Opinión

Un árbitro para la telebasura

Las televisiones de ámbito estatal tienen previsto firmar hoy un compromiso para no emitir ‘telebasura’ en horario infantil. Es una buena noticia y representa un avance respecto a la situación actual. Pero se basa en tres sobrentendidos que damos por sentados y que no sé yo si están tan claros: • El primero es que existe una cosa que se llama horario infantil.

• El segundo, que sabemos claramente a qué nos referimos y a qué no nos referimos cuando hablamos de ‘telebasura’.

• El tercero, que cuando las televisiones firman un compromiso están dispuestas a cumplirlo no sólo en la letra sino también en el espíritu. El acuerdo abre la vía de la autorregulación, en la que los propios emisores se comprometen a no mantener algunas políticas de programación, aunque resulten rentables en términos de audiencia. A los adultos se les supone libertad de elección y no están las televisiones para ejercerles de padres espirituales. Pero entre públicas y privadas podemos ampliar la oferta, diversificar modelos y dar más donde escoger. Y cuando se trata de niños, hay cosas que no se pueden hacer. En los conceptos nos pondríamos de acuerdo, y por eso se firman. El problema es cuando tienen que aplicarse. Entonces llegan las preguntas.

¿EXISTE UN HORARIO INFANTIL?

La primera pregunta es si existe un horario infantil en televisión. Es decir, si existen unos determinadas horarios en los que se circunscribe el consumo infantil de televisión. Mi sensación es que no. Representa que la sociedad está inquieta por qué productos televisivos resultan accesibles a los niños. Representa que esta misma sociedad exige a las televisiones que controlen estos productos y que proteja unas franjas horarias --de 8 a 9 de la mañana y de 5 a 8 de la tarde-- en las que hay niños ante el televisor. Si la supuesta preocupación de la sociedad fuese cierta, su parte del trato, su compromiso complementario, sería que fuera de estas franjas no habría consumo televisivo infantil. Representa que las televisiones ya se han comprometido a cumplir. ¿Se comprometerá también la sociedad? ¿Hasta qué punto su escándalo es sincero o es una queja rutinaria de quien no está dispuesto a cambiar sus hábitos? Recuerdo a un padre indignado porque su hijo pequeño veía cosas muy poco edificantes en ‘Crónicas Marcianas’. La sorpresa es cómo un padre tan indignado permitía a este hijo pequeño que estuviese ante el televisor a aquellas horas. Cuando hablamos de horarios infantiles de televisión, ¿estamos hablando de una programación para niños o de una programación para adultos que puedan ver los niños sin escándalo general? No es lo mismo. Decimos que la franja de tarde es horario infantil, pero prácticamente no hay en ella televisión infantil, hecha y pensada para niños. Nos preocupa, teóricamente, que los niños puedan acceder a contenidos inadecuados, pero las televisiones en general se han preocupado poco en generar contenidos específicamente infantiles. Horario infantil ha pasado a significar “horario en el que hay niños viendo la televisión” no “horario en el que la televisión emite para niños”.

¿QUÉ SIGNIFICA TELEBASURA?

La segunda pregunta es qué significa telebasura. La definición no es sencilla. Y la idea de telebasura en franja infantil todavía menos. ¿Es telebasura el sexo y la violencia? ¿Es telebasura el cotilleo y el morbo? ¿Es telebasura la pornografía sentimental, o sólo la otra? Me temo que el conjunto de la sociedad no tiene claro --y no sería sencillo consensuarlo-- qué contenidos son perjudiciales para los niños y cuáles especialmente recomendables.

¿BARRA LIBRE O PROGRAMACIÓN PACATA?

Nos movemos entre dos riesgos extremos. Por un lado, una situación de barra libre en el que no exista protección alguna para el público infantil. Por el otro, la generación de una programación presidida por lo políticamente correcto, meliflua y pacata, en la que no podamos contar a los niños el cuento de la Cenicienta porque refleja roles sexistas heredados de la sociedad patriarcal o no les podamos reemitir ‘Oliver y Benji’ porque en un contexto de violencia física exalta los valores de la competición y el enfrentamiento. De acuerdo: no queremos ninguno de estos dos extremos. Pero, ¿cómo juzgar los casos fronterizos, intermedios? ¿Dónde situamos productos como ‘Bola de Dragón’ o ‘Shin-Chan’, que han sido enormemente discutidos en su momento? De acuerdo, ya sabemos que no se tienen que pasar ‘Holocausto caníbal’ ni ‘Emmanuelle’ a las seis de la tarde. Y creo que sabemos también que, bajo el pretexto de la televisión educativa, tampoco debemos generar una televisión infantil que adoctrine en el buenismo y los valores establecidos del políticamente correcto. ¿Pero qué hacemos con lo que queda en medio? Los acuerdos que se firman hoy jueves están muy bien. Es la vía correcta: no prohibir, sino autorregularse y generar alternativas. Comprometerse públicamente. ¿Pero quién enseña la tarjeta amarilla a la televisión que entre en falta? ¿Y quién decide qué es falta? Tengo la impresión de que el acercamiento entre televisiones y el Gobierno finge que estamos de acuerdo de salida en cosas que se dan por sobrentendidas. Se da por sobrentendido que hay un horario infantil. Se da por sobrentendido que sabemos qué es la porquería. Se da por sobrentendido que estamos de acuerdo sobre qué es conveniente y qué es inconveniente que sea accesible para los niños en televisión. Y tengo la sensación de que no estamos de acuerdo, en el fondo, en estas tres cosas. Que las hemos debatido poco y poco en serio. Que si salimos de las grandes palabras y analizamos el día a día nos encontraremos con grandes sorpresas y discrepancias. Que nos llevarán al problema de siempre: cuando los que juegan en el mismo campo no comparten la interpretación de las reglas de juego ¿a ver quién arbitra?.

VICENÇ VILLATORO

Escritor y ex-Director General de la Corporación Catalana de Radio i Televisión

(Artículo publicado en El Periódico de Catalunya - 9/12/2004)

CÓDIGO DE AUTORREGULACIÓN SOBRE CONTENIDOS TELEVISIVOS E INFANCIA

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