'Mad Men' 7x08 Review: Como siempre, Don Draper vuelve para irse...

Por Alfredo Díaz PiedraAlfredo Díaz Piedra

(¡Cuidado, spoilers!)

Don Draper ha vuelto

Llevábamos casi un año esperando por este día: el día de la vuelta de Don, Roger, Joan... El regreso, para el definitivo adiós, de 'Mad Men'. Hace un año nos despedíamos con una escena hilarante, propia de la imaginación a veces turbada de Don, con Cooper cantando estilo vodevil rodeado de secretarias (un Cooper que había fallecido días antes). Un final que lo mismo a Don que a nosotros, nos dejó algo patidifusos.

Pero con la vuelta, ese episodio parece haber sido ya hace algún tiempo. La absorción capaz de salvar la empresa se ha completado, y ahora SC&P es una filial de McCan Erikson.

Y decimos que Don ha vuelto porque en un solo capítulo hemos podido ver, casi en su máxima expresión, sus dos caras, sus luces y sus sombras. Luces, si pueden llamarse así, porque hablamos con esto de su faceta de mujeriego, de vividor, un aspecto que queda claro en sus primeras escenas: con tres mujeres y Roger en un bar, y citándose con otras tres mujeres a la vez, viéndose con una en su piso... Lo que viene siendo aprovechando al limite su nueva soltería. ¿Las sombras? Esa imaginación suya, esa especie de paranoia, que si al final del anterior episodio nos regalaba la hilarante escena antes citada, ahora le hace creer que, en medio de uno de los sensuales castings que realizaba, se presentase Rachel Katz, aquella dueña de unos grandes almacenes con la que hace años tuvo un affair. Aquello lo perturba, y se le une al hecho de que la camarera que los atiende a él, Sterling y aquellas chicas le resulta familiar, por mucho que ella niegue que se conozcan.

Otro día en la oficina

Por otro lado, vemos como Joan y Peggy tienen problemas con un cliente, Topaz (unas medias) poco satisfechos de oír malas noticias. Concertarán una cita para distribuir las medias en unos almacenes. Dicha reunión, aunque exitosa, altera a ambas mujeres: los tres asistentes en representación del almacén son muy groseros con Joan, haciendo solo comentarios salidos de tono. Las dos mantienen las formas en aquella sala, y cierran el trato, perola bomba explotará más tarde, en el ascensor, entre ellas dos. Peggy sugiere que Joan no debería vestir así, como si fuera provocando, aprovechando su físico, para evitarse situaciones como la acontecida, Joan responde que al menos ella tiene físico que lucir.

En definitiva, tanto una como otra salen turbadas de aquel encontronazo. Joan se desquitará comprando media tienda de ropa, Peggy aceptando una cita propuesta por Mathis. Una cita que casi arruina, muy a su estilo de amargarse la existencia, auto sabotearse a sí misma su vida personal. El resultado final fue una resaca y una promesa de que ambos viajarían a Paris, ya veremos en qué acaba la cosa, pero, pese a la química que parecía haber entre ambos, lo previsible es que ella vuelva a cerrarse esa puerta.

Ken, el pirata

Otros, como Ken, también tienen problemas a lo largo del capítulo, pero no tardan en resolverlos, con creces además. Vemos en una escena como Ken y su mujer regalan unos palos de golf al padre de ella por su jubilación. El hombre fue un gran valedor de Ken por sus responsabilidades empresariales, que daban muchos clientes a SC&P. ¿El problema? Que hace unos años, Ken se fue de McCann de mala manera, y ahora que ya no tenía contactos, aparentemente, era innecesario retenerlo. Lo despiden Sterling y un mandamás de McCann el día después de discutir con su mujer acerca de dejar el trabajo y retirarse a vivir a una granja, donde él podría escribir de nuevo. Aquella situación parece superarle, como si estuviera perdido, sin saber si fue algo bueno o malo... Pero no tarda en recomponerse, y anuncia algo a Roger: ha podido mover algunos hilos, y tiene nuevo trabajo: jefe de publicidad de Dow Chemical, la empresa de su suegro, y promete que les dará mucha guerra.

Husmear en el pasado

Ante aquellos dos encuentros, impresionado, Don decide llamar a Rachel y volver a aquella cafetería para ver a la camarera, pero se conmociona al descubrir que Rachel acaba de morir, de hecho, hasta ese momento hubiera jurado que aquella visita inesperada había sido totalmente real. Más tarde, en la cafetería, la misteriosa empleada sigue negando que se conozcan, pero le propone ir a la parte de atrás, algo que Don es incapaz de rechazar. Tienen sexo, y ambos vuelven adentro, y entonces es ella la confundida. Don parece no querer separarse de la chica, como si fuera un recuerdo de un tiempo mejor, aunque ella no parece muy dispuesta a seguirle el juego. Al volver, Ken, recientemente despedido, le habla de que todo ha sido una señal de «una vida no vivida». Algo después, Don decide pasarse por el velatorio de Rachel. Lo recibe su hermana, que lo reconoce, y le cuenta que ella murió de leucemia, y que «vivió la vida que quería vivir». Ante la primera frase de Ken puso cara de extrañeza, ante esta segunda su semblante ya era de abatimiento, como si estuviera a punto de derramar un par de lagrimas.

The best things in life are free, le dijo Bret Cooper, y él volvió a su vida de mujeriego-vividor, pero, ¿y si Bret no se refería a eso? Abatido, acaba la jornada del día siguiente de nuevo en la cafetería de la chica desconocida, a la que cuenta lo de Rachel, y de la que recibe ciertas palabras de apoyo. Pero ella sigue sin quererlo rondando por ahí, aunque finalmente accede a que esté allí, sentado, sin más, que parece ser todo lo que Don quiere en ese momento.

Y así termina el episodio, con un contraste tremendo: si comenzaba con un Don que parecía aprovechar los días junto a Roger, feliz, sin preocuparse, terminamos prácticamente en el mismo escenario, pero con un Don triste, taciturno, tratando de dar sentido a una noticia que a su vez parece haberle quitado el sentido a su modo de vivir en aquellos días. Un final, podríamos decir, bastante triste para nuestro protagonista. Ya veremos cómo se desarrolla su relación con la camarera, a ver si levanta cabeza o se acaba hundiendo del todo.

Sobre este blog

Etiquetas
stats