Memoria

El meu amic Joan Ramon

Un grupo de amigos nos hemos citado esta mañana, a mediodía, en el cementerio de Collserola en Barcelona, para despedir a uno de los nuestros, de los mejores, un amigo entrañable: Joan Ramon Mainat.

El mundo se nos quedará a partir de hoy más pequeño, pero sobretodo más gris y triste. Cierro, en mi vida, una etapa de 28 años, que empezó el 13 de diciembre de 1976, cuando le conocí. Nacía en aquella fecha Radio 4, la primera emisora en lengua catalana y, entre los que se embarcaron en aquella ilusión estaban dos personas que luego han dado mucha guerra: Joan Ramon, con 25 años cumpliditos, y Xavier Sardá. A partir de aquel momento la relación con Joan Ramon nunca se interrumpió. Estuvimos juntos en Radio Nacional de España, en Televisión Española, en la Expo de Sevilla, en Backstage. Compartimos viajes, fiestas, reuniones –a las que era alérgico-, manteles, amigos y, sobretodo, risas. Cuando estaba con él no parábamos de reírnos. Nos fascinaba su capacidad de convertir cualquier situación en algo tremendamente divertido. Sin que él se lo propusiera, se convirtió en una persona imprescindible en mi paisaje personal: en un amigo del alma, en un hermano mayor, casi siempre agotador y fértil.

Mainat era un ser extraordinario: tenía mil ideas por minuto, que exponía con una vehemencia inaudita. Nunca dejó de ser un niño en un cuerpo de persona mayor. Siempre me sorprendió la claridad de sus razonamientos, su energía desbordante y la fertilidad de su intelecto. Era el primero en casi todo. Joan Ramon fue el que nos introdujo en internet y el que nos contaba siempre la última: se sabía lo que pasaba en la televisión mundial y tenía una capacidad inagotable para leerlo todo en cuatro o cinco lenguas distintas. Además, lo hacía todo desde la modestia y desde la discreción. No le gustaba aparentar, presumir, recoger premios, dar ruedas de prensa, estar en la primera línea del escaparate. Él estaba detrás y disfrutaba del éxito que su intensa creatividad aportaba a los demás. Era siempre el mejor amigo.

Quizás por todo esto le hemos querido tanto.

Cuando le propuse estar a mi lado en Televisión Española en Barcelona, lo puso todo patas arriba. Consiguió, en la época de Pilar Miró y Luís Solana, que Sant Cugat se convirtiera en un Centro de Producción de referencia y que nuestros programas aportaran innovación, calidad y audiencia a una televisión pública que buscaba nuevos caminos. Recuerdo con indignación la injusticia que cometieron cuando le cesaron como Director de Programas de TVE en Cataluña por seguir siendo el visionario que siempre fue con “Camaleó”, un ejercicio crítico sobre la credulidad que genera la televisión. Ellos, como siempre, se lo perdieron.

Ahora, cuando le despedimos, no puedo menos que pensar en que nunca iba a un entierro o a un funeral. Siempre decía que a los amigos hay que cuidarles en vida, y comentaba, irónicamente, “al único funeral en el que estaré es en el mío, porque no voy a tener más cojones que ir”.

Nosotros hoy también estaremos en el suyo, seguramente con el deseo de extender un poco más, contra la muerte, el placer y el privilegio de haber sido amigos suyos.

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