Crítica

'Locomía', un viaje valiente por el grupo que rompió con todo en la España que se creyó moderna

“Las puertas del cielo se abrieron y se cerraron”. Xavier Font, fundador de Locomía, describe así la breve -pero intensísima- trayectoria del grupo. Un viaje desde la Ibiza de 1984 en la que se convirtieron en un auténtico fenómeno, hasta su ocaso ocho años después, fruto su enfrentamiento con José Luis Gil, el productor que vio en aquellos chicos con abanicos la oportunidad de formar una banda musical que trascendiera. Ambos aportan su antagónico punto de vista sobre lo sucedido en la serie documental que toma el nombre de la banda por título y que se estrena este miércoles 22 de junio en Movistar Plus+.

Jorge Laplace, responsable de Carolina Marín: puedo porque pienso que puedo, es el director de esta producción de Boxfish TV, que él mismo define a la perfección como “el documental de una guerra”. El proyecto consta de tres entregas que estarán disponibles a la vez en la plataforma, y que sirven de recorrido desde los inicios de la formación.

Pero no se han conformado con simplemente seguir la línea temporal de los acontecimientos; han tejido una telaraña que logra desentrañar su compleja y conflictiva historia. Y lo hacen sin distinguir entre héroes y villanos entre sus protagonistas, pese a que habría sido muy fácil “caer” en la tentación de hacerlo.

Locomía escucha a otros integrantes del grupo como Manolo Arjona, Juan Antonio Fuentes, Carlos Armas y Luis Font, para dejar que sus discursos se entrelacen y parezca que incluso se respondan pese a no haber compartido en ningún momento sala. La generosidad de sus testimonios es sumamente valiosa. Se abren en canal para expresar lo que significó formar parte de un grupo que rompió con todo en la España que buscaba ser moderna a principios de los noventa. Y a la vez, algo se rompió dentro ellos.

Por encima de todo, fueron cuatro jóvenes que se unieron por el impulso de Font de formar su propia tribu urbana para acabar luchando por cumplir un sueño. Para más inri, el fundador mantenía relaciones sentimentales/sexuales con todos ellos -al principio sin que nadie más se enterara- por lo que el punto de partida de la banda cuenta en sí con un nivel de atractivo, picardía, osadía y personalidad absolutamente singulares.

El caldo de cultivo perfecto para una docuserie que ha sabido sacarle partido, que se ha atrevido a levantar ampollas y supurar heridas sin caer en el morbo ni el amarillismo. Y sin quedarse en la superficie.

Más allá del 'culebrón', Locomía abre miras para situar al grupo en su contexto. Una época en la que los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla se convirtieron en la gran oportunidad de demostración de apertura de España, al tiempo que estos cuatro jóvenes tuvieron que firmar en su contrato discográfico que no desvelarían su homosexualidad, porque “la ambigüedad era lo que vendía”.

Libertad, carisma y convicción

Uno de los aspectos que más atrapan de la docuserie es la valentía y carisma de Xavier Font. Un hombre lleno de contradicciones, que reconoce la gran responsabilidad que tuvo tanto en el ascenso como la caída de Locomía. Que es consciente de sus errores, pero que sobre todo reivindica el amor desde el que nació el grupo. Su pasión es emocionante, su fe en aquello en lo que creyó y que realmente marcó la Ibiza de los noventa. Por su estética, pero sobre todo por la desafiante libertad con la que se atrevió a romper moldes.

Cada momento histórico está ligado a sus propios corsés. En su caso, una España con la muerte de Franco aún reciente y todo lo que implicaron décadas de dictadura muy presentes. Es cierto que por contraposición son épocas en las que las respuestas culturales fueron una máxima para hacer frente a la represión, pero que no por ello tienen menos mérito. Es bonito mirar hacia atrás y ver ejemplos de otros que, con aún más cadenas, fueron capaces de mirar más allá, de crear y luchar por ello.

Desde luego, en el caso de Font, es una actitud de la que no ha desistido. Ni los tres meses que pasó en la cárcel por vender droga le apearon de su convicción. “No me muero sin ganar un Grammy”, llega a sostener en el documental. Aunque también tiene sus miras puestas en Eurovisión, como así reivindicó en la presentación de la producción en el Serializados Fest.

El precio de la catapulta temporal

Uno de los motivos por los que Locomía no es una producción sobre buenos y malos es porque ha sabido compensar las luces y sombras. No por equidistancia, sino por la naturalidad con la que se pregunta por las consecuencias de la fama -y más a una edad tan temprana- para bien y para mal. No es oro todo lo que reluce por muchos anillos que puedas comprarte. En sus inicios, el grupo llegó a vivir en un molino que, como ellos mismos definen, era “una comuna con un patriarca”.

Su popularidad en Ibiza les llevó también a ganarse enemigos previos a José Luis Gil. De hecho, llegaron a quemarles su casa y todas las posesiones. Y ni una desgracia así les hizo dudar de su objetivo. Más adelante, algunos de ellos encontrarían en las drogas su verdugo. La noche, la necesidad de evasión y las malas compañías no faltaron en su recorrido. Ni tampoco la soledad. Al escuchar sus palabras, y pese a que han seguido adelante -con mayor o menor dificultad con sus vidas tras la separación del grupo-, se lee que en sus biografías han quedado escritos capítulos de aislamiento.

“El viaje de sentirte un Dios a que ya no lo eres es muy duro”, reconoce Carlos Armas, que sufrió depresión durante años. Nada se edulcora y, gracias a su tono y minuciosa labor de montaje muestra también -sin victimizarles- el castigo de que su éxito no fuera eterno. Nunca lo es, aunque siempre se exija; pero su retorcido final, con la aparición de hasta un plagio de la formación con otros cuatro integrantes, les convirtió en diana de burlas, con gritos de “maricón” como apellido.

En definitiva, Locomía ha sabido sacar partido con inteligencia, elegancia y humanidad a la historia de un grupo revolucionario que aún contagia su pasión. La docuserie funciona como un viaje al pasado para quienes tuvieron la suerte de coincidir temporalmente en su apogeo; y un absoluto descubrimiento para quienes nos limitábamos a asociarlos con su imagen portando abanicos. Locomía fue algo mucho más poderoso, enrevesado y auténtico. Saber plasmarlo no era una misión fácil, pero ha sido cumplida con valioso éxito.