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Los dos platós de Qatar

La diferencia con la primera guerra del Golfo es que entonces únicamente había un plató, estaba en Atlanta, sólo emitía vídeos desde el punto de vista del misil, sin demasiada calidad de imagen, y cuarteleras ruedas de prensa del general Schwarzkopf a base de pizarra, puntero y esa retórica militar que tanto le gusta a Trillo. Es cierto que cuando aquel corresponsal americano instaló una parábola analógica con pinta de paraguas en la terraza de su hotel cambiaron un poco las cosas; pasamos del diferido al directo, aunque seguíamos sin ver nada excepto relámpagos en los cielos nocturnos de Bagdad. Fue una guerra de un solo plató o, lo que es lo mismo, de una sola pantalla: la CNN. Esta vez habrá guerra de platós y de pantallas, será en directo y las contiendas de Mesopotamia serán filmadas y retransmitidas en sistema digital. No es que los vencedores hayan aprendido la lección de aquella guerra tan analógica y sean ahora más plurales, informativamente hablando; ni siquiera es que las cacharrerías de comunicación se hayan transformado en medios al alcance de todos, desde Internet y los satélites ligeros hasta los móviles y las cámaras digitales. No. La verdadera diferencia es que esta vez existe Al Yazira.

Por eso, a poca distancia de la cadena incontrolada, también en Qatar, el Pentágono está construyendo a toda prisa un plató alternativo para convertirlo en el escenario de sus ruedas de prensa y ha encargado a George Allison, conocido hombre de Hollywood, que lo diseñe y se ocupe durante la guerra de su dirección artística.

Los americanos no dudan del resultado de la guerra, está cantado, pero le temen como al mismísimo diablo al otro plató de Qatar porque la verdadera batalla de esta primera guerra digital que, al mismo tiempo, también es la primera guerra de la globalización (de la opinión pública mundial), se jugará en las pantallas. No es el miedo al resultado final, ya digo, es el pánico a los efectos perversos que puede causar una guerra que, antes de empezar, se ha convertido en más impopular que la del Vietnam. Y aunque la asimetría entre los dos platós es evidente, el de Al Yazira tiene una exclusiva televisiva con la que no pueden competir los americanos: los muertos de la guerra.

Desde el momento en que Al Yazira registre una imagen, sólo una, de las primeras víctimas civiles de un bombardeo y retransmita el horror en directo y vía satélite, los americanos tienen perdida la posvictoria. Ante un hecho tan sencillo y primitivo como es el de transformar los muertos virtuales en reales, el plató hollywoodiano de Qatar, obligado a no salirse del guión de cero muertos marcado por el Pentágono, no tiene nada que hacer por mucho apoyo incondicional que tenga de la Fox News o del tal Urdaci de TVE, el más fanático de los sicarios. Lo expresó el filósofo Jacques Derrida oponiéndose a las ya pelmazas “paradojas” de Baudrillard en una mesa redonda celebrada en París la semana pasada; cuando éste insistía en la fantasmagoría virtual de esta segunda guerra que, como afirmó de la primera, será un “no acontecimiento fantoche”. Mire usted, le contestó Derrida, los muertos no se dejan virtualizar. * Artículo publicado el 16/03/03 en el diario El País, sección Internacional

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