Crítica

'Solo asesinatos en el edificio' no mueve un mueble de sitio para mantener intacto su encanto en su temporada 2

Más allá del whodunit y de la ocasional y resignada violencia intrínseca a su premisa, tan bien definida por su título, los confines de Solo asesinatos en el edificio (Only Murders in the Building, Steve Martin, John Hoffman, 2021) se sentían particularmente cálidos una vez se cruzaba el umbral del primer episodio, tanteando el lugar que, con suerte, se convertirá en una estancia por la que seguir pasando semana a semana, convertida en una extensión de nuestra propia casa. Más que una habitación, un punto de encuentro, donde conectar con personajes con los que, más allá de las diferencias culturales, generacionales o geográficas, no cuesta empatizar: caracteres marcados por el fracaso, el remordimiento, la frustración, el aburrimiento o la soledad; individuos encerrados de puertas para adentro, que parecen vivir en el piso equivocado, mientras la fiesta, el mundo, se desenvuelve en puertas que permanecen cerradas, para las que no tenemos invitación.

La fatalidad deviene, irónicamente, lugar feliz para tres personajes, Charles (Steve Martin), Oliver (Martin Short) y Mabel (Selena Gomez), que se vinculan a través de un relato ajeno pero común, el que cuentan sus podcasts de investigación favoritos; y luego, el que ellos mismos enhebran uniendo las pistas que encuentran a su alrededor, para resolver un crimen como esos que estaban tan acostumbrados a escuchar en busca de compañía.

Como en otra historia ideada por el cómico del perenne cabello níveo, la descacharrante Bowfinger, el pícaro (Bowfinger, Frank Oz, 1999), la clave de Solo asesinatos en el edificio consiste en conformar una comunidad donde, por imperfectos que sean sus habitantes o por desastrosa que resulte su empresa conjunta (ya sea una película infame de bajo presupuesto o un podcast grabado a la carrera), todos se sientan partícipes, compenetrados. “Todos los personajes en Bowfinger son gente que he conocido y gente que yo mismo he sido”, reconocía Martin en su día a The Birmingham Post. Esa máxima también puede ajustarse al sentir del espectador que, consciente de que no es mucho mejor ni menos mediocre que esos a los que mira, acepta participar como uno más.

Porque, como ellos, vivimos también de vincularlos a los demás a través de esas rutinas conjuntas, sintiendo que eso nos conecta a otros, que nos ayuda a socializar. Escuchando o produciendo podcasts, ninguno de los tres volvía a sentirse solo en un entorno que nos empuja a aislarnos, a desprendernos de las emociones como para no sentir nada al encontrar un muerto en el apartamento contiguo. El éxito en la resolución, al menos en apariencia, del crimen de Tim Kono de Solo asesinatos en el edificio no era tanto la revelación en sí de su responsable, sino en la sensación de que el trío había hecho suyo ese inmenso escenario que es el edificio Arconia de Nueva York -reconectando con el grueso de sus inquilinos-, de que no tendrían que seguir estando solos una vez terminasen la temporada.

Y a la vez, por todo lo dicho, lo inevitable de seguir teniendo ese centro de reuniones que es esta ficción pasaba por un nuevo homicidio. La conveniencia de que así sea se despacha rápidamente apenas se alcanzan los 10 minutos del primer episodio, Persons of Interest, cuando Charles apunta que “no es normal que los pódcasts de crímenes tengan secuelas. Siempre empiezan otro caso peor que el original”. Que el comentario lo realice en el ascensor, el mismo espacio donde se reunieron los tres por primera vez 10 episodios antes, justo después de que Oliver haya jugado a parafrasear sus diálogos de aquella inicial anterior, manifiesta la autoconsciencia del asunto y permite excusar las posibles derivas posteriores. En el peor de los casos, esta comedia sobre la fiebre del true crime no está sino repasando los patrones del mismo género.

¿En verdad está incurriendo en dichos vicios? Podemos encontrar cierto afán de repetición en el mapa de tramas: ahí están la conexión del crimen con acontecimientos del pasado de los protagonistas (si Mabel era la que escondía secretos a sus compañeros, ahora es Charles quien ha de dar sentido a lo que acontece a través de su biografía), la aparición de un interés amoroso cuando menos sospechoso (Cara Delevigne, atrayendo con sus cantos a Mabel); y hasta el mantenimiento de una cuota VIP (Amy Schumer ocupa, literalmente, el hueco que dejaba Sting en el bloque de apartamentos). También, la sensación de que el embrollo en cuestión se ve abocado a enredarse aún más. Pero, en esencia, Solo asesinatos en el edificio no hace sino jugar a hacer de sus protagonistas del propio juego que armaron una temporada antes.

Con eficacia, y sabedores de que no podrán superarse a sí mismos, la serie se pliega sobre sí misma en su segunda temporada, introduciendo incluso el pitching de una adaptación televisiva de sí misma, con un oportuno giro narrativo. Y así como la serie se pliega, también lo hace el mismo edificio sobre sí mismo, descubriéndose esos pasadizos secretos que conectan las viviendas de todos los inquilinos, que les permiten a los improbables héroes espiar a sus vecinos como nosotros hacemos con ellos.

Acaso, eso es lo que busca esta segunda temporada, más allá de desentrañar un oportuno nuevo misterio imposible. Mantener ese entorno vivo, en movimiento, y permitir que sus personajes sigan vivos en él, desarrollándose e interactuando; y permitirnos verlos interactuar. Las cosas cambian pero, en sí, todo está en su sitio. Ese afán por la continuidad, por preservar una decoración agradable a la vista, un ambiente cómodo para el televidente, sustenta en este siguiente encuentro con Charles, Oliver y Mabel. Tres personajes que, como diría Martin, podríamos haber conocido o acabar conociendo en nuestras vidas, o que podríamos ser o acabar siendo. Y por eso mismo sabemos que no deberíamos dejarlos solos, que hacemos bien manteniendo el afecto. Es lo que todo hijo de vecino querría para sí mismo.

* La segunda temporada de 'Solo asesinatos en el edificio está disponible desde el martes 28 de junio en Disney Plus.