ver qué bien le han sentado los años al “espantapájaros”, ¿verdad? ¿Surgirá la química entre ellos?

Un complicado entramado social

Otro de los ingredientes potentes de la ficción es la mano de hierro con la que el Mago dirige el país desde Ciudad Esmeralda. El primer impacto respecto de lo que conocíamos es la perfecta ¿armonía? con la que convive con las Brujas del Norte, Oeste y, Este, hasta que la asesinó Dorothy. De hecho, las tiene anuladas y sometidas, algo impensable en nuestro recuerdo original, donde el Mago se escondía de ellas por miedo a su poder.

Pero el modus operandi de este Mago es intrigante y maquiavélico. La oronda figura de Vincent D’Onofrio, ataviado con túnicas y estolas, le confieren los aires de un sacerdote que se esconde en su fortaleza y gusta de perderse por pasajes salpicados de columnatas en compañía de doncellas que la propia Gilda, la bruja del norte, ha puesto a su disposición. La estética monjil de estas doncellas contribuye al halo religioso de esta institución.

Amparado por la deuda de haber salvado a Oz de la Bestia Eterna – una fuerza natural colosal –, y bajo la atenta mirada de su Guerrero Eterno – una mole de piedra gigantesca – a la entrada de la ciudad, el hechicero asienta su autoridad moral frente a un pueblo temeroso que obedece sus designios, como único valedor de esa tierra. Y si hubiera algún resquicio de duda, ya se encarga él de poner piedras en el camino a las únicas que podrían hacerle sombra en el trono de Oz: las Brujas.

Como buen estratega político, hizo un movimiento muy acertado al celebrar el funeral de East a puertas abiertas. El esperpéntico ritual protagonizado por West, la bruja del Oeste, ejecutando esa sinuosa coreografía delante del cuerpo de su hermana, y en estado de embriaguez – para conferirse valor- escandalizaron a los habitantes de Ciudad Esmeralda. Esto acabó con los rescoldos de simpatía que los ciudadanos le tenían a Gilda, la bruja buena, y él se afianzó como líder.

West (Ana Ularu) es un juguete roto. Una renegada entre las Brujas. Propietaria de un burdel, y entregada al hedonismo carnal en compensación por la restricción del uso de la magia impuesta por el Mago. Si no podía desarrollar su esencia mágica, lo único que le queda es olvidar. Sumergirse en una profunda ilusión que la distraiga e ir tirando.

Gilda (Joely Richardson), por el contrario, es contenida y calculadora, amiga de las buenas formas y protectora de la tradición. Por supuesto no aprueba el estilo de vida de su hermana. Pero muy a su pesar, y tras años sin verse, deben colaborar juntas para recuperar los hechizos –literalmente – de la boca de su hermana. West los vomita en un recipiente preparado para la ocasión. Esto no pudieron hacerlo con su otra hermana, la Bruja del Sur, ya que desapareció bajo misteriosas circunstancias a manos de la Bestia Eterna. O al menos eso dijo el Mago.

Pero algo huele a podrido en Oz. La llegada desde el cielo de Dorothy supone la primera señal para una profecía que amedrenta al hechicero. Y como si se tratara de una madrastra de cuento, envía al capitán de su guardia, Eamonn, a destruir al visitante o a enterrarlo en caso de que encontrarse muerto. Ya veremos cuánto hay de cierto en su intervención para salvar Oz.

Mientras tanto, bastante tiene con hacer frente a los dardos e intrigas cruzadas con Gilda. La cara de resignación de ésta, cuando el Mago cuestiona su amistad, recordándole que fue él quien la despojó de sus poderes, es digna elaboración de alguien que está fraguando su venganza a fuego lento. Aquí son más sutiles, parecer ser, y no se presagia un combate cuerpo a cuerpo entre Mago y Brujas, de momento. No, esto tiene pinta de tratarse más de un trabajo de despachos, en los que la forma de manejar la información y, sobre todo, el que disponga de ella antes, serán decisivos.

Porcelain City

España cobra un protagonismo especial en esta ficción, ya que son varias las localizaciones de nuestro país que se han escogido para el rodaje: El Alcázar en Sevilla, el Torcal de Antequera (Málaga), la Sierra de Alhamilla y el Cabo de Gata (Almería), entre otros.

Mención aparte merece Emerald City, que debería llamarse Porcelain City, porque en ella reconocemos los famosos mosaicos del Parque Güel en Barcelona. De hecho, el palacio del Mago de Oz recuerda inevitablemente a la Sagrada Familia, con sus dos torres de estética Gaudiana y sus balaustradas retorcidas y cubiertas de porcelana, tan típicas del arquitecto catalán.

Además es una ciudad costera, como le ocurre a la ciudad condal. Por tanto, nos encontramos ante una urbe más mediterránea – cuna de las grandes batallas y odiseas épicas – y menos cajita de cristal, como la concepción de su autor original. Un acierto, sin duda.

¿Problemas en el paraíso?

Haciéndole justicia a East, hay que decir que como muere verdaderamente la bruja es con el revólver de Dorothy. Al verla recuperada del atropello, confiaba en que este personaje permaneciera más tiempo con vida. Su estética y la imponente presencia de Florence Casumba es un desperdicio para un personaje episódico. Pero en cuanto Dorothy, ahora sí, la engañó intencionadamente para que se disparara en la cabeza, mis ilusiones se enhebraron por el flamante agujero en la frente de East. Aunque estética, la escena no está pensada precisamente para niños. Eso sí, antes de irse parece heredarle algo a Dorothy… por unos instantes aparecen los guantes de oro de la Bruja en sus propias manos… ¿será un guiño a los chapines colorados de la historia primigenia?

Pero aunque la batalla se haya ganado, todavía sigue en pie la guerra. Lucas está herido y ambos buscan asilo en casa de una curandera. Ésta resulta ser Fiona Shaw, la odiosa tía de Harry Potter. Pobre mujer, siempre le dan papeles de mala. Pero es que con ese severo semblante acompañado de su nariz aguileña es muy fácil encasillarla en el papel de bruja.

Y cumple su labor. Por un lado, siembra la discordia entre Dorothy y Lucas, al revelar que éste pertenece a la Guardia del Mago. Lo descubre por la empuñadura de su espada. Pero el pobre infeliz no recuerda nada, claro está. Sin embargo, su adiestramiento sanguinario sale a luz cuando se ensaña aplastándole la cabeza al personaje de Fiona, acercándose peligrosamente al nivel de ‘The Walking Dead’. Esto deja a Dorothy contra las cuerdas, temerosa de su compañero de viaje. ¿Quién le garantiza que su instinto asesino, recién revelado, no se volverá contra ella en cualquier momento?

Pero lo mejor es la sorpresa que escondía la vieja anciana. Tip, el muchacho que escapa con ayuda de Dorothy y de su amigo Jack. La pócima que tomaba para permanecer con vida era en realidad… ¡un brebaje para que no cambiara de sexo! ¡Ojiplático me quedé, al igual que su amigo, al descubrir que al amanecer se había transformado en una delicada doncella! No puedo evitar pensar en el mítico ánime japonés, Ranma 1/2, en el que el protagonista se transformaba en chica cuando le caía agua encima. Y es que la actriz (Jordan Loughan) que hace doble papel pasa perfectamente por chico gracias al maquillaje y las vestiduras. Siempre es más fácil que una mujer se haga pasar por hombre, en este caso, uno muy guapo. Pero sí es verdad que había un no sé qué en la cara de Tip que hizo saltar un resorte. Pensé que era su exotismo y piel morena, pero poco podía imaginar que lo exótico se lo confería su feminidad.

Buen comienzo para esta apuesta de NBC, que tras dos años de retraso llega con fuerza para instalarse en nuestras pantallas. Muy acertada la idea del doble capítulo, porque al principio, quizás pueda sentirse una falta de cadencia en la narrativa pero en cuanto nos sumergimos en las tramas, el pulso por conocer lo que pasará aumenta bastante. Tras este buen sabor de boca inicial, sólo nos queda esperar a las siguientes aventuras a lo largo del camino de baldosas amarillas.

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