Crítica Vertele

The Romanoffs devuelve los fantasmas de Matthew Weiner sin el hechizo de Mad Men

The Romanoffs devuelve los fantasmas de Matthew Weiner sin el hechizo de Mad Men

Paula Hergar

Amazon Prime Video ha lanzado ya los dos primeros capítulos de The Romanoffs, la nueva serie de Matthew Weiner.

El creador de la elogiada y multipremiada Mad Men ha escrito, dirigido y producido esta antología de ocho capítulos que gira en torno a los descendientes de la dinastía de los zares rusos que dominaron el territorio hasta 1917.

Se trataba de una ficción esperada por todos los fans de la historia de Don Draper que se quedaron huérfanos con su final. Y a pesar de la decepción de algunos al encontrarse con una apuesta mucho menos atractiva que la anterior (aunque igual de cuidada en su calidad) si se degusta con detenimiento encontramos las mismas obsesiones y manías que Weiner ya plasmó en aquella Madison Avenue.

La crisis masculina de la mediana edad

Los dos primeros capítulos cuentan con protagonistas masculinos entre los 30 y 50 años que se encuentran perdidos en la vida. Como le ocurría a Don Draper, estos tampoco se sienten cómodos con la moral impuesta, ni las convenciones sociales, pero si en algo están cayendo al vacío es en sus relaciones amorosas.

La fascinante evolución de los personajes femeninos

Fue curioso ver cómo a Mad Men se la tildó de machista, cuando a lo largo de los capítulos y la sucesión de sus temporadas, eran las mujeres las (casi) únicas que evolucionaban. Las que superaban a los hombres en todos sus objetivos y las que daban lecciones de vida a los espectadores.

Ellos, sin embargo, se limitaban a dejarse llevar por ellas y mantenían su impertérrita personalidad pasara lo que pasara. Algo así también ocurre con estos nuevos personajes que ningunean a unas mujeres capaces de transformarse bajo el asombro e incapacidad de ellos.

El pasado como inquietud dolorosa

El pasado vuelve a estar presente en la nueva serie de Weiner. Si Don Draper era incapaz de encontrarse a sí mismo al haber traicionado su propia historia, al haber renunciado a su pasado, para los descendientes rusos solo hay algo claro: sus orígenes.

Una dinastía con tanto peso que les exige unas responsabilidades que no están dispuestos a asumir. Porque en el fondo, aunque pertenezcan a ella, lo que muestran es la ridiculez de un apellido que solo valora el que no lo tiene.

El cigarro como símbolo de elegancia y sensualidad

Sin duda el cigarrillo es casi un personaje más de ambas series. Todos fuman, todos exhalan el humo de forma sensual y elegante, y lo hacen en todos los momentos importantes.

Y es que el cigarro en sus manos nos demuestra que aunque parezcan personajes duros, son frágiles, son adictos, son débiles, son más que personajes, son personas.

El momento “princesa”

Tanto en Mad Men como en los dos primeros capítulos de The Romanoffs las protagonistas tienen un “momento princesa” en el que se visten con atuendos espectaculares, peinadas cual aristócratas - hasta con corona algunas- y maquilladas para la ocasión.

Betty Draper deslumbró en su “cita” italiana a un marido ya casi desencantado. También lo hacen las chicas rusas. Como si quisiera, con estos momentos, dar su merecido lugar en el Olimpo de las diosas a sus personajes. Quizá incluso, a sus actrices.

Giro final divertido y sorprendente

Si el piloto de Mad Men es uno de los mejores hilados es por ese giro final que nadie esperaba y que iniciaba una estupefacción por el protagonista que se había cocido a fuego lento hasta eses últimos minutos.

Lo mismo ocurre en cada final de episodio de la ficción de Amazon en la que, cuando crees que ya vislumbras lo que ocurrirá, el creador da un volantazo y supera las expectativas.

Sí, es cierto que no es la fascinante historia de Don Draper, que no tiene a la maravillosa (e irrepetible) Peggy Olson, ni presenta el nivel de excelencia fiel en sus guiones, pero The Romanoffs es el intento totalmente lícito de Weiner por aportar algo diferente a su trayectoria. Y para los que admiramos su “huella”, nos es suficiente con volver a disfrutar de sus cautivadoras obsesiones.

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