Sabios de Vertele (6)

“Mi modelo de televisión se reconoce en el estilo de la BBC”

Como primera providencia, vaya por delante que considero totalmente imprescindible la existencia y potenciación de la televisión pública. Y esta principal consideración es expresada por quien nunca ha trabajado en ninguna empresa de titularidad pública, ni por supuesto en ningún medio de comunicación donde la participación del Estado tuviera porcentaje alguno. Como puede dar fe el propio Enrique Bustamante, pues fuimos invitados, en diciembre de 2001, por la Radio Televisión Portuguesa a unas jornadas, precisamente para debatir sobre la necesidad de la televisión pública, mi exposición estuvo centrada en la imperiosa necesidad del fortalecimiento del concepto de televisión pública, ahora más que nunca, pues como todos sabemos la colonización hoy se fabrica a través de la producción audiovisual, y más en concreto por la televisión, mediante las series y películas estadounidenses, fundamentalmente. La identidad de lo que somos es tarea prioritaria. La segunda conclusión es obvia: es inexcusable la potenciación de la industria y mercado audiovisual español, donde la iniciativa privada y la imprescindible misión de lo público constituyan un todo que haga realidad, por fin, un tejido empresarial audiovisual que esté presidido por el talento creativo, por la capacidad de exportación de sus productos y que mantenga la rentabilidad de todas las empresas del sector.

Se trata, pues, de ampliar y mejorar lo que tenemos. La cuestión cardinal es: ¿cómo? Si anteriormente indicaba que soy un firme defensor de una televisión pública fuerte, expansiva y con capacidad al mismo tiempo de no renunciar a fidelizar audiencia, es también cierto que creo en una televisión pública con una misión diferenciada de los canales de propiedad privada con una determinación crucial: las televisiones públicas, tal cual sucede en Radio Nacional de España en la radiodifusión de nuestro país, deben operar sin publicidad.

Esta cuestión es sustantiva pues las cadenas públicas – RTVE o cualesquiera de los entes televisivos autonómicos – deberían de una vez por todas eliminar de su objeto social la financiación mediante la publicidad.

La tercera conclusión es un silogismo de las dos anteriores. Mi modelo de televisión se reconoce en el estilo de la BBC, - insisto: esta opinión la he mantenido siempre –, que es una empresa de comunicación audiovisual que está en la mente de la ciudadanía como una de las marcas mundiales de mayor notoriedad y reconocimiento.

Ergo: sí a la televisión pública, no a la publicidad en su programación televisiva.

La financiación de este sistema sólo puede darse de dos modos: canon televisivo o asunción por parte de los presupuestos del Estado. Personalmente, como ciudadano, me parece más verosímil la primera; es decir, que se instaure un canon televisivo (la BBC así lo hace desde tiempo inmemorial), pues de esta manera sabremos cuánto cuesta hacer la necesaria televisión pública que sea la referencia audiovisual de todos nosotros, de igual forma que se podrá exigir una calidad y cantidad de programas que tengan como norte la vertebración y cohesión social, al tiempo que se convierta en símbolo de una industria audiovisual española de primer rango. No rechazo que el coste económico de la actividad televisiva de la televisión pública venga financiado por los presupuestos del propio Estado o de las administraciones autonómicas.

Así las cosas, lo crucial es que la industria audiovisual española crezca, en cantidad y cualidad, siendo imprescindible por ello que todas las empresas del sector, independiente de las distintas misiones de cada una, participen en la potenciación del mercado audiovisual. Esta cuestión también es principal, pues vital es que se fomente todas las posibilidades de desarrollo de nuestra propia actividad.

Es preciso, como cuarta conclusión, que tengamos grandeza en el diseño de la industria audiovisual. Guste o no, somos lo que sale por la televisión. Por supuesto, ver televisión, como todos conocemos, es la actividad a la que más tiempo dedicamos. Y no podemos olvidar que la televisión es un electrodoméstico que transmite ideología. Por tanto, urge que la televisión – de igual modo que la educación y las propias familias – sea un instrumento al servicio de los ciudadanos con un estilo presidido por un comportamiento ético; esto es, que busque permanentemente fomentar oportunidades. Al mismo tiempo, como quinta conclusión, soy partidario de que existan más canales de televisión. Si las televisiones públicas, incluidas las autonómicas, dejan de emitir publicidad, se liberan ingresos importantes que bien pudieran dar lugar a la creación de dos cadenas más de propiedad privada. La facturación publicitaria del medio televisivo cerrará en el 2004 alrededor de los 2.250 millones de euros, siendo muy factible que el propio dinamismo de la actividad publicitaria, junto a una mayor producción y emisión, generara un incremento de anunciantes, y por ende de facturación económica.

Si se crean una o dos cadenas más de carácter privado, lógicamente, quien gana es la propia industria audiovisual española: más talento creativo, más tiempo de producción, más puestos de trabajo... mucho más tejido productivo audiovisual de todo tipo de empresas, que sin duda debería ser el gran objetivo de las compañías y profesionales del sector.

Como sexta conclusión, apuntar que el nuevo mapa televisivo (audiovisual) de nuestro país ofrezca una característica esencial: equilibrio, sin renunciar a ninguna de sus partes, públicas o privadas.

Por último, un deseo, que entre todos seamos capaces, en el sentido más noble del término, de ilusionar al respetable catódico. A él nos debemos.

Ricardo Vaca Berdayes Presidente Ejecutivo de

Barlovento Comunicación Otras entregas anteriores: -Pío Cabanillas: “Es muy cómodo centrar las críticas en Prado del Rey”

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