‘Juego de Tronos’ 6x03 Review: “… hasta el día de mi muerte”

Por Eider Calvo

¡¡AVISO: SPOILERS!! (Crudos y viscerales. Lanzados con muy mala fe, a lo Lannister. Peor, a lo Bolton. El que avisa puede traicionar, pero no por la espalda)

Hemos vuelto, amigos (Jon y yo, me refiero), con un nuevo comentario sobre ‘Juego de Tronos’ y su “Rompe Juramentos”, título con el que la HBO ha bautizado este tercer episodio rico en matices que, sin ser asombrosamente brutal como sus predecesores, ha arrojado algo de luz sobre un par de tramas que teníamos ligeramente oxidadas ya, como la del “pequeño”, eufemísticamente hablando, Sam; además de dar el empujón que necesitaban algunas otras, como la de Arya. La del querido Jon, para variar, sigue avanzando a pasos agigantados. Leámoslo.

Rumbo a Colina Cuerno

A bordo de un barco alejado hasta de la mano de Los Siete, el buenazo de Sam pelea férreamente contra sus ganas de vomitar. No lo consigue. La Salvaje Elí y el Pequeño Sam están evidentemente también con él. Técnicamente se dirigen a Antigua, hacia el sur de Poniente, donde Sam espera formarse como Maestre.

El problema, como el otrora miembro de la Guardia de la Noche se encarga prontamente de revelar, es que en La Ciudadela no admiten mujeres, por lo que ni Elí ni Little Sam estarían cómodos allí. Por no decir otra cosa. Es entonces cuando Samwell sugiere llevarles a Colina Cuerno, esto es, el hogar de los Tarly; su hogar.

Cuando Elí consiente, el estómago del amigo de Nieve vuelve a ganar la partida.

Una combate no tan épico

Bran sigue alucinando. Para variar. La pobre Meera debe de estar que se sube por las paredes. El asunto es que en esta ocasión, él y su amigo el Anciano del Árbol o el Cuervo de Tres Ojos, como más rabia os dé, se retrotraen hasta una de las historias de la infancia del joven Stark; concretamente el momento en el que una versión bastante más aniñada de Ned llega a orillas de la Torre de la Alegría preguntando por su desaparecida hermana Lyanna, la cual, recordemos, fue presuntamente raptada por Rhaegar Targaryen durante el Torneo de Harrenhal.

Por supuesto, no podían dejárselo “tan” fácil. Arthur Dayne, “Espada del Alba” para los amigos, y otro colega les aguardan. Porque Ned tampoco viene solo; el padre de Meera y un grupito de soldados le cubren las espaldas. El problema fue que no miraron tanto por las suyas propias así que, naturalmente, mueren, dejando solos a Dayne y Ned. Un corto y torpe, por parte del patriarca Stark, duelo de espadas después, deja a este con todas las de perder… al menos, hasta que el olvidado padre de Meera hunde el filo de su acero en la retaguardia tampoco tan bien protegida de Dayne, hecho que facilita enormemente el golpe mortal (y digo “mortal” a pesar de que el señor espadachín ya tenía ambos pies bien enterrados en la tumba) que entonces le asesta Ned.

A Bran siempre le habían contado que su padre luchó con valor y acabó con Arthur por cuenta propia tras una, imagino las canciones, “disputada” batalla. La cara que se le queda al primogénito entonces, tras descubrir lo maquillada que estaba la historieta, no tiene precio, aunque sí cierto grado de madurez; es como cuando, y abstenerse de seguir leyendo los niños (si es que alguna vez les han dejado leer desvarío semejante), te dicen que Los Reyes Magos son los padres. De hecho, llevándome esa cara, parece que el que ha participado en la pelea ha sido él en lugar de Papá Stark.

No obstante, el grito desgarrador que se escucha desde la torre, el cual, suponemos, ha sido emitido por la propia Lyanna, desvanece el atontado gesto de Bran e insta a Ned a alcanzarla. Bran también lo intenta, y digo “lo intenta” porque el medio árbol le lleva de vuelta a la cueva de Muy Lejano casi antes de que se pueda quejar. Así que nos han dejado a todos con ganas de saber más. Y con una angustiosa pregunta en mente: ese grito, agónico aullido, ¿a razón de qué cortó el viento? Circula por ahí una teoría que…

El castigo por “salir al mundo”

La Madre de Dragones llega al fin al Templo de Viudas de Khal. Al parecer, lo que cobijan esas cuatro paredes es un grupo de Khaleesis despechadas porque su Khal no ha “conquistado el mundo con ellas”. La portavoz, una mujer morena de fuerte carácter, pone a nuestra “Dany” sobre aviso por descubrir mundo tras la muerte de Drogo: “eso está prohibido”, le dice. El destino de la reina de Meereen (tiene un nombre tan lleno de títulos que lo raro es no encontrar sinónimos para ella) pende de un hilo. O sigue en el Templo para los restos… o muere, por quebrantar las directrices del clan. ¿Dónde están Jorah y Naharis cuando de verdad hacen falta? Ah, sí, probablemente buscando más anillos, pendientes o gargantillas que les sirvan de mística orientación.

Cambiando ligeramente de tema, en Meereen Varys se muere de calor. Pero traen a una señorita llamada Vala a la Gran Pirámide y se le pasa (o aumenta, ignoro hasta qué punto puede ser consciente de su propio deseo sexual). Por cierto, ya que estamos con esto de las referencias navideñas (y a santo de qué, diréis), el eunuco de Varys parece Papá Noel con su necesidad de “hacer feliz a la gente”. Pero, no. Demasiado tiempo viendo ‘Juego de Tronos’ como para saber que lo suyo es a la manipulación lo que el fallecido Robert a las cortesanas. Puro vicio.

(Imaginad una palabra malsonante aquí, entre exclamaciones a ser posible) resulta que la Vala esta es la joven que colaboró con Los Hijos de la Arpía para acabar con la vida de varios Inmaculados. Resulta también que tiene un hijo llamado Dom. De dónde leches sacarán estos nombres es lo que yo me pregunto… El asunto es que Varys logra engatusar a la mujer para que le proporcione cierta información privilegiada sobre este grupo de insurrectos asesinos. ¿A cambio? Un barco y dos pases con olor a libertad y a sal. Después de esto, lo que me queda claro es que el tío no necesita de más pajarillos; él solito es un águila imperial de la peor calaña (si es que un ave tan majestuosa como esa puede ser “peor” en algo).

… Y mientras Varys se muere de calor, Tyrion lo hace de asco, mortalmente aburrido en la sala de reuniones con Gusano Gris y Missandei, cuando tras varios intentos por iniciar una conversación, descubre que el primero solo vive, lucha y habla por la patrulla, y la otra no gasta saliva (ni deslustra uno de sus diecinueve bien dominados idiomas) en charlas triviales. Así que, naturalmente, el enano corre a rellenarse el vaso antes de cambiar de estrategia comunicativa y optar por iniciar a sus dos camaradas en el “creativo” juego del “Yo nunca”, cuya autoría reclama y que ha contado con la participación de todos nosotros alguna vez, en mejores o peores condiciones. Probablemente peores.

Menos mal que a Missandei, con la llegada de Varys, se le ocurre abordar el asunto crucial que ahora les ocupa: la revolución que se palpa en las calles de una ciudad al borde de la guerra civil. El objetivo es claro: solicitar audiencia con la base financiera de Los Hijos de la Arpía, es decir, los amos de Astapor, Yunkai y sus amigos de Volantis, para tratar de llegar a un acuerdo de paz en un “idioma” que Missandei asegura que ellos entenderán.

Pajaritos por allá

La primera imagen que tenemos de la Fortaleza Roja es la del Doctor Frankenstein rodeado de niños, deteniéndose incluso para examinar el rostro de uno de ellos. Ya puede temblar el crío; con la excusa de mirarle el ojo seguro que está pensando en el lifting facial que podría hacerle al zombie mutante ese que ha (de)generado. Al menos, hasta que esos adorables niños le confiesan la manía de Varys por llamarles “pajaritos” y lo amable que el hombre se muestra ofreciéndoles dulces.

Así que el matasanos suma dos más dos y solo hace falta un puñado de ciruelas confitadas (eso sí, de Dorne) para tener la lealtad de la chavalería a su favor. Concretamente, a favor de Cersei, quien aparece de repente en esa especie de laboratorio de muy dudosa reputación fielmente acompañada (¡cómo no!) por su vasta aberración y su querido hermano y amante, Jaime. El caso es que la leona Lannister es dueña ahora de una red de inocentes espías de medio metro que seguro complicarán los planes en Meereen. O, cuanto menos, los de Varys. Veréis qué chasco se lleva el pobre cuando se entere.

Y aunque a Tommen no le hacen falta espías, no estaría de más un poco de sangre caliente, ¿eh, cariño? Que a este paso te nos vuelves Caminante. Oh, sí, ha vuelto a fracasar (¿cuántas veces van ya?). Pero no te preocupes, chaval, que con trescientas setenta y dos piedras tropieza cualquiera. En Desembarco también se comenta que a la décimo quinta va la vencida, así que ni te preocupes, que llegará tu momento (quizá cuando medio Poniente haya sido arrasado por la mala sangre de la HBO, pero bueno).

En fin, que me desvío: el caso es que el único heredero Lannister que queda ha ido, debidamente escoltado como todo buen Rey, a buscar al Septón para (volver a) rendirle cuentas del tipo “¿has humillado a mi madre, haciéndola caminar desnuda y rapada por toda la ciudad, recibiendo la mierda que le arroja su gente, y todavía no piensas dejar que se despida de su hija muerta?”. Pues no, y de poco o nada ha servido que Tommen le recordara que actualmente descansa sus cuartos traseros en el mismísimo Trono de Hierro. De hecho, “El líder” de la secta en la que se ha convertido la Fe de Los Siete, todo rostro afable y suaves palabras, ha logrado incluso volver a manipularle a su antojo. Y tengo que decir que le ha costado menos minutos que puñaladas tiene Nieve en el pecho (espera… no es buen ejemplo).

Por otra parte, Jaime y Cersei, a pesar de gozar de privilegiadas posiciones, no parecen ser suficientes como para que el Consejo Privado de Desembarco les tome en serio. Veo que no todo se vuelve a hacer a la manera de Cersei, al fin y al cabo. Eso es bueno. Sobre todo porque Olenna Tyrell, la abuela de los todavía presos Loras y Margaery, forma parte de dicho Consejo, y ya es hora de que mueva pieza para dar su merecido a la Madre Lannister.

“Nadie” ve

La joven Stark sigue recibiendo varazos, aunque la muchacha va mejorando. Su entrenamiento prosigue, pues sus ansias de venganza pueden más que su ilusión por recuperar la vista. Es entonces, cuando tras varios asaltos La Niña Abandonada alza la vara una vez más para propinarle a Arya el golpe de gracia, cuando “Nadie” toma el control de su cuerpo y consigue detener el impacto. Por una vez, la impresionada es su contrincante y el satisfecho su mentor, quien vuelve a pronunciar su ya de por sí habitual oferta: tu nombre por tus ojos.

Sin embargo, “Nadie” lo tiene claro ya. Así que su mentor la conduce hasta la fuente cuyo contenido hemos visto que sesga almas como dioses tiene Poniente. Un cuenco lleno y una única aunque obvia proposición. “Si una chica realmente no es Nadie, no tiene nada que temer”, es el susurro que llega a oídos de la joven, la misma que levanta el recipiente, acercándolo a los labios, e ingiriendo lentamente el contenido.

“Nadie” vuelve a ver. Y sigue viva para disfrutar de ello.

Aterradora bienvenida a casa

Aniquilada su familia, Ramsay trata de conseguir adeptos que le ayuden en su lucha contra Nieve. El cabrón tiene tanta suerte que encima las alianzas llegan a él en lugar de tener que ir a buscarlas. La Casa Umber, ni más ni menos; los antiguos aliados de los Stark vienen a pedir auxilio a un psicópata en potencia. ¿La razón? “Es que vivimos mucho más al Norte, más cerquita del Muro y, por ende, de la furia de Jon y de los salvajes que ahora están con él”. Y como prueba de que su lealtad e intenciones hacia los Bolton son sinceras, trae a dos prisioneros con él.

Y tu corazón hace más que congelarse cuando descubres la identidad de los presos: la salvaje Osha y el pequeño Rickon observan con desprecio y algo que muy bien podría definirse como miedo el finalmente ufano rostro de Ramsay. Ahora mismo estoy rezando a Los Siete y a los infinitos dioses de Poniente porque el dúo no se convierta en los próximos Hediondos de Invernalia. “Bienvenido, Lord Stark”, tiene la osadía de decirle a Rickon, con esa falsa sonrisa por bandera y más malas intenciones que el fallecido Oberyn en una señora orgía.

Asimismo, para que Ramsay disipe toda duda respecto al apellido de Rickon, Lord Umber trae además la cabeza del pobre Peludo; gesto más que suficiente para fundamentar su testimonio. Hay que ver la manía que tienen, Martin y la HBO conjuntamente, con acabar con los pobres lobos huargos. Tienen que ser una raza en peligro de extinción, como los propios Stark.

En fin, otro de ellos que vuelve a casa para ser torturado.

El fin de su Guardia

El tercer capítulo de esta sexta temporada arranca con el patidifuso rostro de Davos y su mirada anclada en un recientemente resucitado (y desnudo) Jon Nieve. “Estabais muerto y ya no lo estáis”, balbucea haciendo gala de sus impresionantes habilidades para resaltar lo obvio. Menos mal que la mujer roja tiene algo más sustancioso que comentar al respecto: “El Señor de Luz os dejó vivir por una razón. Stannis no era el príncipe que nos fue prometido, pero alguien ha de serlo”. Y ese sin duda es Jon, ingrediente indispensable en la ecuación que calcula el resultado de la guerra que ya se está avecinando.

Entonces, una vez vestido, Nieve se presenta cual Papa frente a sus fieles para anunciar su gloriosa resurrección. Ahí está, real y (casi) entero, en palabras de Davos, “el hombre que regresó de entre los muertos para fracasar de nuevo”. Pero, oye, lleno de honra (y total desconcierto), comienza a abrazar a los que considera sus verdaderos amigos y compañeros de armas. E incluso hace algo más que eso:

El tío imparte justicia. Con el filo de su espada, quiero decir, pues ha llegado el momento, y los cuatro traidores que una vez idearon su muerte aguardan ahora su final con la soga al cuello. Literalmente. Olly y, por supuesto, Alliser forman parte de dicho grupo. Al principio la determinación de Nieve flaquea, y de veras llegué a pensar que se echaría atrás en el último instante. Quizá con Olly, por eso de ser un (odioso) niño y tal. Pero no. Y ya ni siquiera siento lástima cuando Nieve les concede unas palabras pre-mortem y Olly las malgasta para fulminarle con la mirada una vez más.

Entonces Jon acciona la horca y no hay sacerdotisa roja que los vaya a resucitar ahora. Por cierto, si me daba dentera mirar al putrefacto Nieve, mejor ni os cuento lo que sentí cuando vi el cadáver de Olly; todo frío, palidez y dolor. Escalofríos en cada vértebra de mi pobre columna, amigos. Ya me estoy imaginando los “memes”; larga vida a la (inquietante) creatividad, usuarios de la World Wide Web.

Pero no es la muerte de Olly, por extraño que parezca, lo que acapara la mayor parte de mi atención. No. Eso ocurre cuando Jon entrega su capa de Lord Comandante a su amigo Edd: “Póntela, quémala, lo que quieras”, le dice antes de encaminarse hacia las puertas del Castillo Negro. “Mi Guardia ha terminado”, sentencia segundos antes del fundido a negro que remata el episodio.

Recordemos que Jon entregó “su vida y su honor” a la Guardia, “durante esta noche y todas las que estén por venir… hasta el día de su muerte”. Bien, creo que nunca una promesa fue mejor cumplida que esta, ¿verdad?

Ha llegado la hora de, al igual que Nieve, despedirme… hasta la semana que viene. Así que aquí os dejo la preview del cuarto episodio de la serie para que vayáis abriendo boca: Book of the Stranger (“El libro del Desconocido”). Que la disfrutéis. Sangre, sexo, alcohol y “Fe en Los Siete” para todos.

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