'The White Lotus': la serie revelación de los últimos Emmy acierta en su vuelta con una temporada 2 más redonda

Imagen de la segunda temporada de 'The White Lotus'

Pedro Zárate

HBO está firmando un inicio de temporada sin precedentes en su ya dilatada historia. Y no lo decimos por el indiscutible éxito de La casa del dragón, aparente ganadora de la “superbatalla” seriéfila del año contra El señor de los anillos, sino por la naturaleza de las producciones que van a copar su noche dominical en este primer cuatrimestre del curso.

La noche que antaño acogió los estrenos de Los Soprano, The Wire y A dos metros bajo tierra, y que solo la temporada pasada dio cobijo, de manera consecutiva, a Secretos de un matrimonio, Succession, Euphoria, Tiempos de victoria: La dinastía de los Lakers y Barry, ahora está yendo más allá de las miniseries y las ficciones independientes de largo recorrido, acaso las dos vertientes que han marcado su estrategia de producción a lo largo de este siglo.

Por eso llama la atención que en este final de año la historia esté siendo diferente. Que su primera gran serie de la temporada haya sido un spin-off, cuando nunca antes había desarrollado uno, y que su relevo en parrilla sea una marca, The White Lotus, que coquetea con una modalidad tan poco trabajada por la cadena estadounidense como es la antología. La emisión de ambas ficciones, aunque sorprendente dentro de la historia del canal, supone un ejercicio de lógica adaptación a los nuevos tiempos, marcados por la conveniencia, casi obligación, de construir y expandir universos de testado éxito para retener la atención del público en un mercado cada vez más poblado de alternativas.

'The White Lotus' hace buena su continuidad

La casa del dragón, ni que decir tiene, era una oportunidad imposible de rechazar tras el arrollador fenómeno que fue Juego de Tronos. Y The White Lotus tuvo tan buenas críticas y dio tanto que hablar en el verano de 2021 que HBO no esperó ni al final de la primera temporada para anunciar una segunda, aunque esto significara dar continuidad a una serie que nació y concluyó cerrada. Algo que ya hizo previamente con Big Little Lies y True Detective, dos títulos que triunfaron a lo grande con su primera temporada, pero que bajaron considerablemente su impacto con sus respectivas continuaciones.

El reto que no superaron entonces es el que ahora busca completar The White Lotus. Es decir, hacer buena la decisión de seguir adelante. Sobre todo después triunfar en los últimos Emmy, donde se coronó como la mejor miniserie del año pasado. Un reconocimiento que la segunda temporada no desluce, sino todo lo contrario. Porque los nuevos capítulos, que HBO Max estrena en España este lunes 31 de octubre, demuestran que el éxito de la primera temporada no fue fruto de la casualidad. Y lo más importante: que a pesar de los precedentes, conceder una segunda tanda ha sido un acierto por parte de HBO.

La nueva tanda supone un paso adelante con respecto a su predecesora, a la que mejora en su conjunto a pesar de que al principio parece jugar las mismas cartas, sensación que va menguando con el paso de los episodios -para hacer esta crítica se han visto los 4 primeros-. La primera temporada, recordemos, seguía a distintos grupos de ricos disfrutando de unas idílicas vacaciones en un resort de lujo de Hawaii. La segunda, en cambio, se desplaza hasta Sicilia con otros personajes, pero con un punto de partida similar: la revelación, en la primera escena, de que las vacaciones van a acabar en asesinato.

Un misterio que esta segunda temporada de The White Lotus, siguiendo la línea de la primera, deja en un aparente segundo plano mientras la acción se centra en su nutrido abanico de protagonistas y sus correspondientes dinámicas.

Las relaciones entre hombres y mujeres, tema central

Si la primera tanda satirizaba sobre las preocupaciones de los ricos y los esfuerzos de los menos dichosos por hacerlos felices, esta segunda aborda las relaciones entre hombres y mujeres desde distintos puntos de vista. La presencia de los repetidores Tanya (Jennifer Coolidge) y Greg (Jon Gries), ahora convertidos en una pareja propiamente dicha, se enmarca dentro de esta intención de Mike White, creador de la serie, por reflexionar sobre cómo vemos al sexo contrario. Un tema que se siente más universal que el de la primera tanda y que, como tal, ayuda a conectar mejor con aquello que se nos cuenta.

También a cuestionarnos lo que vemos en pantalla, claro, pues es difícil hablar de mujeres, hombres, jóvenes prostitutas y masculinidades -viejas y nuevas- sin meterse en algunos charcos. White se arriesga a hacerlo, pero sale bien parado, en líneas generales, apoyándose en unos núcleos de personajes más equilibrados que los de la primera entrega. Los trabajadores del hotel, encabezados en esta ocasión por Valentina (Sabrina Impacciatore), son los únicos que pierden la batalla con sus homólogos de su primera temporada, a los que White sacó un mayor partido. El resto, en cambio, funcionan notablemente en su conjunto.

El dúo formado por Mía (Beatrice Grannò) y Lucia (Simona Tabasco), que interpretan a dos jóvenes de la zona de dudosa actitud, destacan como elemento dinamizador entre los huéspedes del hotel. Entre ellos, Bert (F. Murray Abraham), un hombre que aprovecha la mínima ocasión para insinuarse a cualquier mujer; su hijo Dominic (Michael Imperioli), un adicto al sexo; y el hijo de éste, Albie (Adam DiMarco), que representa una masculinidad más acorde a los nuevos tiempos. Junto a ellos, Portia (Haley Lu Richardson), la asistenta de Tanya, y el cuarteto formado por Ethan (Will Sharpe) y Harper (Aubrey Plaza), por un lado, y por Cameron (Theo James) y Daphne (Meghann Fahy), por otro.

Una temporada más cercana que la primera

Estas dos parejas están unidas por sus respectivos personajes masculinos, amigos desde hace tiempo, y White las utiliza para retratar esas dudas, silencios y mentiras que pueden marcar toda relación sentimental, pero también algo tan corriente como es el hecho de que los amigos de tu novio no te caigan bien.

Y son precisamente detalles como éstos los que marcan la diferencia. Los que hacen que la segunda temporada de The White Lotus aparente una mayor cercanía, naturalidad que la anterior, más alocada y surrealista, pero también más distante y menos redonda. Y eso que aquí volvemos a tener a un grupo de adinerados disfrutando de su estancia en un hotel de cinco estrellas. Para más inri, en Sicilia, una ciudad que Mike White y HBO muestran en todo su esplendor. Tanto, que al ver la serie uno se debate entre ponerse otro capítulo o mirar cuántos días quedan para coger las vacaciones de verano.

Mejor optar por lo primero y disfrutar de esta segunda tanda, que tampoco es cuestión de torturarse. Para el verano ya habrá tiempo. Para la tercera temporada de The White Lotus, probablemente también. Al fin y al cabo, el mensaje que manda la nueva tanda es que aquí hay una antología en potencia. Que donde ha habido dos temporadas siguiendo a varios ricos de vacaciones, puede haber tres. Al fin y al cabo, son solo una excusa para hablar de las luces y las sombras del ser humano, un tema sin final aparente a la vista.

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