Crítica

'Todo lo que amas', la serie que dispara en la conciencia mientras plantea si podrías enamorarte de un nazi

“Estamos desesperados como una plaga”. Así describe Jonas (Jakob Fort) el desasosiego existencial que ahoga a la sociedad actual. En concreto, se centra en los jóvenes como él, que han quedado despojados de “autoestima y valor”. Sus reflexiones políticas son las que abren Todo lo que amas, la serie noruega creada por Marie Hafting (Young and promising), disponible desde este 28 de junio en Filmin.

Un título muy inteligente, a ratos incómodo en el mejor de los sentidos, y directo. La producción, que fue premiada en el festival Canneseries, gira en torno a la siguiente pregunta: ¿Qué harías si la persona de la que te enamoras es un nazi?

Una situación compleja que le vale para revolver conciencias y abordar el auge de la extrema derecha desde un punto de vista absolutamente cotidiano. La ficción no habla de ciudadanos extremistas como un ente lejano e incluso distante; son tus vecinos, tus compañeros de trabajo y, en este caso, el chico que te gusta. Un planteamiento realista que convierte a Todo lo que amas en un proyecto poderoso, valiente, movilizador y de rabiosa actualidad.

En tiempos en los que la polarización está a la orden del día, da la sensación de que la convivencia se ha convertido incluso en una utopía. Twitter se erige como el ejemplo más evidente de la crispación y tensión que existe en el ambiente, priorizando el enfrentamiento por encima del diálogo. Esto implica que las ideologías tiendan a estar más marcadas y que sea más sencillo que las opiniones difieran. No siempre, evidentemente, ni tampoco es la pretensión de la serie mostrar una visión fatalista ni moralizadora del mundo. Pero sí detenerse a mirarlo con los ojos muy abiertos.

Plantea un escenario sobre el que, en vista de la creciente radicalización -en este caso de los jóvenes blancos de Noruega, pero aplicable al resto del planeta-; conviene pararse a pensar. Y eso es precisamente lo que hace Todo lo que amas. Poner el foco en algo que está sucediendo y tratar de saber por qué. Además, lo hace con naturalidad, presentando una historia de amor que, en sus prolegómenos, funciona exactamente igual que todas las demás. Con un punto hasta aspiracional.

Sara (Mina Dale) es una estudiante de psicología que, en plena mudanza, se encuentra en el metro a un chico con el que fue a varios campamentos siendo más pequeña. Pronto se reconocen, comienzan a hablar y se percibe que se gustan. Cada uno carga con su mochila de preocupaciones pero entre ellos surge la química, las ganas de querer pasar tiempo con el otro, sonrisas involuntarias y complicidad. Alcanzado este punto de conexión, ¿qué pasa si descubres que en esa persona existen una serie de pensamientos políticos que ni aceptas ni entiendes?

Todo ello después de haber mantenido distintas conversaciones en las que solamente había salido a relucir la punta del iceberg. Charlas en las que las opiniones de la otra persona te habían interesado. Este es el proceso al que tendrá que someterse Sara, al tiempo que Jonas lucha por ganar reconocimiento en foros de extrema derecha.

Todo lo que amas no busca establecer un paralelismo entre ambos como si ella representara el bien y él, el mal. Al contrario, la joven también tiene sus propios conflictos, sin ir más lejos es presentada como repudiada por sus amigas, que no le dirigen la palabra por un error que no quieren perdonarla.

Ambos personajes están diseñados para que puedas sentirte identificado con los dos, empatices con sus temores y momentos de vulnerabilidad. Más adelante, a medida que avanza la producción, y a la par que se van quitando capas y destapando el nazismo; evolucionan con coherencia, permitiendo empaparse de la forma en la que el fascismo se va a interponer entre ellos, cual veneno. Y sin justificarlo en ningún momento.

Una generación hastiada

“Si hay algo que nos ha caracterizado en los últimos 100 años es que cada generación ha superado a la anterior. En salud, poder adquisitivo, poder de vida... Hasta ahora”, advierte Jonas en el inicio de la serie, “somos la primera que vivirá en peores condiciones que nuestros padres. Pero a nadie de la generación anterior le importa que eso pase”.

Un contexto doloroso, desesperante y real, que lleva a ir un paso más allá. ¿Cómo puede la sociedad gestionar y hacerse cargo de la frustración de una generación entera? ¿Cómo se puede evitar la radicalización? ¿En qué consiste exactamente? ¿Qué lugar deben ocupar las personas ya radicalizadas? ¿Qué podemos hacer frente a ello? ¿Estamos llegando tarde? Todo lo amas es sugestiva porque su visionado provoca que te preguntes todas estas cuestiones. Que te impliques, que en cierto modo es lo que el protagonista también demanda. Que te postules, revuelvas y aportes.

En este sentido, la serie ha acertado con su formato de siete episodios de 25 minutos, ya que le permite no perder ni agilidad ni profundidad en su desarrollo. Estar tan anclada en la actualidad es su más poderoso aliciente, igual que la forma en la que aprovecha una historia de amor, a priori, universal, para ahondar en asuntos políticos muy serios y pertinentes.

No todas las ficciones consiguen abrazar con la misma eficiencia el momento presente, pero Todo lo amas ha sabido aliarse con éste para crear un documento que no debería pasar desapercibido dentro del ingente volumen de estrenos. El auge de la extrema derecha está ocurriendo y la ficción es un lugar idóneo para reflexionar sobre ello, sin necesidad de aleccionar, pero sí agitar.