Crítica
'Secretos de un matrimonio' duele en su íntimo retrato del desmorone de una relación

Oscar Isaac y Jessica Chastain en 'Secretos de un matrimonio'

Laura García Higueras

¿Cómo te definirías como persona? ¿Qué es para ti la felicidad? ¿Y el amor? ”

¿Y si llevaras años sin planteártelo? ¿Serías capaz de responder en apenas unos segundos? Y yendo aún más allá, ¿por qué no lo sabes? ¿Por qué no lo sabemos? La introspección es un ejercicio poco habitual. Ya sea por falta de costumbre o de curiosidad, por miedo o incapacidad para ello; lo cierto es que desconcierta enfrentarse a cuestiones existenciales que en determinados momentos de nuestras vidas hemos podido olvidar. Si lo aplicamos a la pareja, la inercia y el conformismo corren el riesgo de haberse convertido en la debacle de una llama que, pese a que no se ha consumido, sí que hace tiempo que dejó de arder.

En este descorazonador momento se sitúan Mira y Jonathan, los protagonistas de Secretos de un matrimonio, la nueva miniserie que HBO estrena este lunes 13 de septiembre. La ficción actualiza el clásico de Ingmar Bergman de 1973, una osadía que brilla especialmente por el recital interpretativo de Jessica Chastain y Oscar Isaac; pero que inevitablemente carga a sus espaldas con lo odiosas que, inevitablemente, suelen ser las comparaciones.

El resultado es bueno, pero la sombra del título que el director sueco filmó hace ya más de cuatro décadas es demasiado alargada y no todos los cambios de rol le han sentado igual de bien a la historia y a sus personajes. En cualquier caso, consigue descolocar como lo hiciera su predecesora; por cómo molesta y desmorona asistir a la demolición e intento de reconstrucción de una relación. Algo que exploraron también otras películas como Dos en la carretera (Stanley Donen, 1967) y la reciente Historias de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019); y que aquí captura en unas conversaciones que no siempre nos gustaría estar escuchando.

Como público, asistimos a una intimidad abatida y que cansa en su visionado, porque duele. Los cinco episodios de entre 50 minutos y una hora son hipnóticos por la forma en que obligan a mirarse hacia dentro sin trampas mientras escuchamos sus dilemas. Secretos de un matrimonio no se limita a abordar una crisis de pareja; sino que ahonda en todas las bases en la que se sustenta esta caída lenta en picado. Y lo hace hablando del amor, por supuesto, pero también del deseo, el aburrimiento, la culpa, la conciliación, el miedo, la mala hostia, el cariño, la entrega, el sexo, la confianza, la sinceridad, la mentira, la valentía, la cobardía, la pasión, la deshumanización y el cuidado.

La discusión como bomba de crueldad

La serie, rodada de forma prácticamente teatral, comienza con los protagonistas respondiendo a las preguntas que abren esta crítica. Por lo que nuestro primer contacto con ellos es una situación incómoda. Pese a lo brillante que cada uno por separado puede ser impartiendo clases de filosofía y trabajando en una gran empresa tecnológica; en la asignatura de conocerse aprueban con menos nota. Las cuestiones las formula una antigua conocida que está realizando un estudio universitario. El resultado es una charla que rezuma inseguridades, frustración y rutina. Un primer encuentro con el espectador perfecto para adoptar a Mira y a Jonathan y querer acompañarles en su viaje de autodescubrimiento.

Lo siguiente es una cena con otra pareja de amigos que culmina en una cruel discusión entre los invitados. El dolor contenido brota sin medida, agravado por el alcohol, y sirve para que, a gritos, se echen en cara reproches con el menor tacto posible. Más que 'masticar' los problemas, la desmenuzan para 'destrozar' al otro. Están tan sumamente al límite que cuesta interceder. No será la primera disputa de la ficción y con ellas se desgrana la perversión en la que podemos llegar a caer cegados por el orgullo y la necesidad de tener razón. Y al mismo tiempo, lo peligroso que es contener sentimientos, lo inmorales que pueden llegar a ser remordimientos y cómo la culpa actúa como órgano más del cuerpo humano.

Pero Secretos de un matrimonio no se centra únicamente en las discusiones. Sino en el día a día donde conviven los instantes de complicidad, de silencio, de toma de decisiones, diversión y preocupación por su descendencia. La pareja tiene una hija por la que sienten devoción, pero se cuenta de forma real, sin idealizar la paternidad ni la maternidad. De hecho, es coherente por cómo en la cantidad de reflexiones compartidas durante el metraje, está la de Mira reconociendo que, de cara a tener a un nuevo retoño, le preocupa volver a 'perder' su vida después de todo lo que le ha costado 'recuperarla'. A nivel laboral, de tiempo libre e incluso con Jonathan.

El peso de cada edad

Secretos de un matrimonio ha heredado de su original la profundidad con la que se enfrenta a las contradicciones que experimentan sus personajes y los conflictos derivados de la edad que tienen. En su caso, en torno a los 40 años. El alter ego de Chastain revela una noche antes de irse a dormir que tiene la sensación de que ha perdido la noción de la realidad, que siente que vive en una mentira. Se percibe ajena a sus propias acciones como quien necesita un chute de energía, un golpe encima de la mesa, un 'algo' que le haga reaccionar. Sin que nada ni nadie pueda asegurar que eso vaya a ocurrir. El resultado es un terror momentáneo que se traduce en miradas que hablan en cada parpadeo y desnudan la vulnerabilidad tan mal vista a nivel social. Y que en caso de dejar que fluya, es más fácil soltar en soledad.

Así lo evidencia un magistral plano -prácticamente copiado de la original- en el que Mira, convaleciente en el hospital, se tapa con una sábana blanca la cabeza para poder llorar, a gusto. Y ni aun así. Su gesto bajo la tela encoge el estómago. Un estómago que difícilmente recupera su posición habitual durante el visionado de la ficción. Y no porque sea una sucesión excesivas de dramas, sino porque no escatima en capturar la cotidianidad desde todos los prismas. No mira hacia otro lado cuando toca sufrir, al tiempo que es generosa cuando toca escuchar, reír y quererse.

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