Crítica
'Gaslit', la serie que hace justicia con la mujer que destapó el caso Watergate y nadie creyó

Julia Roberts como Martha Mitchell en 'Gaslit'

Laura García Higueras

Podríamos afirmar que el caso Watergate cuenta con su propia filmografía. Con Los hombres del presidente de Alan Pakula a la cabeza, son numerosos los títulos que han retratado el escándalo que sacudió la política norteamericana en 1972, y acabó provocando la dimisión de Richard Nixon. Los archivos del Pentágono (Steven Spielberg, 2018), Nixon (Oliver Stone, 1995) y El Desafío: Frost contra Nixon (Ron Howard, 2008) son algunos de los títulos que narraron el episodio y, alcanzado 2022, llega el turno de sumar a la lista la valiosa serie Gaslit. La ficción, liderada por Julia Roberts y un irreconocible Sean Penn, se estrena este domingo 24 de abril en Starzplay.

La reveladora producción consigue desmarcarse a la hora de abordar el caso, situando en el centro de su relato a los personajes olvidados, desde los subordinados un tanto inútiles del presidente a la arrolladora Martha Mitchell, esposa del fiscal general y jefe de la campaña de Nixon, John Mitchell. Ella fue quien hizo saltar la alarma públicamente de la implicación de Nixon en el Watergate.

Una figura clave en el desarrollo de la investigación y que, ahogada en un entorno profundamente machista, fue víctima del maltrato que da título a la serie: luz de gas (gaslit). Un tipo de violencia psicológica que consiste en negar la realidad y manipular la información para que la víctima llegue a dudar de su propia percepción, juicio y memoria. Pese a que pertenecía a la clase adinerada y que era habitual en platós de televisión y revistas, no se le hizo demasiado caso a nivel social. Aunque sí en el seno del Partido Republicano.

El fiscal fue consciente de que Martha había relacionado el robo a las oficinas del Comité Nacional Demócrata con el gabinete de Nixon y, para evitar que hablara con la prensa, la encerraron en un hotel donde llegaron a sedarla y atarla. Stephen King fue el artífice del secuestro. Un hombre al que Donald Trump nombró embajador de la República Checa en 2017.

Volviendo a la protagonista, el siguiente ataque que recibió fue una dura campaña de desprestigio. Su descrédito tardó años en revertirse provocando que su vida fuera un absoluto infierno. Tal fue su trascendencia, que en psicología se acabó acuñando “el efecto Martha Mitchell” como parte de su jerga. El término se refiere a los diagnósticos erróneos por concebir que un suceso relatado por el paciente es producto de un delirio, siendo este verdadero.

La empatía como arma de doble filo

La serie alcanza sus cotas de máximo interés cuanto más se centra en ella y menos en los eventos que ya son conocidos -y han podido ser vistos- por la amplia mayoría. Julia Roberts imprime en el personaje una profunda humanidad, carácter y un punto de histrionismo que recuerda a la Tammy Faye por la que Jessica Chastain se llevó el Oscar a la Mejor actriz protagonista el pasado mes de marzo.

Ambas son mujeres con mucha personalidad, carácter y nada complacientes; que fueron castigadas precisamente por ello. “Haber escogido a otra esposa si querías a una callada”, le espeta en el primer episodio Martha a su marido. Igualmente, se la describe como “una de las pocas personas honestas” que quedan en Washington. “Algunos ven la empatía como una debilidad, pero yo decidí hace mucho tiempo decir lo que siento. Si no va acorde con lo que opina el presidente, me da igual”, defiende también en una entrevista.

Pero ella no es la única 'secundaria' de la historia oficial a la que sitúa delante de las cámaras Gaslit. También están los secuaces del presidente, más allá del fiscal, con una mezcla entre los que no tienen escrúpulos y los que no parecen sumar demasiadas neuronas. Un poco al estilo de los “villanos” Horacio y Gaspar de 101 dálmatas, pero en versión patriota.

Entre ellos destaca el carismático Dan Stevens en la piel del abogado John Dean que, a priori, parece desenvolverse algo peor. “Aprende a reconocer a las serpientes cuando te las encuentres”, le llegan a recomendar en una fiesta. Sus contradicciones aportan realismo y un contrapunto cómico que sienta muy bien al título.

Un solvente thriller político

En conjunto, Gaslit es una serie que cumple las expectativas que generan los thrillers políticos con tintes dramáticos. Se adentra en los entresijos de las formaciones, las negociaciones, las apariencias, las deslealtades y la dificultad de encajar en semejante entramado de intereses y poder. La ficción consigue saciar el apetito del público fiel a las producciones que ahondan en episodios de la historia abriendo las puertas habitualmente cerradas. Permite escuchar sus conversaciones y conocer cómo son el día a día y las familias de las personas que escriben las páginas -incluida la letra pequeña- del devenir de los acontecimientos.

Entender que quienes ostentan el poder buscan citas a través de aplicaciones, les gusta leer o tienen hijos; más allá de la humanidad que les aporta, nos recuerda que son tan personas como quienes vamos a trabajar en metro. Esto genera una conexión inmediata e inyecta la posibilidad de proyectarse siendo, por qué no, quien rige la Casa Blanca. La ficción, aunque aquí basada en un caso real, también sirve para eso.

Gaslit cumple con creces esta función, sobre todo cuanto más abraza su tono más satírico y visceral, que es el que le aporta el ingrediente fascinante y diferencial a la producción de Starzplay. Además de, por supuesto, reivindicar a una mujer de la amplia lista de las que jamás entraron, mereciéndolo, en las páginas de los libros de historia.

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