Crítica

'American Horror Stories' asusta con el sello Ryan Murphy, pero ya no asombra

Escena de 'American Horror Stories'

Paula Hergar

Este miércoles 8 de septiembre Disney+ estrena American Horror Stories, el spin off de American Horror Story que llega para hacer las delicias de los seguidores más acérrimos de Ryan Murphy. Y es que hay que serlo para poder distinguir entre todas sus producciones casi con el mismo título y que aún logren sorprenderte.

Para quienes se pregunten la razón de llamar a todas las producciones casi exactamente igual (que es lo primero que se pasa por la cabeza al sentarte a ver el estreno) la respuesta está en el contrato en exclusiva que firmó el productor con Netflix. En el documento existía un vacío legal que dejaba a Murphy seguir haciendo series lejos de la plataforma siempre y cuando fueran spin-offs o nuevas temporadas de títulos ya creados antes del acuerdo. 

De esta manera, el 22 de septiembre está por llegar la temporada 10 de American Horror Story, más tarde lo hará American Crime Story: Impeachment y las siguientes serán American Sport Story, American Love Story y American Crime Story: Studio 54. Sin duda, el Murphyverso debe tener a los trabajadores exprimiendo hasta sus más locas ideas para renovarse o morir, porque pedirle al público que sea capaz de diferenciarlas entre ellas sería uno de los retos más complicados de esta edad dorada de las series en plataformas.

Eso sí, el creador no se olvida de la mano que le da de comer y en casi cada capítulo de sus nuevas American Horror Stories introduce un guiño a una de las ficciones del catálogo de Netflix. Incluso hay escenas de protagonistas viendo The Crown, en un intento de “te soy infiel pero no me olvido de ti”.

La cuestión es: ¿qué novedad aporta American Horror Stories para que un espectador se acerque a verla? Desgranamos a continuación lo mejor y lo peor del estreno.

Lo mejor: su obsesión con el “miedo” constante  

“A la gente le encanta pasar miedo. Los psiquiatras dicen que el miedo controlado que pasas en una montaña rusa, en una casa encantada o haciendo puénting es como una vacuna. Un poco del virus de la ansiedad te ayuda a curar la ansiedad en general” reflexionan los protagonistas en el primer capítulo de la serie. Así como también hablan de las películas de terror que “apestan” y de la hormona del miedo en diferentes entregas.

Como si Murphy nos relatara, por boca de sus personajes, todo lo que ha aprendido estos años analizando la psicología de su público y exponiéndoselo ante él. “Y nosotros vamos a aprovecharnos de eso para ganar dinero”, confiesa Matt Bomer en voz baja a Sierra McCormick, que está escuchando el plan de quienes la han llevado hasta ahí. Como Murphy ha hecho con nosotros.

Esa complicidad constante entre el creador y su espectador fiel es uno de los mayores atractivos de la serie. Porque, de alguna manera, el productor está hablando de tú a tú a quien quiere ver su obra. Poniendo las cartas sobre la mesa y explicando su intención. Como los magos cuando antes de hacer magia te cuentan lo que va a pasar y, por muy inverosímil que parezca, acaba ocurriendo.

Lo peor: los lugares comunes con intentos de actualización

Sí, Murphy promete miedo y eso es lo que da. Solo que utiliza unas técnicas tan conocidas por sus seguidores que pocas veces pilla por sorpresa. Todo empieza en la misma casa de Murder House donde todo empezó en 2011, a la que llega una familia feliz que acabará viviendo momentos de pánico, no sin antes avisarte de ellos con la BSO, ¿os suena de algo? 

La novedad es que ahora, para darle un toque diferente y más moderno, se trata de una “modern family” con una adolescente y padres gais. El grupo de enemigas de la protagonista son varias adolescentes preocupadas por su físico que están deseando acosar a la freak de la clase, ¿os suena? Solo que en esta ocasión todas cumplen la cuota de diversidad y hay una latina, otra asiática y otra afroamericana, para evitar quejas.

Lugares comunes que continúan en cada entrega: chicas malas contra chica buena, el gay promiscuo, la sirvienta que muere, adolescentes estereotipadas, sustos y hasta risa entre tanta sangre… todo ello adornado con rostros tan mediáticos como el de Paris Jackson y Kaia Gerber (la hija de Cindy Crawford) que ponen la guinda a un pastel ya muchas veces probado, pero que garantiza -como mínimo- el interés de los cientos de miles de seguidores que tienen en las redes.

Y es que Murphy no se esconde. Viene a aprovecharse de eso para ganar dinero. Conoce la fórmula a la perfección: historias de miedo + para todos los públicos + con todos los colectivos representados + actores con seguidores en cada generación = franquicia rentable.

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