'La Impostora' Especial Final: 6 claves de una telenovela diferente

Por Betty M. MartínezBetty M. Martínez

La Impostora’ ha llegado a su fin en Nova y ha dejado huella. Aparentemente Argos y Telemundo nos ofrecían una historia convencional de chica conoce a chico, pero no pueden estar juntos porque ella se hace pasar por otra persona para vengar una afrenta del pasado. Esa era la teoría, que no era muy halagüeña, pero la práctica nos ha ofrecido una realidad muy distinta.

¿Por qué?

(¡CUIDADO SPOILERS!)

1.- Madre e hijo frente a frente

Una de las primeras causas que hacen que sea una telenovela diferente es que el interés previo no radicaba ni en la trama ni en la pareja protagonista, como suele ser lo habitual. Aquí lo interesante es que íbamos a tener compartiendo planos a Christian Bach y a Sebastián Zurita.

Si por separado ya son nombres que arrastran multitud de espectadores, verlos juntos era una oportunidad que no podía desperdiciarse. Los telenoveleros entenderán perfectamente a qué me refiero. Para los demás, me explico: Sebastián Zurita es hijo de Christian Bach y del gran Humberto Zurita.

Ver a madre e hijo actuando juntos e interpretando a madre e hijo ha sido un auténtico gusto. Es más, si llegan a darle un personaje episódico a Humberto Zurita y lo sientan en alguna de las escenas de sofá con madre e hijo habríamos tenido un momento para guardar como oro en paño en nuestra memoria.

Lástima de oportunidad perdida (pero no pierdo la esperanza de ver algo así en el futuro).

2.- Lisette Morelos, una protagonista de menos a más

En cuanto a la protagonista, Lisette Morelos, he de reconocer que las cosas no empezaron bien. Ser relegada al final de los títulos de crédito más importantes no auguraba nada bueno y lo cierto es que en la primera parte de la telenovela le costó estar a la altura.

El doble papel de Blanca – Victoria parecía superarla y le ha costado marcar las diferencias entre ambas. Solo sabías que era Victoria o Blanca por el precio de su vestuario o la cantidad de maquillaje, pero no consiguió desarrollar las dos personalidades que se les presuponían a los dos personajes.

Eso sí, cuando consiguió librarse de la máscara de Victoria San Marino, Lisette Morelos empezó a brillar y poco a poco fue haciendo mucho más creíble su personaje y consiguió dotar a Blanca Guerrero de una gran fuerza.

3.- La villana eclipsa a la heroína

Otro hándicap al que se ha tenido que enfrentar Lisette Morelos es que la villana era todo un peso pesado de la interpretación. No es fácil compartir plano con Christian Bach (que se lo digan a Aracely Arámbula en ‘La Patrona’) y en bastantes secuencias eso se notaba. Cuando aparecía Raquel Altamira, Blanca – Victoria se hacía pequeñita, aunque poco a poco consiguió que esa superioridad aplastante quedara en un empate técnico.

En eso Lisette ha contado con la ventaja de que el personaje de Raquel Altamira era demasiado similar a la Antonia Guerra de ‘La Patrona’. Si le cambiamos el peinado y la sentamos detrás de su escritorio, no sabríamos en qué telenovela estamos. Este aspecto ha sido un tanto decepcionante porque creo que Christian Bach podría haberle dado matices diferentes a esta villana sin necesidad de caer en esta reiteración.

Por lo tanto, la estrella que debía brillar desde el minuto cero tardó en alcanzar su esplendor y, aunque no logró cegarnos, consiguió una luz propia más que aceptable.

4.- Un galán con competencia

El papel de galán le correspondía a Sebastián Zurita y aquí tengo que pedirle disculpas. Hace años que arrastro un problema con este actor. Nunca termina de convencerme. Por eso le tengo que pedir perdón. Me explico. Cuando lo veo actuar no puedo evitar tener muy presente sus apellidos y, como espero que esté a la altura de sus genes, hago esas comparaciones tan odiosas y nunca alcanza las expectativas que yo había marcado.

Me he dado cuenta de que es absolutamente injusto para él, así que, después de reiterarle mis disculpas, he decidido analizarlo como si se apellidara García, López o Rodríguez.

Lo mejor de su interpretación en ‘La impostora’ ha sido su relación con Sofía. Todos los prejuicios que tenía con Sebastián Zurita desaparecieron en cada una de las escenas que compartió con Macarena Oz. El Eduardo galán no me ha acabado de convencer, pero el Eduardo padre ha sido brillante.

Por cierto, ya lo he dicho alguna vez y lo reitero. Vayamos apuntando en nuestra memoria el nombre de Macarena Oz porque es sinónimo de futuro prometedor.

Otro problema que ha tenido Sebastián Zurita es que Eduardo Altamira era un personaje demasiado arquetípico. Era un galán de libro. Le han faltado las aristas que han hecho lucirse a otros actores como Jonathan Islas o Uriel del Toro. A Cristóbal Altamira le ha pasado casi de todo en esta telenovela y ha salido airoso con una muy buena interpretación.

Lo mismo le ha pasado a Rafael. Era un personaje secundario, pero ha sido clave en el desarrollo de la historia. Ha ido de la luz al lado oscuro tantas veces que podía haber quedado desdibujado, pero, al final, ha resultado bastante creíble.

Por lo tanto, el galán cumple, pero ha tenido que compartir protagonismo y heroísmo con demasiados actores. Eso sí, lo reconozco. Esta vez no me ha decepcionado. Es más, creo que su evolución ha sido muy positiva y empieza a mostrar la madera de la que está hecho.

5.- Romances para todos los gustos

Si tanto la heroína como el galán tienen que compartir protagonismo, se supone que su romance también tendrá competencia. Y así ha sido.

Lo primero que habría que decir es que su historia de amor ha sido casi la más floja. Arrancó bien con la fiesta de fin de año y la leyenda del amor para siempre, pero la aparición de Victoria hizo que perdiera intensidad. No es que Blanca y Eduardo fueran dos témpanos de hielo, pero la emoción ha brillado por su ausencia en esta pareja, salvo muy contadas ocasiones. Hasta el propio Salvador miraba con más pasión a Blanca que Eduardo.

Podría decirse que el feeling entre Sebastián y Lisette ha sido muy justito, pero, vistos todos los matices que tiene esta telenovela, tampoco me extrañaría que esa falta de pasión fuera una de las claves. Tal vez la idea era precisamente tener como protagonista a una pareja lo menos edulcorada posible. Si esa era la idea, lo han conseguido. No ha habido ni sal ni azúcar ni cafeína.

Eso sí, esa falta de química no ha sido un hándicap para la telenovela porque se veía compensada con el resto de historias románticas. Al lado tenían una pareja volcánica, lo que hace que volvamos a una comparación odiosa, pero inevitable. Raquel Altamira y Adriano Ferrer han mantenido una relación tan potente que a veces parecía que ellos eran los auténticos y únicos protagonistas de la telenovela. Se han amado y odiado con tal intensidad que parecía traspasar la pantalla. Una sola mirada entre Christian Bach y Manuel Landeta lo decía absolutamente todo.

Como espectadores ha sido fantástico asistir a este duelo, pero el peaje de esa maravillosa lucha lo han pagado los presuntos protagonistas, que también han tenido que compartir plano con otros romances como los de Jorge y Karina o Cristóbal y Mariana.

6.- La historia de amor no es lo más interesante

Lo normal es que la historia de amor sea la que atrape a los espectadores, pero en esta ocasión no ha sido así. Aquí la pregunta no ha sido si acabarán juntos Blanca y Eduardo sino ¿quién es el hijo de Adriano y Valentina? El romance ha sido casi la trama secundaria en vez de la protagonista. De hecho si se titulara ‘El hijo perdido’ o algo así no desentonaría para nada.

Ahí es donde está la diferencia con respecto a lo convencional. Hay tal volumen de telenovelas en el mercado que hay que ofrecer algo distinto para no caer en más de lo mismo y Argos lo ha entendido. La historia de la impostora la hemos visto por activa y por pasiva (una de las últimas veces precisamente gracias a Argos y ‘La Patrona’) y no hablemos de la cantidad de hijos desaparecidos que hemos buscado.

Y es justo aquí donde se marca la diferencia. Primero, no es una dulce heroína desconsolada la que busca al hijo que le arrancaron de los brazos, sino que es el padre el que reclama a su heredero y el que lucha por recuperar también al amor de su vida más de veinte años después. Aplauso incuestionable para la interpretación de Manuel Landeta.

Segundo, no llegamos a conocer la identidad de ese hijo hasta prácticamente al final. Los que no han visto ‘La impostora’ que se llenen de paciencia. Podrán imaginarlo, intuirlo, suponerlo, pero cada vez que crean tenerlo identificado, pasará algo que hará que todo salte por los aires y tendrán que volver a empezar con las hipótesis. Ahí está lo mejor de la telenovela. Consigue que los espectadores se involucren en la trama al mismo tiempo que los mantiene pegados a la pantalla.

Por lo tanto, ‘La impostora’ nos ha contado una historia mil veces vista, pero con muchos pequeños detalles que la convierten en una telenovela atípica. Gracias a Argos y a todo el elenco porque han conseguido ofrecernos algo que recordaremos como diferente y eso en una telenovela son palabras mayores.

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