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Matamoros y Lecquio recorren los escenarios con una versión en directo de “Crónicas Marcianas”

Pasmá, que diría un castizo. Así se ha quedado la refinada Sandra Torlonia, nieta del Rey don Alfonso XIII, ante el aire rubio, oxigenado y cuasi monegasco que Antonia dell’Atte-dislate ha buscado para el hijo que tuvo con Alessandro Lequio. Alucinada anda la abuela, acostillada en su Palacio Torlonia de vía Condotti con los sótanos ahora socavados por una excavadora que les permitirá disponer de párking. Pero lo ha dejado bien claro, o eso me cuentan: «Con esa melena por los hombros, no entrará en mi casa», asegura mientras el personal aún sigue sorprendido con la inesperada presencia, ya sin esencia, de Antonia en el bodón Bohórquez. Mientras, Lequio prepara su debut teatral emparejado a un Coto Matamoros, casi autor hasta del libreto. Les espera un verano repleto haciendo una versión -o casi- en directo de «Crónicas Marcianas». Su título no despista. Ese «Coto de caza» advierte o pone sobre aviso de lo que va. Un mano a mano prolongador de sus debates televisivos. Proyectan poner el país patas arriba y hasta recurren a sucesos como el plagio literario que protagonizó Ana Rosa Quintana al copiar casi sesenta páginas a Danielle Steel. Recuerdo a la autora en un desfile de Valentino -Paloma Cuevas y Barisnikov presentes ante Nati Abascal-, que comentaba regocijada el engaño luego «tapado» por su editorial, la misma que editó la falsedad de Ana Rosa. Me cuentan que ahora, de cara al posible impacto veraniego, ha tentado a Lequio como tertuliano entre una actuación teatral y otra. Él no parece muy dispuesto, especialmente considerando que sería una deslealtad a María Teresa Campos, a la que respeta mucho. No sólo es amiga y consejera, también es su maestra televisiva. Se valoran y admiran recíprocamente y Dado no parece animado a escuchar esas tentaciones de sirena. O tal me adelantan. Dedicará el verano a la recién iniciada prueba teatral, algo que faltaba en su inquietud exploradora de nuevos campos. Lequio aceptó la propuesta de Coto porque son íntimos. Y es que el verano no sólo ofrecerá aquellas programaciones exhaustivas de estrenos norteños, en los que Bilbao y San Sebastián barrían en sus respectivas semanas grandes. Santander y su festival roba la «première» de «Inés desabrochada». Lo nuevo de Antonio Gala junta, aunque no enfrenta, a Nati Mistral y a Concha Velasco. Medio siglo después -bueno, tan solo 45 años, Nati es muy puntillosa en las fechas-, vuelven a coincidir sobre la escena. Concha presenta a la que fue su ejemplo dramático y cantante y andan enzarzadas en cuál encabezará los carteles. Velasco, aunque productora, ofrecía hacerlo con Nati. Pero la madrileña considera que la obra se titula «Inés desabrochada», el personaje de la Velasco. Incluso medió con Gala para que terciara, a ver cómo acaba la cosa. Pero lo cierto es que tanto monta-monta tanto. O eso parece, aunque el dramaturgo, que escribió una Inés a mayor lucimiento de Conchita, hace lo habitual en Lorca y le coloca una complementaria capaz de robarle el éxito tal y como vimos cuando Lady Oliver se zampó el papel de Glenda Jackson en «La casa de Bernalda Alba», que Nuria Espert dirigió en Londres. Glenda aún se lame las heridas. Ojo que vienen dando. Artículo publicado en La Razón, 30/6/03, Jesús Mariñas

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