'The Americans' 3x11 Review: “Un día en la vida de Anton Baklanov”

Por Israel VicenteIsrael Vicente

Han pasado varios capítulos desde el último análisis de la serie, episodios en los que han sucedido cosas relevantes, y otras no tanto. Aunque es cierto que ‘The Americans’ se ha puesto más interesante de lo que estaba, que no era muy difícil.

En el episodio de la semana anterior “Stingers” sucedió el hecho esperado de esta temporada, de una manera diferente a como un servidor se la esperaba. Si eres seguidor de la serie y de esta temporada, sí, me refiero a ese momento.

Ahora con “Un día en la vida de Anton Baklanov” la serie entra en su recta final. Tan sólo dos citas más con los soviéticos y acabará la temporada en curso. Oigo y leo a muchos sobre la gran tensión de la temporada, no sé dónde la ven. Es cierto que me parece la mejor serie dentro de la liga de series minoritarias y poco reconocidas, pero esta temporada me está costando.

Crítica, opinión y SPOILERS a partir de aquí.

Soy Anton Baklanov, este es mi día a día

¡Ay Nina! Pobre rusita guapa ninguneada por todos para recuperar la que fuera tu vida. En su afán por volver a la libertad de la que gozaba, se le ha designado la misión de acercarse y sonsacar información a Anton Baklanov, ese científico al que Philip metió en un barco en su día rumbo a Rusia. Las misiones son las misiones. Sea por lo que fuere, ha conectado bien con el tipo, le ha costado un episodio, un gajo de limón, y ya está en el bote.

Él es un pobrecito. Todo el día picando datos en un ordenador haciéndose el interesante y quejándose de que le eligen mujeres para acostarse con él y le llevan comida buena. ¡Madre mía que desdicha la de este hombre! Sólo hay una cosa por la que actualmente se siente apenado, su hijo Jacob, quien en EEUU puede pensar que lo abandonó de la noche a la mañana.

Anton está triste por su crío, Nina descubre registrando su habitación unas cartas a su hijo Jacob que la enternecen hasta el punto de confesar sus actos y animarle a que siga escribiendo. Esto es como lo del tío que está con el bebé en el parque para ligar y las chicas se interesan. Acabará mal.

Lo mejor de esta tramilla, la señora mayor que golismea en la sala de informáticos. No habla, sólo mira, tuerce el gesto y se pasea con cara de oler a mierda. Papelón.

Me pilla, no me pilla, me pilla, no me pilla

Si hay algo que le esté dando vidilla e intriga a la temporada, bajo mi punto de vista, es la historia de Martha y el micro. Ya en episodios anteriores ha habido momentos de tensión “Clark, ¿quién eres?” le preguntaba Martha a Philip, y el otro, pese a salir del paso, se veía con todo el FBI pisándole el cuello a la mínima.

Le he cogido cariño a este personaje a lo largo de la serie, da mucho juego y demuestra confianza, la misma que Philip le hace ver a Elisabeth al hablar de “la otra”. Incluso me atrevo a asegurar que el señor Jennings alberga sentimientos por la secretaria. Tal es así, que para el nuevo interrogatorio con Walter Taffet, Philip/Clark la prepara para mentir. Me apunto el truco de mirar a la nariz.

Como dice el informático del FBI “Taffet es la primera persona con la que hablo que sabe de ordenadores, es analítico y un ordenador andante”. Walter está rumiando algo. Mucho le pregunta por una relación que la afecte en el trabajo o haya podido comprometer a la oficina. Éste sabe algo, y si es así, ¿no veremos a Martha como agente doble desenmascarando a Philip?

La familia bien, gracias

Los Jennings siguen con las preocupaciones con Paige, la niña no ha encajado bien el golpe. Sus padres andan de pies juntillas con ella, es como un cervatillo al que no asustar para que no huya, o en este caso no los delate.

Es una payasa que no me cae bien, lo que habla muy bien de la actriz Holly Taylor y su trabajo tan bien hecho. Hay un momento en el que Elisabeth se abre ante su hija, ya que por fin puede, y le cuenta sobre sus padres. Sobre todo le habla de su madre, que está a punto de fallecer, y de cómo eran sus vidas. Para una vez que el témpano de hielo Elisabeth se expone sentimentalmente, Paige le responde “¿cómo puedo creer nada de lo que me dices?”. Para matarla.

Si no era suficiente, Philip y Elisabeth han de lidiar con más problemas. El primero notificar a Gabriel que Paige lo sabe. Ella no sabe muchos detalles, pero el cabronazo de Gabriel está contento. Por otra parte, la madre de Elisabeth está en las últimas. Philip le pide al consejero que deje ir a Elisabeth a la Unión Soviética a despedirse de ella. Ante el “no”, se produce la enésima discusión entre ambos. No se puede ser tan macho alfa.

Durante los últimos episodios se aprecia que la distancia entre los Jennings se ha acortado. Parecen mucho más cercanos el uno con el otro, y más comprensivos. La tan temida revelación a Paige no ha hecho más que unirlos de nuevo y apartar las diferencias. Esto lo refleja muy bien la preocupación de Philip porque Elisabeth deba tirarse al manager del hotel. La vía más rápida para conseguir la llave de la habitación de los muyahidines es la bragueta del tipo.

Lo que ella no se esperaba eran las artes amatorias de este Nacho Vidal de los hoteles al que elude una vez conseguida la llave. Caliente como el palo de un churrero, Elisabeth al volver a casa, le da lo suyo a Philip, que ya dormía. Otro pobrecito que no se queja.

El antepenúltimo episodio ha dejado abiertas líneas argumentales que esperemos que cierren. Lisa y Maurice pidiéndole a Elisabeth formar parte del entramado para sacar pasta en la fábrica de Northrop, Oleg y Tatiana leyendo las escuchas en inglés del FBI, Beeman y la confirmada espía Zinaida, Yousaf y los tres muyahidines con los que la CIA se va a reunir… En definitiva, material para poder analizar los dos episodios finales que nos quedan.

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