Crítica

'Tiempo de victoria': HBO gana el partido a la lógica con su serie sobre los Lakers

Si hubiera que comparar el contexto televisivo que acoge Tiempo de victoria con un escenario baloncestístico, una buena opción sería el que tuvieron que superar Los Angeles Lakers del Showtime, el equipo de leyenda que centra la nueva serie de HBO, para sumar el primero de los cientos de triunfos que celebraron a lo largo de su historia.

Era la temporada 79/80 y el conjunto angelino se encaminaba a abrir el curso con una derrota contra los San Diego Clippers, que estaban un punto arriba y posesión a favor a falta de apenas 16 segundos para el final del encuentro. La lógica decía que ese triunfo sería a todos los efectos para los Clippers, pero a veces el deporte escapa a la lógica y los Lakers, tras forzar una pérdida estúpida de su rival, terminaron ganando el encuentro sobre la bocina con uno de los clásicos Sky Hook de Kareem Abdul-Jabbar.

Con el legendario pívot de su parte, los de dorado y púrpura siempre lo tenían todo un poco más fácil para sobreponerse a las dificultades, aunque el mérito angelino en aquella victoria fue, en cualquier caso, indiscutible. Con Tiempo de victoria pasa algo parecido. Cuando tienes a la marca HBO y a un hombre como Adam McKay detrás, las probabilidades de ganar el partido aumentan aunque el contexto sea el más adverso posible.

En su caso, por varios motivos muy diferentes. Para empezar, por la obligatoriedad de Tiempo de victoria de seguir sacando brillo al escudo de HBO en una noche, la de los domingos (lunes en España a través de HBO Max), por la que han pasado consecutivamente esta temporada dos títulos tan potentes como Succession y Euphoria. Ser “la nueva serie de HBO” es, qué duda cabe, sinónimo de exigencia, y la ficción de Max Borenstein –McKay ejerce de productor ejecutivo y director del piloto, igual que en Succession- lo asume dando un salto mortal: buscando en el deporte, un género históricamente ingrato para la buena ficción audiovisual, la excelencia que exige la marca.

'Tiempo de victoria', deporte desde los cimientos

Los Angeles Lakers del Showtime fue un equipo histórico capaz de revolucionar el baloncesto y sacar a la NBA del letargo de los 70 para llevarla, de la mano de los Boston Celtics de Larry Bird, a una época de esplendor en los 80. Que su historia merece una docuserie, una película o un libro como el que adapta esta ficción – Showtime: Magic, Kareem, Riley and the Los Angeles Lakers Dynasty of the 1980s, de Jeff Pearlman- no alberga dudas, pero sí que HBO se haya lanzado a la aventura de contarla.

Al fin y al cabo, la compañía tiene más que perder que ganar contando la historia de uno de los equipos más legendarios de la historia del deporte, exponiéndose con ello a un escrutinio especial por parte del siempre exigente público deportivo que no tendría que soportar de haber apostado por un proyecto de ficción al uso. Y todo esto con el recuerdo de The Last Dance, la comentadísima docuserie de ESPN sobre los Chicago Bulls de Michael Jordan, todavía tan presente.

Por lo tanto, Tiempo de victoria nace de la convicción de sus responsables de poder sobreponerse al contexto y a la lógica. De poder anotar un gancho en el último segundo desde la línea de tiros libres y con un rival encima. Y sí, lo consigue. No de manera sobresaliente, pero sí ganando con solvencia las batallas que libra a lo largo de su primera temporada.

Tiempos de victoria nos sitúa en 1979, año en el que el carismático Jerry Buss (interpretado por el no menos carismático John C. Reilly) compra Los Angeles Lakers y empieza a tomar una serie de decisiones dirigidas a llevar al equipo al siguiente nivel, tanto deportiva como empresarialmente hablando. Entre las más relevantes, la elección de Earvin 'Magic' Johnson como número uno del draft de ese año. El extraordinario base, encarnado de forma convincente por el novato Quincy Isaiah, formó durante los 80 un dúo de leyenda junto al ya mencionado Kareem Abdul-Jabbar (el desconocido Solomon Hughes), aunque sus representaciones televisivas apenas comparten cancha hasta bien estrenada la temporada.

Esto decepcionará a los que esperen mates y pases por la espalda desde el primer minuto, pero es una decisión coherente con la forma en que funciona el deporte. Un mundo donde no solo importa lo que ocurre sobre la cancha, sino también lo que sucede fuera de ella. De hecho, muchas veces lo primero se explica a partir de lo segundo, y por eso Tiempo de victoria dedica sus primeros capítulos a contar cómo Buss y su equipo –incluida su hija Jeanie (Hadley Robinson), futura heredera de la franquicia- reinventaron los Lakers para convertirlo en algo más que un equipo de baloncesto.

Un serie lúdica con respecto por el deporte

El Jerry Buss de John C. Reilly es, por lo tanto, el primer y gran personaje de la serie. El rey de la función y el protagonista de algunos de los mejores y más divertidos momentos de la misma. También la demostración de que Tiempo de victoria puede alcanzar momentos brillantes que, sin embargo, no se repiten en otras tramas. Por ejemplo, la del Magic Johnson pre-NBA, demasiado centrada en cuestiones extradeportivas como el gusto del jugador por las mujeres o la rectitud de su madre.

Afortunadamente para el personaje, el balón va ganando presencia con el paso de los capítulos hasta convertir la ficción de HBO en la serie baloncestística que cabía esperar desde un principio. Esto no quiere decir, sin embargo, que no se respire deporte durante la mayor parte del metraje. Se respira, aunque no sea en forma de rebote o lanzamiento a canasta.

El devenir de un equipo de baloncesto, como el de cualquier otro deporte, está marcado por cuestiones tales como las decisiones que toman sus responsables, la obsesión de estos con la victoria, las dudas que genera la derrota, la importancia de una sólida filosofía de juego, la química del vestuario y el peso de la camiseta. Y todo eso está presente en Tiempo de victoria a pesar de que la serie de HBO no oculta en ningún momento su propósito lúdico, de entretenimiento.

De ficción, en definitiva, que disfruta jugando con lo visual –ahí está su llamativo montaje y su fotografía exageradamente setentera- y lo narrativo –sus cómicas y efectivas rupturas de la cuarta pared-, pero que asume que su público no solo está ahí por el show, sino también por recordar o descubrir todo lo que rodeó a aquellos Lakers del Showtime.

En este sentido, Tiempo de victoria resulta un producto equilibrado entre su condición de serie de televisión y su condición de retrato deportivo fiel a los hechos reales en los que se basa. Se toma algunas licencias por el camino, sí, pero todas aceptables en una ficción que, por el mero hecho de serlo, rechaza automáticamente ser el The Last Dance de Los Angeles Lakers. En cambio, no renuncia a ser una aproximación respetuosa con un mundo, el del deporte, donde tanto pronto se cae en el drama como en el entusiasmo. Y eso se aprecia en Tiempo de victoria, la última gran jugada de HBO.  

* La primera temporada de Tiempo de victoria se estrena el 7 de marzo en HBO Max. Un nuevo capítulo será emitido cada lunes.

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