Opinión

“¡Pero qué tendrá que ver Wyoming con el periodismo!”

No salgo de mi asombro. A pesar de mi avanzada edad, de mi formación de periodista y de mi relación de 30 años con este oficio, la vida me sigue sorprendiendo.

Ahora, lo ha hecho, nada más y nada menos, el Presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid. Urbaneja declara que la broma de la becaria que preparó “El Intermedio” y Wyoming “revela un desprecio y una enorme ignorancia de las reglas de este oficio”.

¿De qué oficio? Si sigo leyendo, el presidente me revela que el oficio denostado, pisoteado y maltratado es el mío, el de periodista. O sea, que equipara la actividad lúdica que realiza Wyoming con “el periodismo”.

Increíble.

Para mí, lo que hace “El intermedio” es comedia, humor, sátira, esperpento, ironía, cachondeo… pero nunca periodismo. Así me lo he tomado siempre.

Me parece un auténtico despropósito analizar los guiones de Wyoming a la luz de las reglas sacrosantas del periodismo. Urbaneja sigue diciendo que “esto no revela más que el estado deplorable de la profesión en estos momentos”.

¿Es lícito crear “bromas” para engañar?

Si es o no lícito crear este tipo de bromas para “engañar”, es harina de otra costal y me parece una discusión desenfocada. ¿Son lícitas las “cámaras ocultas” para crear situaciones equívocas y divertidas? ¿Pueden defenderse las “inocentadas” televisivas? La discusión raya en el absurdo.

No hablamos de “periodismo”. Hablamos de comedia. En el terreno del humor, todo me parece lícito. A mí me divirtió el montaje y me sorprendió, al mismo tiempo, que Intereconomía emitiera un material privado, grabado con un teléfono móvil, para criticar a un cómico de la competencia.

Porque el origen de la polémica es “una inocentada”, pero la difusión del material por parte de Intereconomía no puede argumentarse en que están dando “una noticia”.

Si empezamos a analizar las bromas de Wyoming, acabaremos reflexionando sobre el contenido de los monólogos de Buenafuente o sobre los disfraces de “El Follonero”. Antes, deberíamos discutir sobre si es “información” la máquina de la verdad o criticar el contenido de “La caja” de Telecinco.

En fin, hay tantas preguntas dentro del mundo de la información, que no parece serio empezar a analizar el humor confundiéndolo con el periodismo.

¿Qué opina, de otras cosas, la Asociación de la Prensa?

Sí estamos de acuerdo, en cambio, con Urbaneja, en que el periodismo vive un momento deplorable; pero Wyoming no tiene ninguna responsabilidad en ello, ninguna culpa ya que no ha cometido ningún pecado.

Es como si analizáramos la profesión de cirujano criticando los masajes de los fisioterapeutas, o el comportamiento de los porteros de discoteca abominando de la práctica de los detectives privados. Nada que ver, señor Urbaneja.

Nos molestan sus críticas porque el organismo que preside no acostumbra a manifestarse públicamente sobre otro tipo de prácticas claramente informativas que sí, en cambio, perjudican gravemente al periodismo.

Por ejemplo, la mezcla de información y opinión que impregna todos los noticiarios de radio y TV, e incluso la prensa escrita; el amarillismo galopante que lo invade todo, bajo el lema de que “la verdad no te estropee una buena noticia”; las “teorías de la conspiración” que acaban disolviéndose como pompas de jabón...

También la información económica que responde a intereses de grandes “lobbies” o empresas; el sesgo de los suplementos culturales que sólo recomienda productos de los grupos editoriales vinculados al periódico; las páginas de televisión que sólo promocionan programas de la cadena del “holding” y que siempre tienen críticas positivas para los productos deleznables que han estrenado…

Y en la mayoría de estos casos, en la inmensa mayoría de situaciones como éstas en las que se han pisoteado las normas más elementales del periodismo, la Asociación de la Prensa se ha mantenido muda.

¿Por qué intervenir ahora y pontificar sobre una broma parida en un programa de humor, citando como excusa el “desprecio y la ignorancia” sobre el periodismo?

En fin, nos gusta la luz que a veces proyectan las organizaciones profesionales, pero harían bien en dirigirlas a los comportamientos, criticables, que empañan el ejercicio del periodismo en España, que son muchos y constantes.

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