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“Félix Rodríguez de la Fuente no se cruzaría de brazos viendo cómo se masacra al lobo”

Félix Rodríguez de la Fuente, en una imagen de archivo

Lorenzo Ayuso

Las efemérides del miércoles 14 de marzo de 2018 tenían un nombre propio inconfundible para la sociedad española: Félix Rodríguez de la Fuente. El comunicador y naturalista nació hace 90 años en esa fecha, la misma en la que, funestas casualidades, perdería la vida 52 inviernos después, dejando tras de sí un legado dedicado a la protección del patrimonio natural e indisociable a la esbelta figura de uno de sus más icónicos, a la par que controvertidos, inquilinos, el lobo ibérico.

El azar ha querido que, en la misma semana que Radio Televisión Española rinde homenaje al comunicador por su cumpleaños, tenga lugar una concentración para defender al cánido proscrito ante la “inacción” de las autoridades pertinentes. De igual modo que el divulgador burgalés consiguió que dejara de considerarse como alimaña, sus sucesores en la lucha sacan sus garras para marcar el territorio que debería corresponderle a esta especie en nuestra fauna, protegida por ley. Porque si antes era la caza ilegal la que ponía en peligro su preservación, hoy lo son las cuotas de permisividad para batirlos de forma institucionalizada.

“Nadie puede imaginar que se quedara de brazos cruzados viendo cómo se está masacrando al lobo”, nos cuenta Luis Miguel Domínguez. El reputado realizador de documentales, responsable de piezas televisivas del calibre de Amazonía: última llamada (2000) y Korubo: Morir matando (2004), fue uno de esos críos que creció con El hombre y la tierra y engulló sus enseñanzas, y ahora ejerce de líder de la manada Lobo Marley, una de las convocadas este domingo 18 para pedir el indulto al canis lupus, junto a Equo, Ecologistas en Acción, WWF y la Alianza Europea para la Conservación del Lobo. Una lucha que, a su juicio, Félix tomaría como suya.

“Félix no dejaría pasar un momento como este”

“No me cabe ninguna duda que ese abuelo ilustrado que hoy tendría 90 años estaría con nosotros en esa manifestación. No podría dejar pasar un momento como este, con una sociedad que se está volcando en la defensa legítima del patrimonio natural”, argumenta el realizador, que nos recibe en la sede del Gabinete de Historia Natural, un enclave localizado en pleno centro de Madrid desde donde transmitir la importancia del ecologismo, y donde también se encuentra un surtido de objetos que rememoran a Rodríguez de la Fuente.

La admiración que profesa por su figura queda patente, tanto como su convicción por la defensa de este mamífero depredador. “En aquel tiempo [Félix] hizo lo que pudo, que fue muchísimo, pero habría hecho mucho más”, afirma rotundo en lo que respecta a la taxonomía que mantiene al lobo ibérico como especie cinegética. Es al zoólogo a quien debemos, con su trabajo en medios de comunicación, que se cambiara su condición de alimaña a la que actualmente tiene, del mismo modo que persuadió a las autoridades españolas para que las rapaces adquirieran estatus protegido.

Una consulta de los datos oficiales, la Península Ibérica acoge un total de 298 manadas y a unos 2.000 ejemplares. Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León y el norte de Portugal son las regiones que concentran la mayor presencia de ellos. En algunas de estas zonas se han impuesto cuotas que autorizan la caza según diversos supuestos: comunidades como las dos primeras dan vía libre en caso de daños constatables o si los ejemplares se exceden sus áreas donde se les ha localizado.

La concentración complementa la pugna judicial por un cambio en la administración que garantice la conservación de la biodiversidad. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, sin ir más lejos, anuló el pasado mes de febrero íntegramente el plan de gestión contra el depredador.

De acuerdo a Domínguez, Rodríguez de la Fuente hubiera pretendido otorgar la máxima protección posible al gran carnívoro, consideración que sí se le aplica en Portugal: “A esta especie no hay que seguir machacándola. Se está pidiendo la misma consideración del lince ibérico, del oso pardo, del buitre negro, el águila real... Félix no querría a un lobo muerto”. Su postura se opone a la que Odile Rodríguez de la Fuente, hija del malogrado ecologista, y la Fundación que lleva su nombre mantienen, con una defensa de la caza desde un punto de vista conservacionista, como parte del acuerdo de convivencia. Desde Lobo Marley se rechaza frontalmente tal idea, lo que ha derivado en un enfrentamiento público entre las dos facciones.

“El documental nace con Félix”

Nos centramos en este esbelto animal salvaje, casi obnubilados por su dimensión casi fantástica, pero la pedagogía y la defensa que hizo Rodríguez de la Fuente va más allá de este habitante de la Península. Se extendió también a la geografía: abogó por la protección de espacios naturales como Doñana, La Albufera y El Saler, en Valencia, La Cabrera, las lagunas de Villafáfila... Estas empresas personales acabarían teniendo éxito a nivel burocrático precisamente por su contagioso ímpetu en la población española, que convirtió sus producciones en hitos televisivos.

La clave que explica el arraigo que su corpus documental en toda una generación reside en que, “cuando habla de la fauna ibérica, habla de España y los españoles”, razona.

En total, 124 episodios componen esta saga televisiva denominada, no gratuitamente, El hombre y la tierra, en los que Félix “habla de sexo, de vida y muerte, de la primavera, el verano, el otoño y el invierno...”. El cariz humano venía potenciado también por una música “apasionada”, la que compuso Antón García Abril, en las antípodas de, por ejemplo, la línea más sutil de los acompañamientos sonoros más académicos del documental británico.

Rodríguez de la Fuente era el macho alfa de la lobera particular que se estableció durante más de una década en TVE, pero no deben olvidarse a sus subalternos. Los nombres de Teodoro Roa y Alberto Mariano Huesca, camarógrafo y ayudante de cámara respectivamente, son otros dos indispensables para entender el poder de la imagen conseguida por Félix Rodríguez de la Fuente. No en vano, siguieron a este en sus peripecias hasta encontrar juntos la muerte en aquel fatídico accidente de helicóptero en Alaska del 14 de marzo de 1980. Por aquel entonces, trabajaban en una serie, Los perros del mundo, que no llegaría a ver la luz como tal.

Todos ellos, profesionales que encontraron en El hombre y la tierra la posibilidad de que su trabajo adquiriese una trascendencia más allá de lo habitual. “Nunca antes se había desarrollado una obra estas características”, abunda Domínguez, para quien “el documental nace con Félix”. Hace suyo el sistema de rodaje, de edición, la propia locución de Félix... La obra la cocina él mismo“. Una obra, por cierto, que fue objeto de admiración para otras radiotelevisiones y divulgadores internacionales. No hay que olvidar que, aun centrando nuestra atención en la producción dedicada a la fauna ibérica, el material didáctico televisado se completa con otra parte en Latinoamerica y otra en Canadá.

“Ponía al servicio del mensaje las herramientas de que disponía”

Por supuesto, también hay sombras en tan iluminado paisaje. Ya en vida se enfrentó a las críticas por recurrir a animales domesticados para grabar sus documentales.

Desde hace algunos años, han surgido diferentes relatos de fuentes diversas que apuntan a estos amaños de la realidad a fin de trasladar mejor la idea básica de cada capítulo. Hay que remontarse a formatos como Aquí hay tomate, en la década de los dos mil, para encontrar estos testimonios. También Salvados habló de él y sus trucos, en un tono mucho menos amarillo, con el investigador Miguel Delibes de Castro (hijo del célebre escritor), presente en su adolescencia rodajes del naturalista.

El término “troquelado” asoma en este punto de forma inevitable, cual búho en la noche. Acuñado por el zoólogo Konrad Lorenz y bautizado en castellano por el médico gallego Juan Rof Carballo, se refiere a los animales que viven en un régimen controlado o de semilibertad, ordenados en este caso por un líder de manada humano.

Conviene indicar que el propio Rodríguez de la Fuente expuso ciertas técnica de trabajo en la televisión pública, atribuyendo su autoría original al premio Nobel de Medicina. “Me limité a seguir las líneas del profesor en cuanto a impregnación, [que consiste en] tomar lobos muy pequeños, antes de que abran los ojos, darles biberón, jugar con ellos e incorporarlos a su mundo. Ese lobo considerará a ese hombre, sea Félix Rodríguez de la Fuente como cualquier otro naturalista, un miembro de su propia comunidad. Como en la comunidad de los lobos hay una jerarquía tan sumamente rígida, ese lobo líder y bípedo que los ha criado es considerado un jefe”.

Domínguez deja claro que el actual sistema administrativo español hubiera hecho imposible la creación de un campamento de rodaje con especies cautivas, e insiste en que ciertas prácticas emprendidas por Félix, que evidentemente resultan cuestionables para los ojos críticos que nos da la distancia, estaban al servicio de una pretensión siempre positiva de conservación. “Puso al servicio del gran mensaje todas las herramientas de las que disponía”.

En cualquier caso, proclama que la gran mayoría de su legado fue urdido en el mundo salvaje y con criaturas en total libertad. Lo ejemplifica con uno de sus trabajos más destacados, Los últimos buitres de Europa, merecedor de la Ninfa de Plata en el Festival de Televisión de Montecarlo.

“Félix lo petaría en redes, era especialista en fabricar hashtags”

Los premios a nivel nacional y sobre todo internacional avalan la alta consideración por su trabajo. Este no solo sirvió para promover progresos en materia legislativa, sino para modernizar también el audiovisual y todo un género a menudo anquilosado. Un género que, en estas fechas, vive de la herencia de obras como Vida salvaje, Safari y El hombre y la tierra, y que ha llevado más allá su objetivo de encuadrar los planos más reveladores sobre el ecosistema que nos rodea.

Domínguez, cuyo trabajo podemos ver casi a diario en Aquí la tierra (La 1), lo sabe bien y nos explica ese proceso evolutivo del audiovisual. “Recuerdo aquella secuencia en la que Félix explicaba como Teodoro se estaba fabricando, con un herrero de Sigüenza, una caja estanca para la cámara, para grabar en el Río Dulce, al desmán de los Pirineos. Con eso lo digo todo”. El aterrizaje -nunca mejor dicho- de los drones y las GoPro, que ofrecen grandes angulares, han llegado para economizar los tiempos de preparación y rodaje; atrás quedan ya los costosos vuelos en helicóptero y a la instalación de microcámaras con todo su cableado.

“Todo esto él lo hubiera empleado perfectamente”, cree el realizador, que a la vez relativiza toda la urdimbre técnica al alcance de los comunicadores de hoy: “Hoy estamos en un tiempo de la estética, el guion no importa un carajo”, lamenta.

Precisamente la capacidad de contar una historia era la clave del estilo de Félix Rodríguez de la Fuente. “Era un librepensador. A él le pilla el franquismo, pero habló de muchas cosas, sobre todo en La aventura de la vida, en la radio”. Por ello, con la tribuna adicional que posibilitan las redes sociales, se atreve a preconizar cómo sería el Félix Rodríguez de la Fuente que hubiera cumplido 90 años por estas fechas.

“Félix lo petaría en redes sociales. Era un especialista en fabricar hashtags. Era capaz de meter en un mensaje muchas cosas. En Twitter lo hubiera hecho con mucho tino y certeza”, imagina. “Hubiera disfrutado de este tempo de comunicación. Me hubiera gustado verle hablando hoy de Rajoy, ayer de Zapatero...”.

“Un personaje limpio y constructivo”

También prefiere imaginar en un futuro más justo con figuras como de la de Rodríguez de la Fuente. En la actualidad, David Attenborough no solo se mantiene al pie del cañón liderando expediciones de la BBC, concitando el respeto de su corporación y las instituciones. El trabajo de otros personajes como Jacques Cousteau, cuya figura ha perdido las trazas idealizadas de antaño y ha recibido acusaciones similares a las del español, mantiene su vigencia y trascendencia para comprender la naturaleza a nuestro alrededor.

El naturalista defiende a Félix Rodríguez de la Fuente como “un personaje limpio y constructivo, sin nada en él que se pueda desordenar”. Lamenta por ello que “no se le tenga respeto ni en cuenta” por parte de las instituciones. “Un Ministerio como el de Agricultura lo debería tener entre sus paredes”, concluye.

Más allá de juicios, su legado pervive, y de él se alimentaron toda una camada de lobeznos que este tercer domingo de marzo aúllan a plena luz del día, como aprendieron cuarenta años atrás. Un aullido que se escuchó de otra manera gracias a un presentador de televisión que, nadie puede negarlo, fue mucho más que eso.

Luis Miguel Domínguez tiene claro que en la actualidad “Félix llevaría la camiseta de Lobo Marley”. Habrá quien esté en desacuerdo con ello, por supuesto, así como tantos otros grupos, biógrafos y sucesores tendrán sus propios juicios sobre la lucha ecológica en la España de los dos mil diez. Pero en lo que unas facciones y otras concordarán es que Lobo Marley, como todas esas personas que han asumido como suya la conciencia ecológica y se yerguen en las calles abanderando su conciencia ecológica, existe gracias a Rodríguez de la Fuente. Y figuras que unan a semejante manada, las hay pocas.

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