Una historia

Del “La, la, la” a “Rosa de España”: la travesía del desierto

De 44, dos. Un 4% de triunfo con sabor español. La representación de España en Eurovisión no es para echar cohetes, la verdad. Diríamos que le sucede algo muy parecido a la selección Española de Fútbol en las grandes ocasiones. Llega un Mundial, sudamos como Camacho, o tocamos el ouke lele como Micky en el 77 con su Enséñame a cantar, que para el caso es lo mismo, y en cuartos, nos vamos para casa. No nos quitamos el sambenito del discretito duodécimo puesto, digno, vale, pero que da una pereza mortal. Sin embargo, tanto las canciones como los intérpretes -sus trajes, sus peinados, sus gorgoritos-, con mejor o peor fortuna, forman parte de la memoria sentimental de los españolitos. De Eurovisión salieron temas con los que algunos se han enamorado (que Julio Iglesias no supiera que hacer con sus manitas en Amsterdam en el 70 con su Gwendolyne no quiere decir que los demás no lo supiéramos); otros han bailado en un guateque, como Karina y su Al fin del camino ganador del legendario programa Pasaporte a Dublín, desbancando a la mismísima Rocío Jurado; e incluso hay quien ha tenido instintos homicidas dirigidos o hacia el autor o el intérprete o hacia ambos a la vez (Patricia Kraus, hija, tú no tienes la culpa, bonita, ¿o sí?).

Porque, ¿quién no ha tarareado alguna vez Yo canto a la mañana que trae mi juventud o Yo soy aquel que cada noche te persigue? ¿Quién no recuerda a Remedios Amaya descalcita en el 83 sobre el frío escenario muniqués o el drama de Betty Misiego en el 79? Para mí que la uruguaya, que cada vez que alguien diga halleluja debe sacarse una horquilla del moño para clavársela al que sea en la epiglotis.

Pues bien, todos esos hits con tufillo naif, perfectos para epatar a cualquier amante del arte y ensayo están recogidos en un doble álbum titulado España en Eurovisión, un disco que resume más de cuatro décadas de música, cuatro décadas de peinados imposibles, de lentejuelas azul eléctrico que siempre quedan fenomenal en cámara y patas de elefante, incluso, cuatro décadas de complicadas relaciones geopolíticas.

El festival en un disco Vamos, que hasta una tesina sobre relaciones internacionales y Sociología de la Moda se podría hacer de Eurovisión. 44 años que comienzan con el bigotito de Concha Bautista y su fantástico Estando contigo -porque, si bien el certamen comenzó en 1956 nosotros no conectamos con Europa hasta 1961, porque con tanto pantano no había cable de cobre- y terminan, en este disco, con la borrachera y consiguiente resaca de Rosa y su Europe's living a celebration.

En medio, la resurrección del Festival tras los aciagos años 90 en los que, salvo la desconocida Anabel Conde, David Civera y Sergio Dalma, podríamos habernos dedicado a la cría del berberecho salvaje en cautividad que nadie se habría dado cuenta de nuestra falta. Porque, durante años vivimos como una ofensa el que nadie nos diera ni un mísero voto. 12 griegos por la causa real, que otra explicación no tiene en algún caso, y 10 de Portugal, a lo sumo, y punto.

«Se votan entre ellos», «nos tienen manía», cuando no un delicado «que les den por cul...», según la expresiva Nuria Fergó, han sido algunas de las excusas con las que hemos sobrevivido a los momentos después de la decepción.

Y eso que siempre éramos los favoritos. Lo decía el telediario.Con lo cual, estaba claro que nos robaban el primer puesto. Lo que no quedaba tanto es que también nos robaran el 2º, el 3º, el 4º el 16º . Porque, ganar, lo que se dice ganar, sólo con Massiel «y su vestido de Courrèges, que tras la victoria aderezó con un abrigo de chinchillas de órdago- y Salomé -con sus bartolillos azul turquesa de Pertegaz», en el 68 y en el 69. Con la Primavera de Praga y el Mayo francés y nosotros lalala y Vivo cantando.Apego a la realidad social que se llama.

No es extraño que Paloma San Basilio, visto el exitazo del vestuario, aguantara en 1985 con 20 kilos de peso de cristal. Pues nada.El ofensivo punto de Royaume Unis/United Kingdom para tocar las narices, y alguno más, cierto. Menos mal que nos resarcimos con Lucía, cantando un tango en plena Guerra de las Malvinas en Londres en el 82. RTVE estuvo ahí heavy. Raphael también estuvo cerca del triunfo con el maravilloso Hablemos del amor en el 67. No ganó pero es un mito. Otros como Alejandro Abad se hicieron de oro con el tema A tu lado de OT.Hoy, Son de Sol harán historia. Quién sabe si el año que viene tendremos que reabrir el Teatro Real como entonces para celebrar en Madrid The Eurovision song Contest. ¿Estará libre Laurita Valenzuela?

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