Crítica
'Ley y orden: Unidad de Víctimas Especiales', 21 temporadas de “hermana, yo sí te creo”

El reparto de 'Ley y Orden: Unidad de Víctimas Especiales' en su temporada 21

Carmen López

A finales de 2019, el colectivo feminista de Chile Lastesis representó una performance en contra de la violación de los derechos de las mujeres que hizo se hizo viral. La frase “y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía. El violador eres tú” se convirtió en un lema que recorrió el mundo porque la credibilidad de la víctima de una agresión sexual aún sigue poniéndose en entredicho en demasiadas ocasiones.

Curiosamente, hace muchos años que una serie de ficción estadounidense -sí, ese país que gobierna Donald Trump- pone en práctica el grito de las chilenas. Se trata de Ley y orden: Unidad de Víctimas Especiales, uno de los muchos spin-offs de la súper exitosa Ley y orden de Dick Wolf, que se estrenó el 20 de septiembre de 1999 y que ya va por su 21 temporada.

Se ha convertido en la serie televisiva en ‘prime time’ más longeva de Estados Unidos (sin ser de animación: ahí la palma se la llevan Los Simpson). De hecho, ha superado a su “madre”, que se terminó en 2010 después de dos décadas en antena. Por su plató han pasado grandes estrellas de la gran pantalla como Sharon Stone, Whoopi Goldberg, Zoe Saldana, John Stamos, Alec Baldwin, Bradley Cooper o Robin Williams.

Al principio de cada episodio se explica perfectamente de qué va, para que no haya sorpresas. “En el departamento de justicia penal los delitos sexuales están considerados como algo especialmente atroz. En Nueva York los agentes de policía que investigan estos abyectos crímenes forman parte de una brigada de élite denominada unidad de víctimas de crímenes especiales. Estas son algunas de las historias con las que se encuentran”. Como suena en su inolvidable e impertérrita cabecera: ¡Chan chan! (o DUN DUN, según su perfil de Twitter oficial).

Reconstrucción de los hechos

Dick Wolf se obsesionó con el caso de Robert Chambers, apodado como el ‘asesino pijo’, que mató a su novia Jennifer Levin en Central Park en 1986. Fue un suceso muy mediático: además de servir de inspiración para canciones como Eliminator Jr. de Sonic Youth o Jenny Was a Friend of Mine de The Killers también valió como base de un capítulo de Ley y Orden. Pero el creador se quedó con ganas de desarrollar una ficción centrada en ese tipo de crímenes y de ahí salió la serie derivada.

A lo largo de sus más de más de 400 capítulos, los protagonistas han ido variando excepto la detective Olivia Benson, interpretada por Mariska Hargitay. La actriz (descendiente de los intérpretes Jayne Mansfield y Mickey Hargitay) es también productora ejecutiva de la serie y en 2004 fundó la organización sin ánimo de lucro Joyful Heart Foundation, que presta apoyo a víctimas de abusos y violencia sexual.

Benson es hija de una violación -se cuenta en el primer episodio- dedica su vida a resolver crímenes relacionados con agresiones sexuales, pedofilia y demás delitos de tal índole. Durante 12 temporadas tiene a su lado a Elliot Stabler (Christopher Meloni), un padre de familia muy implicado tanto con su vida profesional como personal aunque con ciertos problemillas de control de la ira. Después, sus acompañantes van cambiando menos el detective Fin Tutuola (el rapero Ice-T), que se incorporó en la segunda temporada y aún sigue en plantilla.

Algunos capítulos de Ley y orden: Unidad de Víctimas Especiales plasman en la ficción escándalos de famosos tan reconocibles como los del fotógrafo Terry Richardson, Strauss-Kahn o Harvey Weinstein (pancartas con el #Metoo incluídas) y crímenes de odio misógino como el de los incel. La aparición de violaciones en grupo como la de La Manada o el abuso a una participante en un reality show similar al de Gran Hermano destapado recientemente demuestra que los hechos reales en los que se basa pueden ser globales.

Se supone que el personaje de Olivia Benson está inspirado en Linda Fairstein, que fue la responsable de la Unidad de Víctimas Especiales en la vida real durante 30 años. Según la columna que firmó en el medio USA Today en 2018, Wolf la llamó al empezar la serie para asesorar a sus protagonistas.

Fue el comienzo de una bonita amistad entre las actrices y la después reconvertida en novelista de éxito. Al menos, hasta que salieron a la luz acusaciones como el haber ayudado al propio Weinstein en su caso o su dudosa actuación en el juicio a los ‘Los cinco de Central Park’, que ahora se ha pasado a pantalla en la serie Así nos ven de Netflix.

El por qué de su importancia

Lo más reseñable de la serie es el tratamiento que se les da a las víctimas: “la culpa no es tuya”, “nada de lo que hayas hecho te hizo merecer la agresión”, “nadie tiene derecho a hacerte esto”, “es normal que te sientas así”. Si bien es cierto que algunos de los personajes secundarios pueden dudar en ocasiones de las agredidas o agredidos, Benson nunca abandona y sigue indagando hasta llegar a la verdad. De ahí los vertiginosos giros de guión que enganchan irremediablemente al espectador.

La diversidad racial y religiosa -y sobre todo la manera de representarla- es otro punto a destacar. Desde el principio, aunque va acentuándose con el tiempo, los protagonistas y secundarios tienen diferentes ascendencias y creencias. Hay afroamericanos, judíos, asiáticos, católicos practicantes, latinos o ateos. Ninguno atiende a ningún cliché y los cargos de responsabilidad no solo están representados por los blancos. Hoy hay nuevas ficciones que no se acercan ni por casualidad a un elenco tan inclusivo o, al menos, de manera tan natural.

Cómo no, tiene perspectiva de género. La protagonista, Olivia Benson, es una mujer soltera e independiente que se dedica a su trabajo como cualquier otro policía. Está rodeada de mujeres con puestos de responsabilidad como detectives, fiscales, juezas o doctoras y no hay líos amorosos -¡milagro!- que interfieran en su trabajo. No es necesario someter la serie al test de Bechdel: de las únicas relaciones de las que se habla en profundidad son de las que acaban en el hospital o en la morgue.

Tampoco intenta dejar a los personajes como héroes (de hecho, el abuso policial también se pone sobre la mesa) sino como meros trabajadores. Sus vidas personales sirven para ponerles en contexto y que el espectador entienda el por qué de muchas de sus acciones. Su pasado familiar, los traumas, las adicciones o los problemas de gestión de las emociones influyen a la hora de tomar decisiones en el trabajo como le pasaría a cualquier persona.

No solo es llamativa porque se trata de una ficción que comenzó hace dos décadas, lo que ya la hace pionera en la manera de manejar estos temas. También hay que observar que es una serie que se emite en un canal televisivo gratuito (NBC en Estados Unidos). En España se emite en abierto a través de Atreseries, si bien es Calle 13, en el universo de pago, la responsable de traer a nuestro país la ficción con escasa diferencia respecto al ritmo de estreno en América.

La televisión generalista sigue siendo más accesible para el público. Los mensajes que se lanzan en abierto llegan a espectadores de estratos sociales mucho más diversos. La periodista Mariona Cubells señalaba dicho comportamiento en Twitter hace días: “Pues anoche, 4.227.000 espectadores vieron ficción nacional en abierto: una comedia en Tele 5 (El pueblo) y un drama (Néboa) en TVE. En la tele generalista. En la pública y en la privada. Me gusta ese dato, por todos los que siguen apostando por este modelo…”

Se les da mucha relevancia social a las ficciones de las grandes plataformas de streaming, pero en realidad están dirigidas a un público muy concreto. Pisan sobre seguro porque es el usuario quien va a rebuscar entre su oferta hasta encontrar algo que corresponda a sus gustos y certezas.

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