Crítica Vertele (sin spoilers)

Dark, el pueblo donde se encuentran el thriller de hoy y la ciencia ficción de ayer

‘Dark’, el pueblo donde se encuentran el thriller de hoy y la ciencia ficción de ayer

Francesc Miró

La segunda década de este milenio está siendo, casi sin darnos cuenta, una pequeña edad de oro para el thriller europeo. Son tantos los ejemplos de series de una calidad que han jugado con los límites y nuevas expresiones del género que es difícil quedarse con unas pocas. Es el caso de Bron (El puente), cuya deconstrucción de la caza de un asesino en un puente que une Suecia y Dinamarca, se convertía en una opera de personajes afiladísima. Tres cuartos de lo mismo pasaba con Borgen, tramas políticas a ritmo de endiabladas réplicas y contra réplicas que le valió el discutible título de House of Cards danesa. Del mismo país era The Legacy (Arvingerne), que utilizaba la premisa del drama por herencias familiares para desplegar todo un armamento de recursos estilísticos propios del mejor cine negro. Y todo sin olvidarnos de productos más comerciales como Follow the money (Bedrag) o Milennium -con la que, en parte, empezó el boom del lo que hoy llamamos thriller nórdico-.

En este panorama, Alemania ha ofrecido títulos interesantes como Babylon Berlin, drama criminal situado en la capital alemana en 1929 con un pirotécnico Tom Tykwer -director de El Perfume, historia de un asesino o Corre, Lola, Corre - detrás de las cámaras. También el curioso caso de Deutschland 83, la primera serie rodada en lengua alemana emitida por una cadena estadounidense.

Con sus más o sus menos, el thriller europeo de la última década ha coqueteado con un lenguaje audiovisual influenciado por las series de éxito norteamericanas. Pero en los casos más destacados, aún parecía no haber abrazado abiertamente elementos de fantasía o ciencia ficción. Ambas características convierten Dark, la primera serie de Netflix producida íntegramente en el país germano, en una rareza estimulante.

La pregunta no es cómo, sino cuándo

En 2019, en un pequeñísimo pueblo alemán en el que nunca pasa nada, desaparece misteriosamente un adolescente. Se trata de una villa pacífica situada a los pies de una central nuclear en el que una desaparición puede causar el pánico colectivo. Una noche, sus amigos van hasta el bosque en el que se le vio por última vez en busca de una bolsa de drogas con las que sacarse un dinero extra. Allí vuelve a desaparecer otra persona, esta vez un niño de doce años llamado Mikkel.

Durante la búsqueda de ambos, se descubre un cadáver que no relacionado con los acontecimientos actuales. Todo aparenta estar vinculado con unas desapariciones que tuvieron lugar en la localidad en 1986, año en el que, casualidad o no, el reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil provocó una de las mayores catástrofes medioambientales de la historia.

Por enrevesada que parezca su premisa, Dark se plantea como un puzle cuyas piezas no tienen sentido ni se comprenden por sí solas. Requiere de paciencia pues en sus primeros compases, más que confuso, todo resulta absolutamente incomprensible. Pero a medida que las diferentes líneas temporales de sus tramas van confluyendo, el camino hacia la oscuridad se ve recompensado por una historia de sagas familiares llena de intriga y melodrama.

Desde el primer minuto, una voz en off nos avisa que considerar que el tiempo es lineal, que avanza de forma constante y uniforme, es una ilusión. Un autoengaño para creer que existe alguna diferencia entre pasado, presente y futuro. Pero para los creadores de Dark, el ayer, hoy y mañana no se suceden sino que más bien se conectan en un círculo vicioso. Por eso, desapariciones pasadas y presentes desvelan secretos eternos, que no pertenecen a una época sino a una persona o una ciudad. Silencios que no entienden de tiempo y espacio.

Así las cosas, es fácil verle las costuras internas a su narrativa, que incurre en sinsentidos narrativos difíciles de solucionar. Pero si nos olvidamos de lo racional y entendemos que en Dark las cosas no tienen por qué tener un sentido sino una finalidad, veremos en su trama una especie de versión alucinada de la olvidadísima Caso Abierto.

Todo se nos muestra, sin darnos cuenta, desde un episodio piloto tan misterioso como ágil. En una escena del mismo, uno de los chavales protagonistas y fan confeso de Houdini le muestra a su padre sus habilidades. Cómo si hubiese sido trilero toda la vida, hace desaparecer una figurita en un vaso y aparecerla en otro. Entonces su padre le pregunta “¿Cómo lo has hecho?”, a lo que el chaval responde “La pregunta no es cómo, sino cuándo”. Así, Dark se define a ella misma: no busques una explicación a sus hechos, busca la conexión entre ellos.

Un thriller actual en su forma pero no en su fondo

Lo más sorprendente de Dark no es su trama. De viajes en el tiempo hemos visto muchos en la televisión contemporánea, desde Lost a Héroes pasando por Outlander o la reciente Future Man. Todos ellos títulos que no han revolucionado la narrativa clásica de los saltos espaciotemporales y sus consecuencias, a honrosa excepción las descacharrantes aventuras del Doctor Who. Es decir, no hay en Dark voluntad de innovación ni ruptura pura en su concepción fantástica.

Lo que sí que hay es un profundo conocimiento de las mecánicas visuales del thriller moderno. Su estilizada oscuridad no respira nostalgia, bebe de nuevas miradas del cine negro cuyos antecedentes se pueden rastrear tanto en las habitaciones oscuras de Red Riding o la concepción rural del secreto de Southcliffe. Ambas series británicas sin las cuales el thriller seriado europeo no será lo que es.

Sin embargo, su creador, Baran bo Odar, no las cita como inspiración formal. Sus referencias van más lejos y apuntan más alto. Tal y como contaba durante la presentación de la serie en el festival de Toronto, el suizo dice haberse sentido influenciado por el mejor cine surcoreano contemporáneo. No en vano, cita como referentes ineludibles la The Host de Bong Joon Ho y la eterna Oldboy de Park Chan-wook. Aunque también se dejan ver la opresiva puesta en escena de Memories of a murder, The Chaser o Encontré al diablo. Además de una banda sonora que recuerda constantemente al último adalid de las música cinéfila: Jóhann Jóhannsson.

Pero no solo en concepción visual y sonora se encuentra su afán por reivindicarse hija de su tiempo. Dark es actual en lo dramático y se construye a base de golpes de efecto, deudora del cliffhanger continuo de muchas series actuales como 24, The Walking Dead o Juego de Tronos. Todo favorece que algunos de sus episodios se vean como una colección asfixiante de escenas climáticas con las que parece que todo va a acabar... pero no, porque en Dark el discurrir del tiempo es una ilusión.

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