Crónica/ Crítica Vertele

'Big Little Lies', final de la temporada 2: oro, plata y bronce para el cierre de sus tramas

Así terminó 'Big Little Lies', con medallas de oro, plata y bronce para el cierre de sus tramas

Laura García Higueras

Aunque empañado por la polémica acerca del remontaje a espaldas de la directora de la temporada Arnea Arnold, el final de la segunda tanda de episodios de Big Little Lies ha llegado a tiempo para brindar un desenlace a la altura de la continuación. Superado el debate sobre si los siete nuevos capítulos deberían haber existido y abrazando las nuevas tramas propuestas, así es como han cerrado los conflictos a los que las “cinco de Monterrey” han tenido que enfrentarse, sobresaliendo el juicio por la custodia de Josh y Max, huérfanos de padre desde que Perry fuera empujado escaleras abajo en el colofón de la primera temporada. Un auténtico duelo entre Nicole Kidman y Meryl Streep como nuera y suegra luchando por quedarse con los pequeños.

Streep ha sido sin duda uno de los grandes atractivos de la nueva tanda. Como madre que acaba de perder a su hijo sin creerse del todo que fuera por accidente, sospecha de las cinco amigas y consigue ponerlas contra las cuerdas, aunque en especial a Celeste y Jane, las dos mujeres de las que su retoño abusó. En el citado juicio, el personaje de Kidman es quien finalmente consigue quedarse con la custodia, después de aguantar los embistes del abogado de Mary Louise, los de su propia suegra y ser señalada por haber sido maltratada, puesta en duda y en parte humillada.

Pero sale victoriosa de una causa en la que además se permite después de dos tandas de capítulos verla ejercer como abogada -la profesión de la que su exmarido la alejó- siendo muy buena en ello y logrando convencer ella misma a la jueza de que está en plena facultad para ejercer de madre.

Mary Louise, por su parte, decide marcharse del pueblo aunque antes se le permite dar un abrazo a los pequeños. En su testificación, Celeste hace revelar a su suegra que cuando era más joven, Perry perdió a su hermano siendo tan solo un niño en un accidente de coche que ella conducía.

Siendo su posible peligro en la carretera uno de los motivos alegados por el personaje de Streep para hacerse con la custodia, su argumento se le acaba así volviendo en contra, además de un vídeo que el de Kidman encuentra en la tablet. Una pieza grabada por sus hijos mientras el fallecido la pegaba y zarandeaba por el salón de su casa. Celeste concluye borrando las grabaciones con las que ha estado recordando su vida durante la temporada con cierto toque adictivo, aunque todavía le queda por delante superar su comportamiento autodestructivo.

Un nuevo final abierto (o no)

El otro gran conflicto que ha mantenido en vilo a los seguidores de la serie ha sido comprobar si finalmente Madeline, Celeste, Jane, Renata y Bonnie acudirían a la Policía a confesar lo que realmente ocurrió la noche en la que Perry murió. La mentira que ha estado ahogando sus conciencias y que cada una ha gestionado como ha podido. Pero sí, finalmente acuden, juntas, sin contar al espectador el resultado de su confesión.

Un final abierto que puede que - para alegría de muchos fans- no dé lugar a una tercera temporada, y con el que permitan que cada uno desde su sofá decidamos qué resultado tendría. Sin embargo, hay algo que choca en la lectura que se hace del tema. “La mentira es la amistad”, le dice Celeste a Madeline antes de decidir ir a comisaría, como si haber sido partícipes de la muerte es lo que les hubiera mantenido cuidando a las unas de las otras, cuando realmente su conjunción nació por una cuestión de supervivencia que llevó a evitar que un hombre maltratador terminara con la vida de su mujer.

Una maqueta destrozada y un matrimonio ¿salvado?

Del resto de personajes, el segundo mejor desenlace lo firma Renata que, estando acostumbrada a ser rica, poder gastar ingentes cantidades de dinero en las fiestas de cumpleaños de su hija, de repente tiene que venderlo todo porque su marido, que además la engañaba con la niñera que tenían interna, les ha llevado a la bancarrota. La protagonista a la que encarna Laura Dern comenzaba la tanda de capítulos celebrando ser incluida en el número de una prestigiosa revista como una de las “mujeres del año”, ve como todo se desploma sin haber tenido nada que ver.

Gordon (Jeffrey Nordling) por su parte, poco hace por velar por la tranquilidad o recuperar lo perdido, y sin embargo tiene la suerte de poder conservar su “sala de juguetes” con vitrinas con objetos de coleccionista y una maqueta de tren gigante. La circunstancia hace que Renata termine por estallar y, bate de béisbol en mano, destroza todas sus pertenencias y decide poner fin a su matrimonio. Un desenlace en consonancia con el arco desarrollado durante la temporada, en el que ha sido llevada al límite y del que se intuye logrará sobreponerse junto a su hija.

Final aparentemente más feliz tiene Madeline. El personaje de Reese Witherpoon recibe el premio a haber sido paciente desde que Ed (Adam Scott) descubre que se acostó con otro hombre. Él, por su parte, ha tratado de volver a confiar en ella pero está muy enfadado. Además, Madeline está al tiempo lidiando con la culpa por lo sucedido y la situación en torno al caso de Perry.

Una noche en la que decide vestirse con el vestido de novia y se pone a todo volumen una canción que Ed eligió para su boda, parece avivar la chispa que necesitan para recuperar su relación, y es precisamente esa escena la que le lleva a él a proponerle que renueven sus votos. Pero no como un punto y seguido, si no como un nuevo comienzo. Junto a sus dos hijas celebran una nueva ceremonia privada en el jardín de casa que augura una nueva oportunidad de seguir adelante.

Dos desenlaces apagados

Ahondar en si termina el horror con la muerte de tu maltratador ha sido uno de los aspectos más llamativos de las tramas, ya que podía parecer que aún desaparecido todos los problemas y traumas iban a desaparecer. Pero no. Jane no había vuelto a tener relaciones sentimentales ni sexuales con hombres desde que fue violada. En esta nueva tanda conoce a un compañero de trabajo que le gusta y con el que intenta iniciar una historia.

Los fantasmas del pasado le acechan y le cuesta mucho abrirse, perder el miedo, pero Corey (Douglas Smith) parece decidido a esperar el tiempo que ella necesite. Aun así, es el pequeño Ziggy (Iain Armitage) quien parece convencerla de que le de una oportunidad después de haberle alejado de ella. Le dije que tenía otra cara cuando quedaba con él, que la veía más contenta, y Jane concluye besándose y pidiéndole perdón.

Eso sí, el argumento menos convincente de la temporada se lo queda el personaje de Bonnie (Zoë Kravitz). Si en la primera temporada se la veía una mujer decidida, que veía más allá de la materialidad, llena de vitalidad, empática y tranquila, aquí es quien más parece estar desbordada por la mentira. Más de una vez la vemos dudar entre si acudir a la Policía o no sola (antes de en el desenlace convocar a todo el grupo), y la llegada de su madre termina por desestabilizarla. Se descubre que fue maltratada de pequeña y que su progenitora tiene una especie de poder como vidente. ¿Hacía falta algo más místico para dejar claro que Bonnie no está pasando por un buen momento? ¿Es necesario que todos los personajes hayan pasado por una situación tan dramática para justificar sus acciones?

Después de despistar al espectador al tiempo que imagina si acabar con la agonía de su madre en el hospital, que había sido ingresada tras sufrir un derrame cerebral, resulta que en el desenlace de la temporada, de quien se “libera” es de su pareja. Le dice que piensa que nunca le ha querido, tan solo minutos después de que su madre finalmente fallezca. En ningún momento se le ve dudar de sus relación sentimental en los episodios anteriores, pero es marchándose de su casa dejando allí a también a su padre y a su hija, como concluye el último episodio, antes de ir a comisaría.

Big Little Lies termina así en alza, poniendo broches de oro, plata y bronce al desarrollo de sus personajes, pero fiel a lo que atrapó de la primera temporada: su unión y sororidad. El nivel interpretativo del plantel de actrices, liderado por Kidman y Streep, se mantiene como su gran punto fuerte, además de continuar mostrando a madres que no son perfectas y que tratan de aceptarlo. El maltrato, la violación, la maternidad y la educación se erigen una vez más como sus pilares en una tanda de episodios que habría ganado más si se hubiera alejado de los intentos de dotarla de tono de thriller, ya que aquí no había el misterio sobre un asesinato que resolver. La historia que se estaba contando era otra, y remonta a tiempo para no perderla de vista.

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