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Contra la televisión

Contra la televisión

El libro Sobre la televisión del ya fallecido filósofo francés Pierre Bourdieu, continúa siendo imprescindible para reflexionar sobre el medio más criticado, más denostado y más golpeado de todos, protagonista esta semana por las nominaciones a los Premios de la Academia de Televisión.

La tesis principal del libro es que la televisión, para conseguir la mayor audiencia, simplifica la realidad, convirtiéndola en diversión pura, en espectáculo banal e incomprensible. Lo que no encaja en su formato –brevedad, espectacularidad- es silenciado o relegado, y deja de tener relevancia pública.

Esta “banalidad”, según Bourdieu, es aprovechada por una nueva clase de “científicos-periodistas” oportunistas que buscan notoriedad y reconocimiento mediático.

Pierre Bourdieu aporta opiniones que, 17 años después de ser expresadas, siguen siendo perfectamente válidas como elementos de debate:

1. La televisión pone en peligro la producción cultural en distintas áreas del saber: arte, literatura, ciencia, filosofía, derecho.

2. También pone en peligro la vida política y la democracia. Decía: “En una época como la actual, de gran precariedad en el empleo y con un ejército de reserva de aspirantes a ingresar en las profesiones relacionadas con la radio y la televisión, la propensión al conformismo político es mayor”. O sea: los periodistas saben perfectamente a las órdenes de quién trabaja y no plantea problemas “editoriales” (¿Les suena?).

3. “La televisión es un colosal instrumento de mantenimiento del orden simbólico”.

4. “La televisión posee una especie de monopolio de hecho sobre la formación de las mentes de una gran parte de la población”.

5. De este modo, la televisión se convierte en un instrumento que crea la realidad, no la refleja. El mundo social está descrito-prescrito por la televisión. La televisión se convierte en el árbitro del acceso a la existencia social y política.

6. La televisión está totalmente sometida a la presión comercial, a través de los índices de audiencia.

7. La televisión puede reunir ante el telediario a más gente de la que compra todos los diarios de la mañana y de la tarde juntos, por lo que evita los contenidos que puedan dividir, intenta no escandalizar a nadie, no plantea jamás problemas o sólo problemas sin trascendencia.

8. Impulsadas por las audiencias, las cadenas de televisión recurren a los viejos trucos de los periódicos sensacionalistas y dedican amplios espacios a la crónica de sucesos y a las noticias deportivas.

9. La presión de los periodistas, tanto cuando expresan sus visiones o sus valores propios como cuando pretenden, con buena fe, erigirse en portavoces de la emoción popular o de la opinión pública, orienta a veces la labor de los jueces.

10. ¿Le cabe a alguien en la cabeza que se pueda resolver una polémica entre dos matemáticos, dos biólogos o dos físicos mediante un referéndum, o mediante un debate entre dos interlocutores escogidos por un presentador de televisión?“

Los cineastas; “Condenar la televisión sería tan ridículo como excomulgar la electricidad o la teoría de la gravedad” (Federico Fellini)

Pero guste o no guste, la televisión está ahí, en el centro de nuestra realidad. Y las opiniones que unos y otros expresan resumen al mismo tiempo las contradicciones y la fascinación que el medio genera entre intelectuales, periodistas y creadores culturales.

Sin pretender profundizar más, hoy veremos algunas opiniones de personajes relevantes sobre la televisión, algunas muy conocidas y ya clásicas. Empecemos por la gente del cine.

El director de cine Jean Renoir opinaba que “el problema es que la televisión amalgama y convierte en papilla informe la realidad, la ficción, lo fundamental, lo secundario, el divertimento y la reflexión”. Parece que ahí coincide con el maestro Bourdieu.

Federico Fellini, por su parte, que no es partidario de condenar la televisión como invento, busca otras responsabilidades: “La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”.

Groucho Marx, el gran cómico, en cambio, le ve ventajas desde su habitual ironía: “Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”.

Y en las ventajas desde el sarcasmo le acompaña el director italiano Vittorio de Sica: “La televisión es el único somnífero que se toma por los ojos”.

Woody Allen hace un juicio severo desde su atalaya neoyorquina de la televisión que se fabrica en California, en Los Ángeles, la capital mundial de la producción para la pequeña pantalla: “Allí la gente no tira su basura, la convierte en espectáculo de televisión”.

Añadamos un par de opiniones más de la gente del cine. La actriz Bette Davis creía que era maravillosa porque “no sólo nos produce dolor de cabeza sino que además, en su publicidad encontramos las pastillas que nos aliviarán”.

Finalmente, otro de los grandes, el director Alfred Hitchcock, también se apuntaba a la ironía cuando afirmaba que “la televisión ha hecho mucho por la psiquiatría: no sólo ha difundido su existencia, sino que ha contribuido a hacerla necesaria”.

Los escritores: “Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia” (Umberto Eco)

Los intelectuales y escritores también se han apuntado al debate sobre la televisión. El ensayista Jean François Revel, uno de los grandes pensadores franceses del siglo XX no dudó en afirmar que “la televisión es la violación de las multitudes”.

El novelista español Ramón José Sender escribió que “la televisión es una hija del cine que le ha salido disipada y de malas costumbres”.

Gilbert Keith Chesterton, conocido como “el príncipe de las paradojas” por sus ensayos y novelas, no dudó en escribir que “la televisión nos proporciona temas sobre los que pensar, pero no nos deja tiempo para hacerlo”.

Manuel Vázquez Montalbán, que escribió un ya legendario “Informe sobre la información”, realizaba un análisis marxista del medio y mantenía que “hemos pasado de la máquina mediática concesionista, controlada por el Estado directa o indirectamente, a la máquina mediática del mercado, en la que la ley de la oferta y la demanda establece que los más poderosos acaben por controlarla”. Parece claro que coincide con Bourdieu en la dictadura “comercial” de la actual televisión.

En cuanto a su función divulgadora, el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, también criticaba la espectacularización de la información al decir que “el informativo televisado, estructurado como una ficción, no está hecho para informar sino para distraer”.

Sobre la cruda verdad de que lo que no sale en la tele no existe, Carl Bernstein, el conocido periodista del caso Watergate, afirmó que “cuando la televisión informa sobre algún hecho marginal, en ese momento deja de serlo”.

Marshall McLuhan, el teórico de la comunicación que mantenía que “el medio es el mensaje”, no tenía ninguna duda que “la guerra del Vietnam se perdió cuando la televisión rompió la tranquilidad de los cuartos de estar, no en el campo de batalla”.

Un poco de todo: “”Seis, ocho millones de espectadores. Estas son cifras con las que nunca pudo soñar ningún director teatral o novelista y menos aún Esquilo, Sófocles o Eurípides“ (Fernando Fernán Gómez)

Más puntos de vista. El arquitecto Frank Lloyd Wright, uno de los principales maestros de la arquitectura del siglo XX, opinaba que “la televisión es chicle para los ojos”.

El también arquitecto y humorista Isidoro Loi se dirigía a las nuevas generaciones para recordarles que “los matrimonios jóvenes no se imaginan lo que deben a la televisión. Antiguamente había que conversar con el cónyuge”.

El dibujante Antonio Mingote lamentaba que “la televisión ha acabado con el cine, el teatro, las tertulias y la lectura. Ahora tantos canales terminarán con la unidad familiar”.

El autor teatral Jaime de Armiñán miraba a la sociedad cuando decía que “la televisión no es culpable de nada. Es un espejo en el que nos miramos todos, y al mirarnos nos reflejamos”, mientras que Clive Barker coincidía con él al escribir que “la televisión es el primer sistema verdaderamente democrático, el primero accesible para todo el mundo y completamente gobernado por lo que quiere la gente. Lo terrible es, precisamente, lo que quiere la gente”.

El periodista británico David Frost, protagonista de la película Frost/Nixon, ironizaba sobre otra de las ventajas de la pequeña pantalla: “La televisión es un invento que permite que seas entretenido en tu salón por gente que nunca tendrías en casa”, mientras que el escritor polaco Kazimierz Brandys apoyaba esta opinión al afirmar que “la pequeña pantalla es la barraca de feria donde el pueblo viene a ver las maravillas del mundo”.

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