A las 23:15 horas

El reto de hoy en “21 días”: tres semanas sin comer

21 días sin comer. Tras convivir con las personas sin hogar soportando frío y penurias, Samanta Villar dejará de comer durante tres semanas –siempre bajo seguimiento médico- para explorar los cambios físicos y psíquicos que sufre su organismo. En su experiencia convivirá con personas que padecen enfermedades como anorexia o bulimia.

Samanta seguirá un riguroso control médico desde la Unidad de TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria) de un hospital madrileño. Esta Unidad realizará pruebas para ver qué cambios sufre Samanta después de 21 días, viviendo 24 horas al día en ayuno.

La doctora que hará el seguimiento a Samanta le advertirá de lo peligroso de su experiencia: el riesgo es muy alto porque algo podría cambiar en su cerebro y degenerar en una anorexia nerviosa.

Es más, unos días después de someterse a esa experiencia, Samanta comienza a desarrollar conductas asociadas a la enfermedad. Samanta se marea, se asusta y termina llorando sin saber muy bien por qué…

Obsesión y distorsión de su imagen, inseguridad, ansiedad...

Los resultados tras esos duros 21 días comienzan a ser graves: obsesión y distorsión de su propia imagen, falsa seguridad en sí misma, altos niveles de ansiedad e incapacidad para reconocer los síntomas del inicio de un trastorno que podría derivar en grave. Es en ese momento cuando la doctora que sigue su evolución recomienda a Samanta que dé por finalizada su experiencia.

En esta carrera por perder peso, Samanta se encontrará con casos impactantes. En Ciudad Real conocerá a Pilar, una mujer de 33 años ingresada por tercera vez en la unidad de TCA del Doctor Beato. “No encuentro un motivo para salir de la enfermedad. Me planteo quitarme la vida pero no encuentro el valor necesario.”, son algunos de sus pensamientos desde que empezó a sufrir esta enfermedad. El problema, sabe, está en ella, por lo que tiene miedo de dejar la unidad.

Samanta también recorre la Unidad de Psiquiatría del Hospital Reina Sofía, en Córdoba, donde asiste a un grupo de terapia para adultos. Cada uno tiene una historia que contar. Es el caso de Carmen, una paciente de 34 años, casada y con dos hijos de 9 y 4 años, cuya obsesión es vomitar la comida. Miguel, su marido, está al límite.

Al mismo grupo de terapia acude Macarena, una joven que está intentando superar una bulimia. También se encuentra Pedro, una persona que era obesa y con unos niveles de autoestima muy bajos. Hace diez años decidió hacer dieta por su cuenta y riesgo, lo que le provocó una anorexia nerviosa primero y bulimia después.

El caso de Inma es la imagen más positiva de la historia. A sus 23 años ya tiene casi superada la enfermedad. Su madre llora mientras cuenta el día en que casi se muere su hija en sus brazos. Hoy comienza una nueva vida. Después de 14 meses sin salir de casa se va de excursión con sus compañeras. Aún así vive rodeada de normas estrictas.

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