Crítica

'1899': el ambicioso viaje transatlántico de Netflix es un rompecabezas que repite la fórmula de 'Dark'

Imagen promocional de '1899'

Javier Atienza

1899 es la nueva serie de Netflix que nace de la mente de los creadores de la aclamada ficción alemana Dark, Baran bo Odar y Jantje Frtiese. La ficción verá la luz este jueves 17 de noviembre, momento en el que los espectadores de la plataforma podrán comprar unos billetes transatlánticos para sumergirse en un nuevo misterio.

La pareja alemana está de regreso como un dúo inseparable en una nueva ficción tras el éxito de su anterior rompecabezas, que destacó por una complejidad elaborada con numerosos giros de guion y que se ganó un hueco en el género, lo que les ha servido para que la plataforma produzca su nuevo proyecto. Este ha logrado escapar de las fronteras alemanas, y es una serie fundamentalmente de habla inglesa, aunque en su haber contiene un reparto muy diverso, y algunas lenguas europeas hacen eco de aparición en varias ocasiones.

La razón es que la trama de la historia nos embarca en un viaje transatlántico con numerosos personajes de distintas partes del mundo, pero, a pesar de sus diferencias, todos tienen un objetivo en común: viajar a Estados Unidos con el fin de dejar algo atrás a lo que no quieren regresar. Para ello se suben en un barco de una compañía naviera que tiene desaparecido en extrañas circunstancias desde hace cuatro meses otro de sus buques, el Prometheus.

Ambiciosa y más compleja

No hace falta mucho más que un vistazo para percibir que 1899 cuenta con mucho más presupuesto que el anterior proyecto alemán. La ficción parece haberse ganado la confianza de sus financiadores, y la pareja alemana ha logrado llevar a cabo un proyecto que luce mucho más ambicioso.

Pero esa no es la principal característica de este show televisivo: el rompecabezas que propone es mucho más complejo que su antecesor, por lo que si antes necesitábamos papel y bolígrafo para poder seguir la trama y hacer suposiciones, ahora necesitaremos una pizarra en nuestras casas.

Por esa parte, la serie supone un desafío extra, y con el primer vistazo parece tener numerosas posibilidades a explorar en lo que se presenta como un enigma que tiene potencial para explotar. Por lo que, si el espectador viene con hambre de querer someterse a un digno rompecabezas, este es un buen camino.

Sin embargo, no solo la incógnita que sugiere es realmente atrapante, también lo son sus personajes.

La ficción sigue la estrategia de su antecesora, un reparto bastante coral con dos líderes principales. Sus dos protagonistas, interpretados por Emily Beecham y Andreas Pietschmann (este último repite tras su papel en Dark), poseen historias personales muy magnéticas que funcionan como los mecanismos de un reloj, incluso uno de ellos se hace eco de imágenes tarkovskianas.

No obstante, el talento reside en el resto de personajes que en un principio lucen secundarios. La construcción y el cuidado a la hora de escribir sus historias hacen que sumen al conjunto de la serie, interesando de igual manera que lo hace su trama principal. Por lo general, todos los personajes secundarios gozan de un atractivo que alimenta el conjunto, y sus tramas acaban sirviendo de recompensa al espectador cuando la narrativa se desvía de la trama principal para ir escribiendo las secundarias.

El buen manejo de estas pequeñas historias en relación con el misterio principal ya es algo que demostró saber hacer la pareja alemana en su anterior proyecto, y vuelven a repetir una fórmula que les vuelve a funcionar por el cuidado narrativo de los diferentes y numerosos hilos de la historia. Además, en esta ocasión, la serie se maneja en tres ámbitos que coinciden con tres clases sociales que habitan el Kerberos. Lo interesante de ello es cómo la estratificación de estas en el barco se va rompiendo a medida que los problemas inundan la superficie hasta llegar incluso a disiparse.

Bajo la sombra de su pasado

Unas de las dificultades a batir por parte de este nuevo rompecabezas es la sombra de su antecesora. Evitando comparaciones, ya que estas pueden resultar odiosas, es cierto que 1899 toma el relevo a una serie que marcó a su audiencia, por lo que tiene el deber de ser una digna sucesora que no caiga en la repetición, y que haga frente a las altas expectativas.

Respecto a la esencia, la serie pisa sobre seguro en un terreno que ya conoce demasiado bien, volviendo a ofrecer una trama en la que la religiosidad y la ciencia ficción más temporal vuelven a palpitar. Por lo que no se ha girado mucho el timón. No obstante, la historia se siente fresca y novedosa debido a los numerosos artilugios que propone y las diversas capas de la trama que se han construido satisfactoriamente para ofrecer un producto nuevo en un envoltorio más brillante.

Acudiendo a lo más superficial de la ficción, esta acaba luciendo por su diseño de producción y sus efectos visuales, donde se deja ver un trabajo cuidado y minimalista. En cuanto a los efectos visuales, se ha trabajado en sets con pantallas LED, como The Mandalorian, generando algo que da como resultado que los planos del Prometheus y del Kerberos en el exterior se sientan inabarcables y asfixiantes a la vez.

En cuanto al ámbito interpretativo, el grupo de actores encuentra satisfactoriamente su lugar y tono, y aunque Beecham y Pietschmann destaquen sobre el resto por su posición privilegiada en la serie, el elenco al completo sabe dar con su personaje otorgando verosimilitud a su trama y acciones, logrando que el espectador sienta que los conoce de cierta manera. Miguel Bernardeau tiene un papel que le sienta bien y aunque en un principio su personaje podría parecer cliché en cuanto a trama, la serie deja ver que tiene más potencial que ofrecer.

La construcción de la causa y efecto

¿1899 peca de lentitud? Es una pregunta difícil de contestar. A nivel narrativo, es una ficción que construye continuamente el fenómeno de causa y efecto, y lo hace de manera acertada, elaborando meticulosamente los antecedentes. Por lo que la historia nunca deja de avanzar, y fluye naturalmente gracias a una brillante construcción narrativa en la que nada se siente forzado. No obstante, en materia del rompecabezas presentado, las cosas lucen más indescifrables.

Aunque ese adjetivo podría ser un enorme reclamo para los fans de Dark, en esta ocasión el misterio que envuelve el viaje transatlántico ofrece hasta el momento muchas preguntas, y pocas respuestas. Por lo que la serie deposita su confianza en la batería del espectador, y emplea la fórmula de generar preguntas como estrategia principal para alimentar la llama de la curiosidad. No obstante, este es un recurso que, como ya se conoce, puede perder su eficacia a lo largo del tiempo.

La ficción es valiente y arriesga al mantenerse en una fórmula que convierte a la televisión en un espectáculo de incógnitas, un tipo de formato que ha ido perdiendo potencial a lo largo de los años, y que pocas series actualmente lo mantienen vivo. Se percibe un gran trabajo, y una actitud de querer hacer bien las cosas, lo que ofrece un resultado que, si bien todavía no es redondo, va por buen camino.

En conclusión, 1899 se mueve a ritmo continuo jugando con un espectador al que cree inteligente y le propone un desafío que se construye y se amplía de manera progresiva. Un potencial misterio con una meticulosa labor de guion que alimenta la naturaleza humana de la curiosidad y que nos hará sentir a bordo del Kerberos como si fuésemos un tripulante más.

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