Libro de máxima audiencia

Sardá: “Me encantaría preguntarle al Rey si no está hasta los cojones de ser Rey”

Es un libro altamente recomendable, porque cuenta muchas de las tripas del programa a petición de sus espectadores habituales. En forma de preguntas y respuestas, Javier Sardá aborda centenares de temas planteados por correo electrónico por sus seguidores. Y no se corta un pelo. Para todos los que se sienten fascinados por este fenómeno televisivo, Vertele te ofrece algunas de las preguntas y respuestas que nuestra redacción ha considerado más interesantes: A veces hay mal rollo de verdad entre los colaboradores El mal rollo entre los colaboradores, ¿está en el guión? ¿Hornillos odia a Coto tanto como parece o es pura comedia? ¿Qué pasa cuando se encuentran por los pasillos? Como puedes imaginar, mi inocencia en este programa brilla por su ausencia. Yo no soy inocente, yo elijo a los tertulianos. Pero es completamente falso que yo diga a los tertulianos lo que tienen que decir. Ya es suficientemente maquiavélico el director de programa al elegir a los personajes. Claro, luego los personajes se le descontrolan a uno mismo. Es decir, uno no puede fichar a gente apasionada y que se acalora con facilidad y luego pedirle que se comporte de manera beatífica. Uno no puede querer torear una corrida de miuras y a la vez pedir que no envistan. Es decir, el mal rollo entre los personajes es auténtico. En algunos casos ya se llevaban mal antes de venir a Crónicas; en otros, es durante el programa cuando se produce la tensión, la hostilidad, que se traduce luego en lo que sucede fuera del plató. Coto y Hornillos, realmente, se llevan muy mal, y la cosa ha acabado en los tribunales, con la presencia de Latre y de Boris, incluso, en un juicio que no se ve ni en la mejor película de juicios, en esas que se llora y que el fiscal es malísimo. Ni en el cine han conseguido tanta tensión. Ahí sí que el personal tuvo que aguantarse la sonrisa, por no decir la risotada, la carcajada total. Boris se despelota a la mínima posibilidad Tantos años haciendo el programa, el plató debe ser casi como vuestra segunda residencia… Hemos vivido de todo, sí, en este plató. Piensa que cada noche cenamos todos juntos, en una larga mesa; convivimos muchas horas durante muchos días. Hay momentos magníficos y otros que no lo son tanto. Cada dos o tres meses se produce, mientras cenamos, un aplauso cerrado, espontáneo. Primero son dos, luego tres, les siguen unos cuantos y al final hay veinticinco personas aplaudiendo: Boris cena, tomando su segundo plato con seriedad absoluta, conversa con los que tiene a su lado… pero el aplauso, ese arrebato colectivo traducido en aplauso espontáneo, porque sí, significa que Boris, con una pasmosa tranquilidad, se levanta, se baja los pantalones, se baja los calzoncillos, se quita la camisa y se queda totalmente desnudo, saludando

a los cuatro vientos como si fuese una emperatriz que acabase de descender de los hombros de unos porteadores y entrase en su palacio como una diosa venerada. Una plaga de pulgas en el plató de Crónicas En el plató han ocurrido cosas muy inusuales. En una ocasión entraron siete gatos y propagaron una espantosa plaga de pulgas. Cuando acabó el programa, todos nos estábamos rascando: el público se rascaba, los cámaras se rascaban… y nos mirábamos los unos a los otros preguntándonos qué estaba pasando, porque el directo

había sido clamoroso, pero no tanto como para que nos hubiera afectado físicamente o psíquicamente y estuviéramos, así, despellejándonos a causa de unos picores

tremendos. Bien, por una vez en la vida se produjo una cierta justicia bíblica y la plaga de pulgas entró, como si de legiones romanas se tratara, en el plató de Crónicas Marcianas

. Sardá casi no duerme ¿Cuántas horas duermes, o mejor, cuántas horas necesitas dormir para luego estar despierto? Duermo muy poco. No he acostumbrado mi cuerpo al biorritmo nocturno, yo soy pájaro diurno, de acostarme temprano; solía acostarme a las doce o doce y media cuando hacía radio. Por lo tanto, duermo pocas horas, a las ocho o nueve ya estoy en pie, voy a preparar el programa y luego por la tarde me echo una siesta. Me despierto como en la mili, cuando había siesta en verano, que no sabes si es el día siguiente o el día anterior

(que para el caso viene a ser lo mismo porque tan pronto me levanto me pongo en esa cosa sacerdotal de a diario que implica el trabajo, la de no dejar de pensar en el propio trabajo). Coto tuvo un infarto la primera vez que fue al programa Leí una vez que Coto tuvo un infarto la primera vez que fue a tu programa, ¿eso es cierto o es literatura?

Efectivamente, así fue. No es literatura. Coto tuvo un infarto la primera vez que vino al programa, y acabó en un hospital. Él lo ha contado tantas veces que yo me siento en la libertad de contarlo de nuevo: esa noche se excedió, como luego nos confirmó él mismo tras recuperarse, en el consumo de cocaína. Eso le produjo una crisis, agravada por la tensión del directo. Todo junto le provocó un jamacuco que acabó con él en el hospital ante el susto general. Coto Matamoros había escrito un libro sobre Mar Flores, y era la primera vez que lo entrevistaba. El éxito sólo convierte en gilipollas a los que ya son gilipollas ¿No se vuelve uno gilipollas con tanto éxito? Me encanta que me hagas esta pregunta. Puede que sí. Yo, en todo caso, si lo soy ahora es porque ya lo era antes del éxito. Lo digo sinceramente, con un mínimo conocimiento de causa y sin vocación de que se me crea. Mira, José Luis Coll en su libro Pensaciones dice una frase fantástica: «Qué inculto era Napoleón que no sabía quién era Fidel Castro». Es decir, cómo se va volver uno gilipollas con la cantidad de cosas que uno no sabe, con la cantidad de cosas que nos queda por aprender y la cantidad de cosas que nos quedan por hacer.

Estar aquí de paso, como estamos, y sentirse importante no va conmigo. Cómo son los colaboradores: Boris y su homosexualidad Boris es tan homosexual como aparenta o se está que-dando con la audiencia, porque a lo tonto a lo tonto, toquetea a todas las tías? Me encanta que me hagas esta pregunta y aprovecho para hacer una protesta formal y completamente heterosexual. No protesto en relación a Boris, en concreto, sino que protesto de la actitud de las mujeres en plató con los homosexuales. Ya estoy hasta las narices de que los homosexuales puedan tocar a todas las mujeres, besarlas, sentárselas encima, hablarles con una proximidad extraordinaria… en fin, flirteando de una forma apasionada; y que, cuando un heterosexual se les acerca a una mínima distancia se alejen como si tuviésemos halitosis galopante y despiadada o les provocásemos miedo o supusiésemos un peligro incontrovertible y pavoroso. Ya está bien de agravios comparativos y de tratos de favor: aquí, o no toca nadie o tocamos todos. Dicho queda, y es mi protesta después de hacer un programa de variedades durante tanto tiempo. Ya está bien, estoy hasta el gorro, hombre. Además, lógicamente, como soy el jefe no puedo tener el más mínimo desliz en el terreno del acoso sexual (cosa que me parece muy bien): pido abiertamente que no lo haga nadie, hombre, aquí, o todos moros o todos cristianos. ¡Ya estoy más que harto, me has hecho una pregunta que me ha puesto ner-vioso y ahora tendré que tomarme una tila antes de seguir con esta entrevista! ¿Es Coto un tío de puta madre o un hijo de puta?

¿Sientes debilidad personal por Coto?

Con Coto Matamoros pasa, al conocerle, una cosa curiosa. Así, a bote pronto, uno se pregunta: «¿Es un tío de puta madre o es sencillamente un hijo de puta?» Luego pasa un tiempo que dices, no, si resulta que es un tío de puta madre; luego rectificas, no, pero si es un hijo de puta; luego vuelves al principio, y piensas de nuevo que es un tío de puta madre; luego vuelves a cambiar y de nuevo piensas que es un hijo de puta… y así

hasta que llegas a la conclusión de que es las dos cosas, incluso para él mismo.

Coto sabe que es imprescindible en Crónicas Marcianas, pero el mismo Coto sabe que no hay nadie imprescindible en Crónicas Marcianas. Lo sé yo, lo sabe él, lo sabemos todos. Por lo tanto, a pesar de algunos comentarios sobre sus usos y abusos en mi programa, y de que ambos sabemos que somos incompatibles, al mismo tiempo, mientras ambos estemos en los mismos parámetros de una cierta locura, somos imprescindibles el uno para el otro. Latre me conquistó imitando a Torrente

¿Dónde viste por primera vez a Carlos Latre? Recuerdo perfectamente que Ricardo Bofill me pidió que le presentara uno de sus libros en Barcelona, en la Fnac. Y entonces se me acercó un pollo joven, con una grabadora, que me quería hacer una entrevista. Yo le contesté que no, que no me gustaba dar entrevistas y entonces, en plan Hollywood, durante quizá menos de un minuto se puso a imitar a Torrente, a Adriansens, a varios personajes. Yo estaba de pie, en medio de un montón de gente, él supo aprovechar aquel instante irrepetible, aquel momento clave para él, y desplegó todo su potencial de imitador. Tuvo su momento y lo aprovechó a la perfección. Yo le pedí su teléfono y él me lo dio. Le aseguré que le llamaría y cumplí mi promesa. Así de cierto y así de increíble fue como yo, por primera vez, tuve

noticias de quién era Latre y de cuál era su capacidad para imitar. El gran público de Crónicas Marcianas

¿Cómo elegís al público de vuestro programa para que sea tan cañero? ¿El público es como un personaje más del programa? Al público no lo elegimos porque doscientas cincuenta personas cada noche durante tanto tiempo no se pueden elegir. Son ellos los que se van apuntando para poder venir cuando es posible. Hay un aspecto futbolístico en la asistencia del público a Crónicas Marcianas. A mí me impresiona que vengan autocares de Madrid, de Murcia, de Palencia, de Oviedo o de donde sea exclusivamente para ver el programa y regresen a su lugar de origen cuando la emisión ha finalizado, como si fueran a ver un partido de fútbol de su equipo. De verdad que infunde un respeto acojonante. El público juega el papel que sabe que tiene que jugar, es un elemento más del programa. Como ven desde

sus casas el comportamiento del público en nuestro plató, dicen: «Vale, pues esta noche nos toca a nosotros hacer lo mismo», y son entusiastas, apasionados por todo lo que ocurre y, sobre todo, vienen con la sana intención de pasárselo bien. Hay días que tienes un cierto desánimo pero cuando te encuentras ese ambientazo, la adrenalina que uno lleva colgando se le pone automáticamente tiesa. Me gustaría preguntarle al Rey si no está hasta los cojones de Aznar Si pudieras llevar al Rey Juan Carlos a Crónicas, tú que ya le has entrevistado, ¿qué te apetecería preguntarle? Me encanta que me hagas esa pregunta. Me gustaría preguntarle, lo cual no significa que yo crea que se puede preguntar, si a veces no está hasta los cojones de ser Rey, si no está hasta los cojones de Aznar, si no le preocupa el futuro de las relaciones sentimentales de sus hijas, no el futuro del príncipe, si se casará o no, sino si se mantendrán firmes los matrimonios de las infantas, por lo que pasa en el Reino Unido y todas esas cosas. Como la lectura nos ha parecido apasionante, próximamente os introduciremos en algún secreto más de los que revela este libro.

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