'The Americans' 3x07 Review: Martha, sin comerlo ni beberlo

Por Israel VicenteIsrael Vicente

Bien, bien y bien. ‘The Americans’ vuelve a coger ritmo tras superar la mitad de temporada. Casualidad, seguro que no, que el ritmo tan alentador visto en ‘Walter Taffet’ se ha producido en el momento que la serie más se separa de la historia central de la temporada, Paige Jennings.

El foco de atención se desplaza hasta las oficinas del FBI, y como rezaba la letra de ‘El Príncipe de Bel Air’, sin comerlo ni beberlo, Martha se encuentra con un movidón de los que hacen historia. Una grata sorpresa en el devenir de la trama, pues su personaje estaba siendo infravalorado durante esta tanda de episodios.

Otro punto al que atender comienza desde el mismo título. Muchos nombres y datos se revelan a lo largo de la historia que le toca vivir al reparto de la serie. Walter Taffet es uno de ellos. Un tipo que, por lo visto, pondrá bastante nerviosa a Martha.

Por último, y más centrados en la acción, nuestros amigos espías llevan a cabo una misión de las que nos molan. Pelucas, nervios, coches, musicote al ritmo de la escena, y muchos detalles reveladores.

Más allá de la trama, ‘Walter Taffet’ significa el debut de Noah Emmerich (Stan Beeman) como director. No digo que sea malo, que tampoco bueno, pero es cierto que el episodio que le ha tocado dirigir es una golosina.

(¡Aviso SPOILERS! Si quieres seguir leyendo es tu problema. Luego no te quejes de haberlo leído)

El listo de la clase

Todos hemos conocido a alguien, no mintáis, que va de listo por la vida, de guay, sabelotodo, resabiao, soy lo más, y multitud de adjetivos que podría citar hasta rellenar el post por completo. En la serie lo tenemos personificado en el agente Aderholt (arriba en la foto). Por momentos dan ganas de partirle la cara, aún a sabiendas de que el tipo es bueno, cosa que también nos pasa con nuestros conocidos. Esta sensación la comparte Stan Beeman, a quien Aderholt no deja, episodio tras episodio, de rondarle cual mosca. La semana pasada le notificaba de la muerte de su compi Dave, además de suprimir la llegada de archivos secretos. Hace unas semanas era sobre la supremacía blanca e invitarle a una cerveza para que le contase batallitas. Esta semana le ha tocado del todo la fibra con la investigación de Nina. Stan, listo como él sólo, esquiva todas y cada una de las puyas con una sonrisa, pero ha colocado a Aderholt en el punto de mira.

Beeman tiene cara de perro pachón, de los que no se inmutan pero lo rumian por completo para sus adentros, y parece que no le va a aguantar muchas más al listillo. De hecho Stan se lo cuenta a Philip mientras comen pizza y beben cerveza como dos verdaderos colegas. Ambos se cuentan sus mierdas, la de Stan es ésta, ya que con su familia, y sobre todo con su hijo, va haciendo buenos progresos. Muy sentimental la conversación que Beeman mantiene con Matthew sobre su trabajo encubierto.

Por su parte Philip anda jodido con la familia, cada vez parecen más enfrentados y en diferentes bandos. Se refiere a lo visto en el “cold open” cuando se entera de que Elisabeth está avanzando con Paige y puede que un día conozca por parte de su hija que sabe quiénes son realmente. Evidentemente esa parte se la omite a Stan.

Walter Taffet

Hay veces que las cosas más tontas y nimias levantan los cimientos de una mentira construida con mucho esmero. Como un juego de fichas de dominó, colocadas una a una, las piezas han caído hasta llegar al micro puesto en el despacho del agente Gaad.

Beeman, por lo contado antes, tiene a Aderholt cruzado, éste le está comiendo la oreja a Frank Gaad en el despacho. Stan, suspicaz, va al despacho con la excusa de necesitar una firma en un documento. El boli de Gaad no tiene tinta, lo agita, suena raro, se miran entre sí. Como era de esperar el listillo de Aderholt, con un clip, cual McGyver acaba sacando el micro que cae como si fuese una losa en la mesa. Silencio. Sorpresa. Profesionalidad. Hay que actuar de la misma manera que si no lo hubieran detectado.

Si hubiese aparecido un zombie de ‘The Walking Dead’ en la oficina no habría causado tanto terror en Martha como el descubrimiento de ese pequeño dispositivo. Su miedo no es infundado, ella es la responsable y la sangre va a correr.

Los minutos posteriores son de los mejores momentos tensos que he visto en la serie. Mientras Martha está en el baño destruyendo el dispositivo de escucha sientes su miedo, como le recorre cada capilar del cuerpo. Pasado el primer susto hay que volver a actuar con normalidad. Pero cuando te estás jugando el pescuezo y están registrando toda la oficina con aparatos de radio no puedes estar muy tranquilo que se diga. El tipo con pinta de cazafantasmas hace que a Martha le dé un vuelco el corazón, y al espectador de paso también, en ese breve instante que se para en su bolso. ¡Uf! Otro bache esquivado.

Acto seguido se presenta Frank Gaad con el famoso, por el título, Walter Taffet. Esta mujer no gana para sustos en el episodio. El susodicho pertenece a la Oficina de Responsabilidad Profesional (¿lo qué?), tiene aspecto de rata de biblioteca, y básicamente va a dudar de todos y buscar al chivo expiatorio. Así sí mola, al estilo Le Carré.

Ya en casa, Martha, que está paranoica, esconde el dispositivo y saca la pistola que tenía escondida. Incluso cuando Clark/Philip aparece por casa no le huele bien la situación con ella, la nota rara, y como luego le dirá a Elisabeth, “creo que es por lo de la adopción”.

Antes hemos visto a los Jennings haciéndose pasar por una pareja feliz ante Lisa. Contrasta mucho la conexión y felicidad, aparente, que muestran siempre que actúan encubiertos, con lo que es su vida real. El tener que pasar por amantes de otros les libera bastante. Lo quieran o no, son cuernos consentidos, y algo tiene que joder en el fondo. Pese a eso demuestran ser un matrimonio unido, y como pasa en todos y cada uno de ellos, después se perdonan. Elisabeth por su parte le pide perdón a Philip por haber adelantado los acontecimientos con su hija. Él le revela que tiene un hijo de 20 años combatiendo como paracaidista en Afganistán.

Pescando entre universitarios

Desde el anterior episodio, en el que Hans hablaba de los estudiantes que se reunían en mítines anti-apartheid, se está gestando una nueva subtrama. Todd, el estudiante al que siguió Hans, y al que Elisabeth cazó reuniéndose con Eugene Venter, agente de la Inteligencia Sudafricana, va a convertirse en parte del cebo para atrapar a este último.

Al inicio del episodio hemos visto a Hans y Elisabeth observando como Todd se reunía con Reuben Ncgobo, enviado de Moscú como cebo para pillar a Venter. Ncgobo es del Congreso Africano de entrenamiento, y Venter no va a perder la oportunidad de acabar con él una vez sepa que está en EEUU.

Como cierre de episodio, redondo en su estructura, la caza de Venter se produce al final, convirtiéndose en un “cliffhanger” de casi 4 minutos. Todos están en sus puestos preparados para entrar en acción. ¡Peluca Time! Hans en el coche para dar el aviso con el claxon, “sólo dos toques pequeños y te vas”, le dijo Elisabeth. Ella en la furgoneta aguardando a la aparición de Venter. Y Philip, vestido casi como Henry, dentro de la cafetería controlando a Todd y Reuben Ncgobo. Suena ‘The Chain’ de Fleetwood Mac.

Tras dos pasadas del coche de Venter, se baja en dirección a la cafetería. Philip sale a su paso y comienzan a forcejear en medio de la calle. Por su parte Elisabeth, tras cargarse de un tiro a una chica que levantaba sospechas, va con la furgo a su encuentro. Philip arroja a Venter contra la camioneta y, tras recogerlo del suelo, lo mete dentro. Ncgobo se lleva a Todd y también acaban dentro de la furgoneta. Todos juntos, con la misión hecha, se piran quemando rueda. ¿Que qué ha hecho Hans durante todo el tiempo? Tocar el claxon como una loca. Chico, esto no es lo tuyo, déjaselo a los profesionales.

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