Crítica Vertele: ¡aviso Spoilers!

“Sex education”, porque nadie nace sabiendo masturbarse (y no pasa nada)

"Sex education"

Laura García Higueras

“¿Lo acabas de fingir?”, pregunta una joven al chico con el que se acaba de acostar. “No seas estúpida”, le contesta, pero ella no le cree y le obliga a que le enseñe el preservativo. Está vacío.

Las dificultades para eyacular, la inseguridad que genera la “primera vez”, la presión ejercida por las expectativas que “hay que cumplir” o el miedo al ser visto desnudo son sólo algunos de los problemas a los que se enfrentan los protagonistas de Sex Education, la nueva serie británica de Netflix.

El inicio de la ficción creada por Laurie Nunn es una declaración de intenciones, y un anticipo de las tramas en torno a las que gira. Más tarde se descubrirá que quien tiene dificultad para llegar al orgasmo es el matón del colegio e hijo de su estricto director. La producción, como su propio título indica, gira en torno al sexo.

Concretamente, en la forma en que los estudiantes de instituto se relacionan con él y cómo sus dudas serán aquí resueltas por uno de sus compañeros, cuya madre es sexóloga. Siguiendo su ejemplo, y convencido por una amiga que necesita ganar dinero, decide imitarla y ejercer de especialista en los descansos entre clases.

Sus ocho capítulos de 50 minutos están disponibles en la plataforma desde este viernes 11 de enero.

Asa Butterfield, el niño de Hugo de Martin Scorsese, ha crecido (como hemos visto en otra películas posteriores). Aquí interpreta a Otis Thompson, un adolescente virgen que no ha sido capaz de masturbarse con éxito.

El protagonista es otro de los alumnos del centro, en el que no goza de popularidad, aunque sí tiene un mejor amigo que le acompaña en su día a día, Eric. Le interpreta Ncuti Gatwa, es homosexual, toca el trombón y se divierte maquillándose y vistiéndose con ropa de mujer a escondidas.

Ambos comparten la suposición de que los dos últimos años de instituto “tienen que ser los mejores de nuestras vidas”, pero también de los más complicados. Netflix vuelve a dirigirse al target de otras de sus producciones como Élite o ÉlitePor trece razones. En Sex Education se adentra en el día a día de los estudiantes de un instituto a los que acechan las dudas y los vaivenes propios del despertar sexual, acompañado de la falta y necesidad de información sobre cómo gestionarlo y vivirlo.

La inevitable influencia de las situaciones familiares

“Me he dado cuenta de que finges que te masturbas, y me preguntaba si querrías hablar de ello”. Jean Milburn es la madre de Otis, una sexóloga a la que da vida la actriz Gillian Anderson, la Scully de Expediente X “El sexo puede destruir vidas”, alerta a su hijo antes de saber que éste seguirá sus pasos y se convertirá en el terapeuta del colegio.

Le convence para ello su nueva amiga / la chica que le gusta, Maeve (Emma Mackey). La alumna lleva una vida complicada, su madre es drogadicta y vive sola en una caravana. Mantiene relaciones sexuales de forma frecuente, y se queda embarazada. Con ella, la serie pone sobre la palestra otro tema de actualidad como es el aborto y el derecho a ejercerlo.

Los personajes conviven con la contradicción, las dudas y el miedo. Se da visibilidad a la vulnerabilidad y a las consecuencias de la constante presión que acompaña esta etapa de la vida, en la que los errores dan miedo enfermizo por ser experimentados como auténticos fracasos.

Hay respeto por sus dilemas y se trata con naturalidad situaciones cotidianas como la voluntad por querer apagar la luz a la hora de mantener relaciones sexuales, porque “odio mi cuerpo”. Nada menos que la proyección de una vergüenza que tienen que ver con el autoestima.

Igualmente se muestra que saber masturbar y masturbarse no es algo innato, sino que se aprende. Por ello, está bien informarse, igualmente para conocer los órganos genitales. Y más allá del porno, dando cabida a una educación sexual que pase por un dibujo de una vagina en la que hay que situar sus diferentes partes como actividad del colegio.

“Pensé que era por mi culpa”

Las expectativas y la obligación de cumplirlas a la primera, actúan como objeto paralizante a la hora de disfrutar y desenvolverse en todo lo relacionado con el sexo. “Me encantaría ser un niño normal, con un pene normal y un padre normal”, afirma el matón en un momento de debilidad, en el que decide tomarse tres pastillas de viagra para ver si su pene, por fin, eyacula.

Él será el primer “paciente” de Otis, que logrará hacerle entender que debe sentirse “orgulloso” de su miembro. No será el único que atienda a las palabras del hijo de la sexóloga, habrá quienes asistan a sus sesiones para que los demás “piensen que tengo relaciones sexuales. No hace falta que hables”.

Las conversaciones y encuentros de los personajes de la ficción de Netflix, dejan ver que los conflictos relacionados con los actos sexuales no surgen por cuestiones de técnica, sino por las emociones que subyacen.

Allí es donde resplandecen todos los temores, fantasmas y responsabilidades aprehendidas. “Pensé que era por mi culpa”, le reconoce la chica que en la primera escena veía como su novio fingía un orgasmo. El sentimiento de culpabilidad, la intrínseca asunción de que “algo habré hecho mal” -sobre todo en el caso de las mujeres- si ocurre algún contratiempo o algo no sale bien se convierte en una inyección de carga y presión. Una mochila que día a día crece, y que se va llenando desde niños, con la educación recibida (sexual y exenta de sexo), la modulación de la personalidad y las experiencias adquiridas, incluidas las traumáticas.

Aunque no siempre las influencias son malas, Sex Education no es una crítica en este sentido. Seguramente para muchos adolescentes se convertirá en una fuente de información sobre sexo, para sus padres una vía para conocer los temas que les preocupan.

Eso sí, como ocurriera en la reciente Élite, de nuevo vemos como laboratorios, clases y cuartos de baño se convierten en lugares abiertos a las relaciones sexuales en los colegios, como si lo más habitual fuera que si estás en horario escolar y un día te equivocas de aula te encuentres a dos compañeros en plena faena. Aunque ese sería otro análisis.

De momento, nos quedamos con esta producción en la que también hay cabida para el rechazo a la homosexualidad. “La homofobia pasó de moda en 2008”, afirma uno de los populares del colegio al matón que insulta por su orientación sexual a Eric. Y espacio para la idealización propia de la adolescencia.

¿Quién no ha soñado con cómo será su primera vez, la persona con la que será o la hora del día en la que tendrá lugar? “Si además es con alguien que te gusta, os fundiréis en uno, como dicen las Spice Girls”. Así se lo imagina el mejor amigo del protagonista, mientras contemplamos que no tiene por qué, y que no está necesariamente mal.

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