Crítica Vertele

La España vaciada llega a 'El Pueblo': un LQSA al aire libre con menos parodia y más ternura

Ingrid García Rubio y Santi Millán, en 'El Pueblo'

Laura García Higueras

“Huimos del postureo actual de hacer algo cuanto más raro mejor. Queremos hacer series que le gusten a la gente”. Con esta firmeza defendía en la presentación de 'El Pueblo' Alberto Caballero, creador también de La que se avecina, el estilo y naturaleza de sus ficciones. La recepción de la segunda le da la razón. El pasado mes de abril regresaba al prime time con el estreno de su undécima temporada al tiempo que ya rueda su duodécima. Su último dato, recogido este miércoles, fue de un 19,6% de share, tras cosechar un 22.6% en su estreno y un 18.8% en su segunda semana.

¿Y qué es lo que le gusta al público, según el artífice de la producción que emitirá en primicia Amazon Prime Video a partir del 14 de mayo? A juzgar por lo mostrado en su primer episodio: personajes reconocibles que recogen un abanico de personalidades y actitudes con los que es difícil no sentirse identificado; tomar la comedia como bandera para retratar la realidad y repartos corales.

Además, si en LQSA se utiliza Mirador de Montepinar como localización principal, aquí los protagonistas están “encerrados” en un pueblo que en un inicio piensan que está abandonado, Peñafría.

Primer teaser de El pueblo, la nueva comedia de los creadores de LQSA para Telecinco 360

El pequeño municipio de Soria provoca que los personajes se conviertan en “peces fuera del agua”. Entorno que, en gran parte, justifica sus comportamientos llevados al límite. Sus acciones despiertan risas nerviosas y empatía por su torpeza.

Desmedidas reacciones, su desesperación y algún que otro chiste y broma de más que, situado en contexto, pueden perdonarse sus, en ocasiones, alta dosis de estereotipos entre los que abundan los machistas.

Urbanitas sacados de contexto

¿Qué lleva al variopinto grupo al que interpretan Santi Millán, Ingrid Rubio, Ruth Díaz, Carlos Areces y María Hervás a abandonar su vida en la ciudad? Un anuncio que promete “una casa y una nueva vida alejada del mundanal ruido”. Lo promueven los líderes hippies del conjunto, que tienen por objetivo constituir una ecoaldea sostenible y colaborativa.

Por supuesto, no todos deciden dejarlo todo por mudarse a Peñafría por su preocupación por el medioambiente. La pareja formada por Areces y Hervás, esta última en un registro totalmente opuesto al de su papel como víctima de la Manada en la obra de teatro Jauría, acuden huyendo tras haber sido salpicados por la trama Gürtel.

Díaz marcha con su hija, a la que da vida Elisa Drabben, porque acaba de ser desahuciada. La pareja de amigos la encarna Daniel Pérez Prada y Raúl Fernández. El segundo, en plena crisis existencial, decide romper con todo y atrasar su boda con su “novia perfecta”. De ésta última, apenas se cuenta nada más allá de lo bonitos que tiene los pechos y cuando aparece en pantalla despierta de todo menos simpatía.

Blanca Rodríguez y Jairo Sánchez son madre e hijo. La primera oculta una grave enfermedad, mientras que el segundo es un treinteañero hipster y eterno estudiante de una oposición. Por último está el rockero al que representa Felipe Vélez, que necesita encontrar inspiración para recuperar su éxito tras haber recaído en las drogas.

Así, de forma colateral a través de sus historias, se tratan temas de actualidad como la corrupción, los desahucios, el estrés permanente que parece vertebrar la sociedad del siglo XXI, la dependencia, la burbuja inmobiliaria o la España vaciada. Asuntos que no se abordan desde una perspectiva crítica, si no que se incluyen en sus guiones como mero reflejo y retrato de nuestro país.

Una seña de identidad que, alejada de la parodia más marcada de La que se avecina, aquí deja más espacio para la ternura, dando la oportunidad de “querer” a los personajes desde otro punto, entenderles y odiarles a partes relativamente iguales. Aquí, además de verse reconocido en las disparatadas situaciones con las que puedan toparse cada uno, el espectador va a poder identificarse en mayor medida con rasgos de sus personalidades.

Eso sí, dentro de todos estos personajes, los hay que prometen más que otros. Tramas que parecen más depuradas y que invitan a esperar con impaciencia ver el siguiente capítulo. Entre ellas, saber qué le depara a la madre desahuciada, que quiere montar un huerto para ganar dinero y sacar adelante a su hija; y a la otra progenitora que oculta una enfermedad y que auguramos entablará amistad con la única mujer del pueblo.

Para ella, la llegada de los urbanitas promete abrirle los ojos a una nueva forma de verse a ella misma y a la vida, conocer conceptos como el feminismo o el patriarcado, que le llevarán a plantearse que, por qué no, no debe ser la que siempre se encargue de que su marido tenga un plato caliente en la mesa.

Aunque, por supuesto, el posicionado en lo más alto del ranking de carisma es el corrupto de Carlos Areces. Un hombre avaricioso que, aun habiéndose arruinado, ve en el pueblo una oportunidad para volver a comprar terrenos, construir viviendas y aprovecharse todo lo que pueda de sus compañeros de viaje y los que allí se encuentran.

Aunque aquí, como novedad -e imaginamos que para algunos como premio- podrán ver la temporada de una tirada. El estreno en primicia en Amazon permitirá el visionado continuo e ininterrumpido de sus ocho capítulos. Habrá que ver si el tipo de público más cercano a las plataformas se sentará y estrechará lazos con El Pueblo, o si será en su estreno en Telecinco, previsto para “el año que viene”, el que la haga despuntar de forma definitiva. Por lo pronto, dentro de dos meses, elenco y equipo técnico regresarán a Soria a rodar la segunda temporada.

Acercamiento a los pueblos

La España rural no goza de un alto nivel de protagonismo en la ficción española. Por lo que como novedad y atractivo de la serie está su emplazamiento en el corazón de Castilla y León, mostrando los encantos de la región. Pero también a sus habitantes, los que siguen manteniendo a flote, aunque en la sombra, el sector primario de nuestro país. Aquí conforman un reducido grupo a quienes conocemos en un funeral. Cada muerte es un hecho dramático, porque supone perder un alto porcentaje de su escueta población.

Quedan cinco lugareños contando al alcalde (Ángel Jodrá), la madre del alcalde (Silvia Casanova), el pastor (Javier Losán), el cazador (Vicente Gil) y su mujer (Empar Ferrer). Y no todos recibirán del mismo modo la visita/invasión de los nuevos vecinos. Aun así, terminan por abrir sus puertas, con mayor o menor grado de hospitalidad, para dar entrada al choque entre lo rural y lo urbano como conflicto y germen de comedia, y a la vez entrañable.

Las “otras” Españas entran en acción y, por lo pronto, su retrato cuenta con el mismo tono que el de los urbanitas. Ambos son contados bajo el mismo prisma, aunque quizás un punto de más de profundidad le vendría mejor.

Con mayor o menor torpeza, astucia, fortaleza o carácter. De entrada, los personajes no parecen tener maldad en sus acciones. Cada uno llega con una mochila y tras salir de su particular burbuja para encontrarse con una realidad que hasta entonces les era ajena, pero de la que van a poder aprender y beneficiarse, aunque sea de forma disparatada. En 'El Pueblo', un espacio que, como definen quienes han decido desarrollar la iniciativa sostenible, quieren que sea “un lugar en el que la gente tenga derecho a equivocarse”.

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