Crítica
'American Rust' llega a Movistar+ con Jeff Daniels y una buena trama que se atasca en el óxido

Jeff Daniels interpreta al jefe de policía Del Harris

Gabriel Arias Romero

Entre 2019 y 2020 murieron por sobredosis más de 83.000 personas en Estados Unidos. La crisis de los opioides está generando ganancias millonarias a las empresas farmacéuticas al tiempo que arruina la vida de millones de ciudadanos. Desde que empezó la pandemia, la situación no ha hecho más que empeorar.

La tragedia que viven muchas familias se resume en silencio durante los primeros segundos de American Rust, la miniserie que Movistar+ ha estrenado este lunes 13 de septiembre de forma simultánea a su lanzamiento en Estados Unidos a través de Showtime. El jefe de policía Del Harris machaca con el mortero unas pastillas para después, utilizando una báscula de precisión, seleccionar su dosis diaria. Aunque su aspecto y su posición parezcan indicar lo contrario, también él está enganchado.

La acción se desarrolla en un decadente pueblo de Pennsylvania (EE.UU.) y comienza con un sorprendente hallazgo: en una de las fábricas abandonadas que decoran los alrededores de esta pequeña ciudad aparece un cadáver. De investigar lo ocurrido se encargará el mencionado policía, interpretado con enorme desparpajo por el actor Jeff Daniels, ganador de dos premios Emmy por sus papeles en las series Godless y The Newsroom.

Las sospechas parecen señalar al joven Billy (Alex Neustaedter), un jugador de rugby que pese a sus dotes con el balón se resigna a aceptar los trabajos más precarios. El policía tiene sospechas bien fundadas para creer que Billy sabe qué ocurrió en aquellas naves oxidadas, sin embargo, con el corazón en un puño y la razón en su contra, tendrá que decidir si inculpa o ayuda al hijo de Grace (Maura Tierney), la mujer con la que tiene un romance clandestino.

Ellos forman el trío protagonista de un reparto en el que también destacan David Álvarez, Bill Camp, Julia Mayorga, Mark Pellegrino y Rob Yang. Todos ellos pertenecen a esta comunidad que se ha creado para la ficción como reflejo de la Norteamérica rural que tantas veces hemos visto en series y películas, y que ahora sirve de explicación a fenómenos políticos como el de Donald Trump. El triunfo electoral del expresidente se relacionó con el éxito de su discurso populista en estas comarcas deprimidas, arrasadas por la desindustrialización y olvidadas por quienes hasta entonces habían ocupado la Casa Blanca.

“Gente buena que toma malas decisiones”

El macabro hallazgo inicial es en realidad un cebo para capturar al espectador y una excusa para dar forma a este drama familiar con tintes de thriller policíaco. Los tres primeros capítulos de la miniserie –los únicos que se han facilitado a la crítica– conectan intermitentemente con la investigación criminal pero la dejan en un segundo plano mientras nos presentan al resto de la comunidad, compuesta por “personas buenas” que toman “malas decisiones”, según las describe Showtime.

Es así como la trama se llena de matices que dejan al descubierto el propósito de esta historia basada en la novela homónima de Phillipp Meyer, adaptada ahora por Dan Futterman para la pequeña pantalla. Los personajes de American Rust tienen que lidiar con el machismo, la homofobia, el racismo, la desigualdad, la precariedad y la imperiosa necesidad de abandonar ese pueblo sin futuro. Son estos los problemas que condicionan sus vidas desde que se levantan hasta que se acuestan, pero en la serie se diluyen sin que se les preste la atención necesaria. Así es difícil que los personajes resulten genuinos y que el público empatice con ellos. Hay gestos que los desnudan frente a la cámara, pero resulta insuficiente. Son otros dramas menores –a veces innecesarios– los que adquieren protagonismo.

La serie parte de premisas que pueden alimentar una buena trama. Tiene elementos –y voluntad de sobra– para despertar el interés del público. Pero American Rust tropieza consigo misma. Se frena con el óxido que lo envuelve todo dentro y fuera de la ficción. En ocasiones se vuelve desesperadamente lenta; otras invierte demasiado tiempo en pequeñas rencillas que carecen de justificación. Bajo esa pátina metalizada hay material suficiente para crear una buena miniserie, pero, por desgracia, los tres primeros capítulos no conectan como deberían. Quizá los seis restantes den un giro en la buena dirección.

Etiquetas
stats