Espectadores

Yo quiero una asociación

Se me ha ocurrido que podríamos montar una asociación de telespectadores. Lo digo porque así nos enteraríamos, por ejemplo, de qué hay que hacer para formar una. Son reflexiones a las que me someto cada vez que leo algo relacionado con el asunto. Me pregunto cuánta gente forma las asociaciones, qué representatividad ostenta cada una de ellas, quién o quiénes pueden fabricarse una, si hay en ellas infiltrados de las cadenas o de otros sectores implicados, qué nivel de independencia tienen, cómo lo demuestran y qué garantías me dan de estar en posesión de la verdad absoluta. La cuestión es saber por qué una asociación con, pongamos, mil afiliados, tiene una repercusión en prensa tan desproporcionada. Por ejemplo, si una asociación cuenta con doscientos socios, no comprendo con qué autoridad defiende que retiren un programa que adoran tres millones de personas, por decir una cifra. Esta semana leí que la Asociación de Usuarios de la Comunicación había hecho un estudio según el cual Antena 3 y Tele 5 incumplían la normativa en el horario de superprotección infantil. Se refería el citado estudio principalmente a los programas «La buena onda de la tarde» y «A tu lado», ambos dedicados a la crónica rosa y al seguimiento de los «realities» de sus respectivas cadenas. Sugiero que sometan a tan concienzudos análisis a otros espectáculos que habitualmente se emiten entre las cinco y las ocho de la tarde o a un informativo. Comprobaremos que telenovelas, partidos de fútbol, anuncios de prensa, películas y otros productos (como los emitidos en canales de cable) no pasan ni de coña el examen. No es que yo defienda espacios tan lamentables y estúpidos como esos que se edifican cada día a base de discusiones artificiales sobre las pseudoestrellas de «La Casa de Tu vida» o «La Granja». Pero prefiero la televisión libre que la absurda pero muy peligrosa caza de brujas en que se ha convertido esto. Se diría que esos programas tan horteras tienen más entidad desde que los ministros y otros prohombres y mujeres de las alturas se dedican a censurarlos para distraernos de otros problemas. Me temo.

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