Crítica

'Monstruos a la obra': Mike y Sulley regresan para congregar a nostálgicos en busca de energía positiva

'Monstruos a la obra'

Laura García Higueras

Si algo ha conseguido Pixar desde que en 1995 estrenó su primer largometraje, Toy Story, es aportar a la historia del cine de animación -y a nuestros imaginarios- personajes entrañables, carismáticos y memorables. Por supuesto no faltan en esta lista Buzz Lightyear, Wall-E, Dory o Coco; pero tampoco Mike y Sulley, los protagonistas de Monstruos SA (2001) y su precuela Monstruos University (2013). Los amigos, a los que José Mota y Santiago Segura han vuelto a dar voz, se reencuentran ahora en Monstruos a la obra, la nueva serie de Disney+. Sus dos primeros episodios de veinte minutos llegan se estrenan este miércoles 7 de julio en la plataforma.

La ficción se traslada al día después del final de la película original. Un emotivo desenlace en el que Mike y Sulley destrozaban por seguridad la puerta de la habitación de Boo, la humana 'escapada' sobre cuya devolución giró toda la trama. Sin embargo, el primero sorprendió a su amigo recogiendo todas las piezas y reconstruyéndola para que el adiós no tuviera que ser definitivo. El qué hubiera sido de Boo -algo así como el tránsito de Andy en Toy Story del colegio a la universidad- podría haber sido interesante; pero la Factoría del Ratón ha optado por quedarse a relatar el devenir de la empresa abastecedora de energía en Monstruópolis.

Más allá del 'rescate' de Boo, el final del largometraje sirvió para que los monstruos entendieran que los humanos no son tóxicos. Y como colofón, comprobar que la risa genera diez veces más energía que los sustos, al ser una energía positiva.

Este será el momento al que regresamos. Y sí, vuelven a estar Mike Sulley, aunque su presencia ejerce más bien de bisagra con la nueva hornada de personajes, liderados por Tylor Tuskmon. Un recién graduado de la Universidad de Sustos que acaba de batir el récord del personaje azul, y que acaba de cumplir, por fin, su sueño de empezar a trabajar en la compañía. Claro que, al llegar, las reglas de la empresa acaban de cambiar.

Ahora saber asustar ya no tiene ningún valor y toca ajustarse al imperio de la comedia. Él no será el único afectado por la modificación, ya que los trabajadores previos -faltan más asustadoras, por cierto-, tampoco han sido entrenados para ser divertidos. Este relato sobre la dificultad de adaptarnos a las alteraciones en cualquier entorno, aquí haciendo hincapié en el laboral, funciona como inyección de realidad y nos iguala en vulnerabilidad, inseguridad y curiosidad, obligados a dar pasos adelante no importe cuál sea el terreno.

Nostalgia bien traída y buen empaste

Reencontrase con las míticas puertas, los cascos de color azul claro y otros personajes secundarios del filme como Ruth y Celia, aviva en seguida la llama de la nostalgia. Pero hay que considerar que habrá una parte del público que se acerque a la serie sin el aliciente de conocer la historia. Para ellos, serán Tylor y el grupo de Mantenimiento al que le asignan en primer lugar, sus ejes principales. Además de los tintes de aventuras que también mantiene, con problemas porque el sistema de luz no termine de funcionar, nuevos humanos que traspasen las puertas por error y la seguridad de que, pase lo que pase, intuimos que habrá final feliz.

Quizás es algo menos 'simpático' el que parte -al menos en los dos primeros capítulos facilitados a la prensa- del discurso que vaya a primar es el 'si quieres, puedes'. Una concepción cada vez más desfasada sobre cómo funciona el sistema. Conseguir aquello que nos propongamos nunca depende únicamente de nosotros mismos. Por lo que inyectar esa falsa e insana esperanza basada en que cuanto más te esfuerces más lejos llegarás, sin tener en cuenta todo los techos impuestos; lo que genera es frustración y unos varapalos de autoestima bastante innecesarios.

Mejor, aunque quizás algo forzado, es el esfuerzo del equipo de mantenimiento por crear un grupo con un ambiente sano, en el que prima el compañerismo y en el que entienden a la perfección cómo funciona el trabajo en equipo. Lástima que ocurra en la cuadrilla más marginada de toda la compañía (ellos se autodenominan como los 'héroes olvidados'), en el que por supuesto Tylor no pretende quedarse. Su objetivo es convertirse, ya que sus años formándose como asustador no le van a llevar a nada, en Bromista. Intuimos que la serie continuará explorando cómo lo consigue, al tiempo que aprende a valorar más tanto a sus nuevos y menos populares compañeros; como a sí mismo.

Sobre todo en el potencial de este personaje, puede residir el punto de 'magia' que de momento se echa en falta. Ese elemento emocional que aportaba Boo, su relación con Sulley, ese cariño tan inocente, bonito y puro de la niña que quería achuchar al peluche gigante. Ese toque tan Pixar de abrazarte el corazón. Tratándose de una serie, sin ser este formato un habitual de spin-offs de la compañía, es normal que no se eche toda la carne en el asador en los dos primeros capítulos, por lo que realmente sí podemos considerar su inicio como prometedor.

¿Series como cuna de spin-offs?

Porque si echamos la vista atrás, Toy Story ha sido la principal y prácticamente única generadora de contenido televisivo de Pixar. La primera producción derivada fue Buzz Lightyear of Star Comand: The adventure Begins, a la que siguió Buzz Lightyear of Star Command en 2000. Otro ejemplo fue Cars Toons, emitidos en Disney Channel y Toon Disney entre 2008 y 2010, liderado por los protagonistas de Cars.

Más allá de estos casos, Monstruos a la obra ha sido la siguiente y, por ende, singular apuesta de la compañía por explotar sus riquísimos universos creados para sus filmes. Desde luego, una decisión acertada, como vía creativa que explorar y con la que otorgar nuevas vidas a sus tan entrañables, carismáticos y memorables personajes. Si esta serie sirve como pistoletazo de salida, bienvenida sea. ¿Por qué no una ficción sobre Bichos, Ratatouille o Soul? Este no pretende ser un alegato por seguir abriendo puertas en el contexto de sobreabundancia de reboots, continuaciones y revivals en el que vivimos; pero sí una sugerencia sobre dónde asomarse a elegir.

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