Crítica
'Élite' entra en bucle con una temporada 6 que insiste en una fórmula agotada

André Lamoglia y Manu Ríos en 'Élite' T6

Laura Pérez

Cuando todavía resuenan esas polémicas palabras de Paco León sobre Élite (por las que luego se disculpó), y tras despedirse del grueso del reparto veterano, la serie juvenil de Netflix estrena este viernes 18 de noviembre su sexta temporada. Una nueva tanda de episodios con la que el equipo liderado por Carlos Montero pretende reivindicarse, pero que a la postre termina confirmando lo que es una realidad desde hace tiempo: su fórmula no da más de sí.

Como si de un reflejo de la propia historia de la serie se tratase, Las Encinas afronta el nuevo curso intentando lavar su imagen y tapar desastres del pasado. La muerte de Samuel ha supuesto un antes y un después para muchos, pero los problemas en las aulas continúan con el foco en la LGTBI-fobia o la violencia machista, que ya centraron las tramas de la temporada 5 sin acierto.

Si hace apenas unos meses analizábamos los errores de una quinta entrega que banalizaba la violación y que aportaba una mirada rancia sobre esa cuestión tan compleja y delicada como la violencia sexual ejercida sobre las mujeres, Élite vuelve a tropezar con la misma piedra en su intento por subsanar ese enfoque desatinado del pasado.

La serie de Netflix tampoco resuelve la crítica más repetida en las últimas temporadas y apuesta de nuevo por la estructura de siempre. Sus creadores ignoran el agotamiento y se lo juegan todo a los mismos números, sin reparar en que ya no cuentan con los personajes que han salido al rescate en los últimos tiempos, y que las novedades no parecen suficientes para reflotar la nave en esta ocasión.

Así las cosas, y una vez vistos los únicos tres capítulos que la plataforma ha puesto a disposición de los medios para la elaboración de críticas y reseñas, cuesta encontrar motivos para consumir compulsivamente esta nueva tanda, incluso a aquellos para los que siempre ha sido uno de esos 'placeres culpables' o un entretenimiento puro de fin de semana. Posiblemente los fans más fieles sí disfrutarán de los “líos” clásicos de Élite, pero hasta ese aspecto flojea.

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Una fórmula agotada

Rescatando esas poco afortunadas declaraciones de Paco León, no, Élite no ha sido siempre “un mojón” y no nos verán subidos en ese barco. Durante varias temporadas, la creación de Carlos Montero y Darío Madrona fue una producción que, valorándola con su contexto e intención, ni era fallida ni era justo calificarla como tal.

Estuvo en la élite de las series juveniles y contribuyó a la expansión de la ficción española a nivel internacional en pleno 'boom' de Netflix. Fue cantera de actores que a día de hoy siguen trabajando activamente y que deben al equipo de casting de la serie su 'descubrimiento'. Apostó por tramas novedosas, visibilizó y se desmarcó un buen entretenimiento ligero sin grandes pretensiones de trascender. Y su fórmula funcionó durante los primeros años, pero ya no es suficiente.

Por sexta temporada, Élite 'vende' a sus fans exactamente el mismo producto con ligeros cambios en el envoltorio. Todo arranca con un crimen y, a medida que avanzan los episodios, todo va encaminándose a descubrir el cómo, quién y por qué. En esta ocasión se prescinde de los repetitivos interrogatorios de la policía a los alumnos y existen dudas sobre el destino fatal de la víctima, pero la línea es muy similar a lo tantas veces visto.

Más allá del thriller, los ingredientes de este cóctel conocido también son los clásicos de la marca: fiestas, excesos, nuevos intereses amorosos y sexo, como ya promete el tráiler. No obstante, este último está en una medida más corta que en otras ocasiones, al menos en los tres primeros episodios de la temporada.

Por lo demás, poca novedad aporta una serie que estaba obligada a renovarse después de la salida de los personajes veteranos, y con una séptima tanda ya en camino con más caras nuevas. Con los recién llegados se arrancan otras tramas, pero ni resultan novedosas ni suponen un plus dentro de un producto cuyo agotamiento es real.

La cara y la cruz de los nuevos personajes

Como decimos, Élite se enfrenta en esta temporada a varias bajas clave. A la evidente de Itzan Escamilla por cuestiones obvias, se han sumado las salidas de Omar Ayuso, Claudia Salas, Georgina Amorós y un Pol Granch que aunque no era veterano, sí había sido un pilar en las dos últimas tandas.

No es la primera vez que la serie sufre salidas importantes en el grupo, pues el reparto se ha ido refrescando con varias 'hornadas' a lo largo de los años. Sin embargo, sí es la ocasión en la que más se notan los vacíos que han dejado especialmente los personajes de Rebe y Cayetana, que por ahora no logran llenar los nuevos.

Por lo visto en los primeros capítulos, ninguno de ellos presenta un carisma suficiente que despierte interés inicial. Ni la pareja de influencers que encarnan Carmen Arrufat y Álex Pastrana, ni Álvaro de Juana o Ana Bokesa en roles a priori más atractivos entran con la fuerza que se requiere en una ficción que actualmente está necesitada de líderes.

Sí prometen las buenas intenciones que presenta el personaje de Nico, que acomete un Ander Puig que se ganó esta oportunidad en la acertada Ser o no ser de Playz. Con su trama visibiliza una realidad, la de los jóvenes trans, en la que hasta ahora no se había metido Élite. El reto es que su arco termine sobreponiéndose a los clichés, y que ayude de verdad.

'Élite' intenta subsanar su error... entrando en bucle

En lo que respecta a las tramas de los alumnos encabezadas por el trío de hermanos que encarnan Manu Ríos, Carla Díaz y Martina Cariddi, junto a los 'repetidores' Valentina Zenere y André Lamoglia, también estiran chicles ya 'masticados' con anterioridad.

La temporada 5 nos presentó a Isadora, una nueva alumna que en la polémica trama de la violación de Philippe a Cayetana se posicionó del lado del violador y que terminó siendo la otra gran víctima de esa tanda de capítulos. Ella, que no había creído a su compañera y que provocó una vergonzante guerra entre mujeres, fue la que recibió un castigo que ayudó al abusador a 'reinsertarse'. Una resolución del conflicto que no solo transmitió un mensaje del todo desacertado, sino que además sirve para extender el problema a esta sexta entrega.

Élite trata de subsanar sus errores insistiendo en problemáticas de gran importancia como la violencia sexual, pero tropezando en errores similares. Esta vez se atisba la intención de abordar tan delicado asunto con otra mirada, pero el clima está tan viciado que es complicado salir bien parado. Pretende ser reflejo de la sociedad en este tipo de materias, donde a todos nos queda mucho por aprender, pero la sensación que deja tras los primeros tres capítulos es que pierde la oportunidad de dar mensajes más contundentes e instructivos para la juventud.

La propuesta es girar el foco hacia cuestiones sociales con un tono más dramático y menos festivo, reflejando también tabúes como la ansiedad. Sin embargo, la serie entra en un bucle que resulta repetitivo. También en lo que respecta a la trama del futbolista Cruz, su hijo Iván y Patrick, que pese a que el tema de fondo sí parece acertado e incluso necesario hoy en día, es algo sobre lo que ya se dio vueltas y vueltas en la temporada 5.

En definitiva, Élite no se encuentra en una temporada que reincide en los errores de la anterior, y pierde frescura al verse atrapada en un bucle controvertido. Con una séptima en el horizonte, de la que ya conocemos incluso los fichajes, resulta clave dar con una fórmula que vuelva a enamorar a los fans y que despida con dignidad una marca que ha supuesto mucho para Netflix.

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