Josep M. Mainat

La inutilidad de los consejos audiovisuales

Vertele publica este artículo de opinión por considerarlo de interés general para el sector audiovisual. Animamos a todos los profesionales relacionados directamente con el medio a que nos envíen sus reflexiones sobre éste o cualquier otro debate que suscite el mundo de la televisión a la dirección mailto:redaccion@vertele.com. LA INUTILIDAD DE LOS CONSEJOS AUDIOVISUALES

¿Se imaginan la marimorena que armarían los del cine, los de la radio, o los de la prensa si oyeran la más mínima sugerencia sobre un organismo político que les iba a controlar los guiones de sus películas, sus tertulias radiofónicas o la línea editorial de sus artículos de opinión y que a lo mejor tendría incluso capacidad sancionadora para cerrar sus periódicos, sus revistas, sus emisoras y sus cines? Si algo así sucediera, el Gobierno sufriría un ataque mediático por tierra, mar y aire y los del cine se pondrían todas las pegatinas que encontraran y se echarían a la calle en manifestación tumultuosa, con su presidenta al frente cual Juana de Arco del celuloide, hasta conseguir que al Sr. Rodríguez Zapatero, finalmente, se le torciera la sonrisa. Sin embargo, eso es lo que muchos de ellos piensan que hay que hacer con los de la tele: montar un Consejo Audiovisual que nos vigile y nos controle continuamente para asegurarse de que cumplimos las normativas legales porque, por lo visto, somos altamente sospechosos de no hacerlo. O sea: Quieren que el Gobierno confíe en que los de la prensa, los de la radio, los del cine, y el resto de los 40 millones de españoles van a cumplir las leyes… excepto los de la tele. Y nosotros callamos y dejamos que nos endosen un organismo de control y vigilancia que, sean cuales sean sus atribuciones finales, nos señala directamente como unos presuntos delincuentes y, además, mucho más pusilánimes y acobardados que nuestros colegas de la prensa, de la radio y del cine, porque nosotros, según parece, tragaremos sin rechistar. ¿POR QUÉ LOS DE LA TELE SIEMPRE TRAGAMOS?

En este caso, gran parte de la culpa la tiene una entidad que se supone que debería representar nuestros intereses gremiales: la Academia de Televisión. El Gobierno le preguntó a la Academia la opinión de los profesionales del sector sobre la posible creación de un Consejo Audiovisual y la Academia le respondió que el 90’4% estábamos a favor. Cuando leí esta noticia en la prensa me quedé de pasta de boniato ¿Qué es eso de que el 90’4% estamos a favor? No había oído prácticamente a ningún profesional de la tele que pensara así. Me pasé un par de días llamando a todos los colegas que tenía memorizados en mi móvil para averiguar si habían participado en la encuesta. Más de 200 personas de todos los estamentos televisivos de toda España: directivos, ejecutivos, productores, presentadores, realizadores, directores de programas, guionistas, redactores, regidores, iluminadores, cámaras, maquilladores,… Al final di con un amigo que me dijo que sí, que a él le habían enviado una encuesta de la Academia y que había contestado que, en principio, estaba de acuerdo con que hubiera un Consejo Audiovisual pero, desde luego, sin ningún poder sancionador. Le pregunté: “¿Para qué necesitas tú un Consejo Audiovisual?” Y me contestó: “Es que existen en casi toda Europa”. Curioso argumento. Volveré sobre él más adelante. De todos modos, la incógnita de la encuesta seguía en el aire. ¿A QUIÉN DEMONIOS LE HABÍA PREGUNTADO LA ACADEMIA?

Semanas más tarde me aclaró la cuestión un libro titulado: ‘¿Queréis un buen Consejo?’ editado por la propia Academia de Televisión. Para empezar, eso ya es publicidad subliminal. Debería haberse titulado: ‘¿Queréis un Consejo?’, digo yo. Lo cual indica que Ignacio Salas, nuestro irreflexivo presidente, insufló ya de entrada al tema un claro dirigismo que no se preocupó en disimular. En la carta de presentación de la encuesta, incluso vaticinaba ya el resultado de la misma al aclarar que la Academia “ha recibido el encargo de realizar un informe encaminado a establecer las bases para la FUTURA CREACIÓN de un Consejo Audiovisual”. Hombre, Ignacio. Dado que la primera pregunta de la encuesta era: “¿Consideras necesaria la creación de un Consejo Audiovisual?”, lo de la “futura creación” se supone que es una cuestión que todavía está por decidir, con lo cual, podrías haber puesto la “HIPOTÉTICA CREACIÓN” y hubieras quedado la mar de bien y no se te hubieran visto tanto las intenciones. Porque, si se hubiese encargado a la Academia del Cine una encuesta similar sobre un hipotético Consejo Cinematográfico que les iba a fiscalizar sus películas, el resultado de la encuesta hubiese sido un NO rotundo y aplastante, y el libro se hubiese titulado: “Métanse ustedes el susodicho Consejo por donde, según su libre albedrío, les apetezca”. Pero nuestra Academia, en concordancia con otras actuaciones anteriores, decidió de antemano que lo fino era contestar que sí, que los de la tele somos muy díscolos y que necesitamos un Consejo que nos tutele y, para asegurar el tiro, se gastaron el presupuesto organizando unos sesudos debates y preguntando sobre el tema a lo que ellos llamaron “50 destacados profesionales del sector televisivo”, una lista de gente inverosímil y descabellada, donde los profesionales del sector televisivo prácticamente brillan por su ausencia. Una lista que representa en su conjunto a la profesión televisiva real con la misma precisión estadística con que pudiera haberlo hecho la lista de los reyes godos. El resultado de tan pintoresca encuesta, hecha a partir de tan estrambótica muestra, fue que la Academia le contestó a Zapatero que el 90’4% de los “profesionales de la televisión” reclama un Consejo Audiovisual y que el 77% opina que su creación es urgente. (¡Ostras! ¡Encima, con prisas!). Pues bien, yo le digo a Zapatero, y a quien sea, que esta conclusión de la Academia de Televisión es una solemne mentira. Repito y deletreo: U-NA SO-LEM-NE MEN-TI-RA. Y una malversación de fondos públicos, ya que la encuesta no era un cachondeo, sino un encargo serio y estaba financiada por la S.E.P.I. con dinero de los contribuyentes. Seguimos sin saber lo que opinan los auténticos profesionales de la televisión. ¡Qué pena! Cuando estalló la polémica pública entre el Sr. Aznar y el Hotel Glam, un hecho insólito en la historia de la televisión mundial, me marché de la Academia de Televisión, junto con otros colegas de Gestmusic, al comprobar el repentino posicionamiento a favor del poder de Ignacio Salas, nuestro angustiado presidente (desde luego, nada que ver con la presidenta de los del cine quien, por lo menos, tiene muy claro que la primera obligación de un gremio es ser gremialista). Pero si no me hubiera largado entonces, lo hubiera hecho fulminantemente ahora, ante el insulto a la profesión televisiva y la manipulación de la realidad que representa que el gobierno nos pida nuestra opinión sobre un tema tan trascendental como es la hipotética creación de un Consejo Audiovisual y la Academia de Televisión se avergüence de consultarle a los verdaderos profesionales del sector y piense que preguntando a unos cuantos intelectuales, a unos cuantos catedráticos, a unos cuantos filósofos, a unos cuantos políticos, a unos cuantos directivos retirados, a unos cuantos ejecutivos de alto standing, al Presidente de la Asociación de Periodistas, al Consejero Delegado del Grupo Zeta y a las asociaciones de telespectadores les va a quedar más fina la encuesta. A propósito de las asociaciones de telespectadores, otro día hablaremos a fondo de dichas organizaciones y de los estamentos religiosos que las promueven y financian. Recientemente, en uno se sus apocalípticos comunicados, han calificado literalmente de “propaganda proeutanasia” la emisión por parte de TVE de un programa especial sobre el cine de Amenábar y han comparado dicho homenaje con “la totalitaria propaganda de Hitler y de Stalin cuando se sirvieron del mejor cine alemán y soviético para cultivar sus programas de muerte, eugenismo y eutanasia en sus Estados”. Me gustaría que la Academia, que teóricamente debiera representar al sector televisivo en general, se mantuviera lo más alejada posible de cualquier grupo de opinión que mantenga este tipo de ideologías integristas y retrógradas. ¿Cómo se le ocurre a nuestro desorientado presidente cometer la barbaridad de llamar “destacados profesionales de la televisión” a esos activistas que preconizan cada año la celebración del “DÍA SIN TELEVISIÓN” porque detestan lo que hacemos? Es un escándalo inconcebible. ¡ES QUE HAY EN TODA EUROPA!

Volvamos al argumento de mi amigo, que ya he oído en otras ocasiones: “Es que en casi toda Europa hay Consejos Audiovisuales”. Desde luego, es un argumento. Si hay en casi toda Europa, no vamos a ser menos. Claro que también en casi toda Europa hay partidos neo-nazis y no por ello nos vamos a poner a promoverlos por aquí. Vale, de acuerdo, ya sé que no es lo mismo, pero lo que quiero decir es que hacer algo en España, única y exclusivamente porque en Europa también lo hacen, la verdad, no me parece motivo suficiente. España es también el único país de Europa que tuvo una transición pacífica de una dictadura a una democracia hace tan sólo 25 años y algún político que estaba al frente del ministerio que ejercía la censura aún está en activo; España es el único país de Europa en que el 94% de sus ciudadanos estuvo en contra de la guerra de Irak; España es el único país de Europa en que 5 millones de personas (más del 10% de su población) nos echamos a la calle contra esa guerra absurda; España es el único país de Europa donde tras una matanza como la del 11-M, más de 10 millones de ciudadanos nos manifestamos unidos democráticamente contra el terror; España es el único país de Europa en que el rechazo popular a la manipulación informativa posiblemente hizo cambiar en 48 horas el signo de unas elecciones; España es el único país de Europa que ha retirado sus tropas de Irak; España acaba de legalizar el matrimonio gay… Si el Gobierno español ha aprobado una ley pionera en Europa que legaliza los matrimonios entre personas del mismo sexo y su derecho a la adopción, en esta misma línea de promulgar leyes pioneras y avanzadas, el Gobierno de Zapatero, mediante un consenso entre los sectores implicados y si los medios escritos se tranquilizan un poco y dejan de hacer demagogia, también puede promulgar una serie de leyes televisivas pioneras mediante las cuales España pueda demostrar al resto de ciudadanos europeos que somos una democracia joven, pero madura, y que no necesitamos, como ellos, caducos organismos de control y vigilancia. Sabremos auto-controlarnos. ¡Faltaría más! Que los políticos promulguen las leyes televisivas que hagan falta. Unas leyes claras y de fácil interpretación y aplicación. Para ello sólo es necesario que dichas leyes respondan a una lógica demanda social y que obtengan, por tanto, el suficiente consenso parlamentario. Y no se preocupen. Los de la tele, digan lo que digan nuestros obstinados y persistentes colegas de la prensa, somos gente seria, sensata y democrática. Y respetamos las leyes como el que más. Y si no, que el peso de la justicia caiga sobre aquel que las incumpla. Pero por los cauces habituales. No pensarán dejar a los jueces sin trabajo ¿verdad? Y ahora pasemos a otra historia: La del Consell de l’Audiovisual de Catalunya. La historia de un organismo con muy buena voluntad… pero esencialmente inútil. LA EXPERIENCIA CATALANA

Circula el rumor de que la labor del Consell de l’Audiovisual de Catalunya es una experiencia altamente positiva y que eso también justificaría la existencia de un Consejo Audiovisual Español. Les puedo asegurar que no es cierto. La única gran virtud del C.A.C. es que, de momento, no ha molestado mucho. Se ha limitado a aconsejar, a avisar, a asesorar y, como mucho, a reprender un poquito a alguna tele local. Hasta ahora se han comportado con discreción, prudencia y sentido común, porque los actuales miembros del C.A.C. parecen buena gente, pero su sustitución depende de los partidos políticos y en el futuro nadie sabe lo que puede pasar. Pero vamos a ver qué cosas hizo realmente el Consell en el año 2003 en aquello que se supone que da sentido a su existencia: vigilar que los de la tele no nos propasemos. Según la memoria de actividades del año 2003 que el mismo C.A.C. ha presentado en el Parlament, en todo el año, un total de 386 telespectadores catalanes expresaron al C.A.C. sus quejas por cuestiones relacionadas con aspectos de la programación televisiva. La primera conclusión que se puede extraer es que, entre una población de 6 millones y medio de personas, la programación televisiva solamente provocó, más o menos, una queja al día, lo cual no parece una situación alarmante. Además, en el informe no se especifica si estas reclamaciones fueron hechas por 386 personas distintas o si un cierto número de personas le cogieron gusto al asunto y fueron a reclamar repetidamente. Como era de esperar, no todas las personas que se quejaron lo hicieron con un mínimo de sentido común. De las 386 reclamaciones recibidas a lo largo del año, el Consell redujo el número a 178 reclamaciones “razonables”. Se daba el caso, por ejemplo, de que 29 quejas eran sobre un mismo anuncio de Campofrío en el que una señora se terminaba una loncha de jamón de York antes de que llegara corriendo su perrito. El anuncio, en el que algunas personas quisieron ver una cierta actitud cruel con el perrito, no infringía ninguna norma de ningún tipo y las 29 reclamaciones fueron desestimadas en bloque. MATANDO PULGAS A CAÑONAZOS

Las 178 reclamaciones que cursó el C.A.C. en el 2003, se clasificaron en un ranking que algún eficiente funcionario se entretuvo en componer y diseñar con asombrosa pericia y que fue solemnemente presentado al Parlament para que fuera publicado en el Boletín Oficial de la Generalitat y quedara así constancia histórica de tan loable labor en pro de la ciudadanía. No hay que olvidar que atender las reclamaciones de 178 personas en un año, significa que, día sí, día no, uno de los seis millones y medio de habitantes de Catalunya se sintió disconforme con algún aspecto de la programación televisiva y llamó al Consell para mostrar su discrepancia. Este ranking demuestra que el Consell, en pleno ejercicio de la ímproba misión que se le había encomendado, día sí, día no, atendió solícitamente a dicha persona, tomó buena nota de su reclamación y la clasificó como es debido. Según este ranking, de las personas que reclamaron el pasado año en Catalunya, la gran mayoría lo hicieron por anuncios publicitarios. En segundo lugar de este significativo hit-parade sociológico, aparece la ficción, con 22 quejas anuales, seguida de la programación (así en general) con 15. Los magazines recibieron 8 quejas, las mismas que los informativos, lo cual parece desmontar algunas teorías anti-magazine que circulan últimamente. Los debates y las autopromociones se ganaron 3 quejas cada uno, y los programas infantiles, una. Pero, además de situarse en un ranking, cada reclamación que se recibe en el C.A.C. pone en marcha todo un intrincado proceso. El anuncio o el programa motivo de la queja es localizado y se solicita una copia del mismo. Esta cinta pasa entonces a una Comisión de Contenidos que la visiona, la estudia y realiza un informe previo de los aspectos legales y éticos que el anuncio o programa pudiera incumplir. Una vez concluidos estos trabajos iniciales de búsqueda y captura, se reúne el pleno del Consell, que delibera intensamente sobre el tema en cuestión y argumenta con bastante coherencia y profundidad la respuesta que hay que dar a la problemática planteada. Las reflexiones y la resolución final se comunican al demandante y, si ha lugar, se cursa la reclamación al operador correspondiente y se toman las acciones pertinentes. Se transcribe y se archiva todo eficientemente y se publica como es debido. En ésta dirección de Internet están registradas todas y cada una de las deliberaciones y decisiones del pleno del Consell sobre todas y cada una de tan cruciales sentencias acerca de las quejas audiovisuales de la ciudadanía catalana. Su lectura es muy ilustrativa de la complejidad del proceso: http://www.audiovisualcat.net/box42.html Nunca tan pocas personas dieron tanto trabajo, ni consumieron tantos recursos públicos en el plano técnico, humano y económico, como esos 178 telespectadores que, sentados en el salón de su casa, decidieron un buen día que no les acababa de gustar algo que vieron en la tele. ¿Se imaginan que existiera un montaje similar para cada actividad creativa? Una chica se compra uno de los 60.000 libros que se editan cada año en España y llama al Consejo de Control Literario: “Oigan, acabo de leer un ejemplar de: ‘¿POR QUÉ LAS TÍAS NO ENTIENDEN LOS MAPAS?’ y quiero denunciar que el autor es un machista de mierda”… y automáticamente un comité de políticos y funcionarios se pone a descifrar el contenido del libro y, si es preciso, a reprender públicamente al autor y a sancionarlo como es debido… CUATRO RECLAMACIONES Y MEDIA

Pero prosigamos con la interesante disquisición que nos ocupaba. Sobre las 178 reclamaciones presentadas en el 2003, el C.A.C. tomó 39 decisiones. De estas 39 decisiones, 32 fueron para desestimar la inmensa mayoría de las quejas presentadas. Al final se cursaron solamente 7 reclamaciones, que fueron las siguientes: • 2 anuncios de telefonía móvil que presuntamente incluían publicidad engañosa. Como no era competencia del C.A.C., se trasladó el tema al Ministerio de Ciencia y Tecnología. • La campaña de fin de año del desodorante Axe. Se instó a los operadores a no emitir en el futuro este tipo de anuncios que sugieren que las mujeres se excitan sexualmente al oler un desodorante. • El anuncio radiofónico del vinagre de manzana Fórmula 15x4 por insinuar que tiene propiedades curativas. • Se instó a Radio La Garrotxa a incluir la presencia de todos los grupos municipales en sus informativos. • Se instó a TV de Maçanet a mantener el pluralismo en sus programas informativos sobre las actividades del Ayuntamiento local. • Se instó a TV de Badalona sobre el mismo tema, pero se archivó la reclamación porque el asunto ya se había solucionado con anterioridad. Y punto. Eso es todo. Éstas fueron las siete correcciones (en realidad cuatro y media) que tuvo que aplicar el Consell de l’Audiovisual de Catalunya en todo el año 2003. Ante unos resultados tan paupérrimos en este campo de la denuncia del incumplimiento de las normativas legales, los activos y eficientes miembros del C.A.C. se buscaron otras tareas para ocupar las horas y justificar su existencia: hicieron multitud de informes de programas que nadie les había pedido, viajaron al extranjero para relacionarse con otros organismos similares, promovieron instaurar en Barcelona una Plataforma Mundial de Reguladoras del Sector Audiovisual (da como miedo ¿no?), organizaron jornadas, publicaron revistas, emitieron comunicados, se inventaron unos premios de calidad para Internet, firmaron un convenio con Telecinco del que nunca más se supo, se coordinaron con el Forum Barcelona 2004 no se sabe muy bien para qué… y cosas así. Pero los motivos fundamentales por los que existe el Consell de l’Audiovisual de Catalunya, las principales razones que dan sentido a su existencia, según constan en su propia página oficial en Internet, son: • Garantizar, con carácter general, el cumplimiento de la normativa reguladora del audiovisual y velar por ello. • Asegurar el cumplimiento de la legislación vigente en materia de protección de la infancia y la adolescencia en el ámbito de los medios audiovisuales. • Velar por el cumplimiento de la legislación sobre publicidad, incluidos el patrocinio y la televenta. O sea, garantizar el cumplimiento, asegurar el cumplimiento, velar por el cumplimiento… lo que digo, no se fían ni un pelo de que los de la tele cumplamos las leyes como es debido. Pues bien, a pesar de tantos recursos, de tantas ansias de control y de tantas sospechas de incumplimientos legales, la única realidad es que, sobre el complejo entramado audiovisual de Catalunya en el que emiten 4 cadenas públicas, 2 cadenas privadas, una plataforma de pago con 80 canales, más de 100 cadenas de televisión locales y centenares de emisoras radiofónicas, con miles y miles de horas de emisión y un enorme coeficiente estadístico de probabilidades de incumplimientos posibles... al final, la lista de correcciones (cuatro y media) que el C.A.C. tuvo que efectuar en todo el año 2003, francamente, parece un chiste. Si algo demuestra la “experiencia catalana” es que los de la tele debemos ser uno de los gremios de este país más respetuoso con el cumplimiento de las normativas legales existentes y, sin embargo, siguen sin fiarse. Está empezando a resultar insultante. VAGOS Y MALEANTES

Total, que todo parece indicar que: 1) Ya que la Academia de Televisión asegura alegremente que el 90’4% de los profesionales del sector televisivo no podemos vivir ni un minuto más sin un Consejo Audiovisual… 2) Ya que en la mayoría de países de Europa también existen Consejos Audiovisuales y no vamos a ser menos ¿verdad?... 3) Ya que circula la opinión de que la experiencia catalana al respecto ha sido apabullantemente enriquecedora... Cualquier día de esos, si no nos tomamos el tema en serio y hacemos algo para remediarlo, también nos van a endiñar un fastuoso Consejo Audiovisual Español. En un increíble ejercicio de discriminación, con un espíritu legislativo similar al de aquella nefasta ley franquista llamada de “vagos y maleantes”, donde se encarcelaba a algunas personas porque la policía opinaba que tenían aspecto de ponerse a delinquir de un momento a otro, o como en la película futurista “Minority Report”, donde unos supercerebros predecían quienes iban a cometer un delito y los agentes los detenían fulminantemente antes de que los cometieran, a los de la tele también nos quieren poner bajo sospecha y bajo vigilancia especial porque algunos tiene el presagio de que vamos a convertirnos en futuros delincuentes y, por lo tanto, consideran estrictamente necesario poner inmediatamente en pie todo un entramado político y burocrático, toda una parafernalia compleja y costosa como es un Consejo Audiovisual, un nuevo organismo estatal de control y vigilancia (¡qué mal suena, por dios!) para que se dedique en cuerpo y alma a fiscalizar todos nuestros movimientos y a darnos duro si consideran que nos hemos pasado lo más mínimo, sin darnos ni siquiera la oportunidad de defendernos ante un juez como el resto de los ciudadanos. Y yo pregunto a los de la tele: ¿Esta vez también vamos a tragar, así, sin más? ¿No vamos a hacer nada para impedirlo? Se aceptan sugerencias. mailto:losdelatele@gmail.com

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