Análisis Vertele

Los concursantes que no amaban Operación Triunfo: el “broncOT” que desenmascara el problema de la edición

Los concursantes que no amaban Operación Triunfo: el "broncOT" de Noemí Galera que desenmascaró el problema de la edición

Paula Hergar

Ha sido difícil localizar las causas de la falta de empatía con los concursantes de OT 2018 No entendíamos por qué gala tras gala nos disponíamos a experimentar la magia de otros años y acabábamos con desazón al no conseguirlo.

Nos hemos echado la culpas a los propios espectadores por estar resabiados y tener unas expectativas muy altas, se la echaron a las clases de interpretación de Itziar Castro, al protagonismo de la “mariconez” de Mecano y hasta a las “filtraciones” de Brisa Fenoy, pero no ha sido hasta hoy cuando hemos descubierto el gran problema.

Y es que la bronca de Noemí Galera ha desplegado una a una las claves de que los actuales triunfitos estén transmitiendo la Nada al público: “les suda lo que se les diga”, se creen “más listillos” que el equipo, van como si fueran “los Rolling o Lady Gaga”, viven el programa como si fuera la ESO y hasta piden “vacaciones” de lo que debería ser un sueño.

En definitiva, el problema son unos concursantes que no aman el formato:

“Las faltas de respeto al equipo no las voy a consentir”

“La falta de respeto no la voy a consentir ni a mí ni a nadie del equipo”, empezaba diciendo la directora de la Academia a los chicos que ni habían saludado ni agradecido a Adriá que les abriera la puerta de su habitación: “Espero que cuando veáis a Adriá os disculpéis”, zanjaba.

Y es que, el respeto es la esencia de cualquier relación, porque consiste en valorar a los demás y reconocer la dignidad de estos. Cuando falta puede responder a un cierto egocentrismo y soberbia que cree que todo gira en torno a sí mismos y desprecian el resto. Algo que veíamos cuando el susodicho llegaba tarde a abrirles la puerta y comentaban “hay que darle un margen, ¿de qué?”, “si tiene que subir a y media que suba a y 28”.

Galera les recordó que “hay un equipo que está dándolo todo y que ama este programa y a mí la sensación que me da es que no amáis Operación triunfo”, porque si los concursantes están cansados y aseguran volverse casi “locos” al acabar la semana, el equipo está igual y soporta el doble de presión que ellos: no olvidemos que mientras los chicos pueden descansar y están protegidos de lo que ocurre en las redes, el equipo trabaja 24 horas y nunca desconecta.

Por lo que esta actitud frente a los trabajadores no ayuda a empatizar con ellos.

“Solo 10 tuits de todos los que nos han llegado”

Galera les hizo leer “solo 10 tuits de todos los que nos han llegado” porque prefirió que fueran los espectadores, los que madrugaron para estar en sus firmas de discos, los que les habían subido al pedestal y los que si realmente hicieran huelga acabarían con todo el programa, los que les dieran el primer baño de realidad. Los que expresaran lo que les había parecido su sentada por cansancio. Sus finales de día antes de lo esperado. Prefirió que fueran ellos los que transmitieran las palabras más duras (y aún así fueron las “más suaves”):

“Os está viendo mucha gente y esa gente será la que os vaya a ver a los conciertos, la que compre las entradas, los discos y lo que han visto les ha gustado una mierda”, sentenciaba. Transmitiendo que si estaban allí era por y para esos espectadores.

Que si ahora “vais como si fuerais los Rolling, que no sé si sabéis quiénes son, o Lady Gaga” es porque ellos lo han decidido, pero si no les convencéis “estaréis en vuestras casas y no os verá nadie”.

“Esto es un programa de TV, no un colegio”

Y así iniciaba el rapapolvo Noemí: “Habéis entrado aquí voluntariamente. Si alguno no quiere permanecer aquí coge la puerta y se va. No estáis obligados. Hay muchísima gente fuera esperando para entrar”, les decía a unos concursantes que ya habían recibidos broncas por no aprenderse las letras y por ir desganados a las clases.

Habían sido los escogidos entre miles de aspirantes que soñaban con entrar a un programa de televisión que les da una plataforma incomparable para cumplir su deseo de dedicarse a la música a cambio de ser los protagonistas de un reality: “Porque si lo que queréis es estudiar música os vais a un conservatorio”.

Sin embargo, al verles quejarse por las normas, rebelarse contra los profesores o no aprenderse las lecciones transmiten la sensación de estar obligados en un colegio: “No venís a que os eduquemos se supone que lo traéis de casa. Que os penséis que os castigamos me parece muy fuerte, sois vosotros los que quedáis como el ojete”, decía para hacerles ver que ellos escogían ser los protagonistas de su sueño o los personajes de una ficción de instituto adolescente.

“Dejaos de ostias y sed vosotros mismos”

Para acabar, la directora les advertía de lo siguiente: “Dejaos de ostias y sed vosotros mismos. No os controléis todo el día con las puñeteras cámaras”, refiriéndose a los comentarios que se hacen entre ellos y que captan los espectadores como: “No digas eso, ya lo hablamos después en la habitación”.

Noemí, conocedora del fenómeno OT, les aseguraba que “la gente se enamora de los concursantes cuando ve cómo viven, cómo sufren, como interactúan, como trabajan... ”Lo que no puede ser es 'luego te lo cuento, luego te lo digo' porque la gente está aquí esperando conoceros. Tenéis una plataforma estupenda que estáis dejando pasar“.

Por supuesto, era normal que después de OT 2017 los nuevos concursantes vinieran con lecciones aprendidas y conscientes del fenómeno en el que pueden llegar a convertirse, pero lejos de imitar lo mejor de sus antecesores - como el ser transparentes, compartir con los espectadores sus fiestas, enfados, confidencias...- han optado por esconderse y reprimirse ante unas cámaras que sienten como enemigas, en vez de cómplices.

Unas excusas que confirman todo lo anterior

Cuando llegó el turno de que los concursantes replicaran confirmaron aquello de que a veces es mejor callar: Miki explicaba que todo había sido una “broma” que “el año pasado vimos que... y queríamos hacer lo mismo pero...” demostrando que la sombra de la edición anterior es demasiado alargada.

También Sabela se lamentaba de que se pusieran “nuevas normas sin comentarlas con nosotros antes”, confirmando el sentimiento de “castigo” más de colegio que de oportunidad.

Y Julia alegaba “no tener vacaciones” durante esos dos meses de encierro que, en realidad, si abrieran los ojos y entendieran dónde están (que seguramente lo hagan cuando estén fuera) descubrirían que en Operación Triunfo no se trabaja, ni se descansa, solo se ama porque se está viviendo un sueño.

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