Crítica

'HIT' vuelve para dar otra clase de servicio público con el sacrificio como virtud

'HIT' dando clase en su temporada 2

Marcos Méndez

Cuando se presenta una serie, lo habitual es escuchar declaraciones del tipo “esperamos llegar a mucha gente y que guste”, “ojalá sea un éxito”, o “reúne muchos ingredientes para triunfar”. Palabras orientadas al éxito de la ficción, y que son lógicas teniendo en cuenta que el futuro de esa obra siempre dependerá del seguimiento del público, de su audiencia (sea lineal, en diferido o tras viajar con una plataforma).

Desde hace años, TVE parece ir dándose cuenta de que sus series no deben medirse sólo por la audiencia. Que el dato de share que conocemos al día siguiente, y que publicamos y valoramos en verTele (como este miércoles en el caso de Ana Tramel. El juego) no debe ser el único que les lleve a decidir la continuidad o no de una de sus ficciones. Aunque sea una cifra baja, y aunque ese análisis resulte negativo por referirse únicamente a las audiencias lineales.

Quizás los principales ejemplos son El ministerio del tiempo (4 temporadas) y Estoy vivo (4 temporadas), que tras seguir adelante por el apoyo de su público -y el aplauso de la crítica- ahora esperan un regreso. Y quizás su testigo lo ha recogido HIT, la serie crítica con el sistema educativo español que sin ser un éxito de audiencia lineal en su primera temporada (9.2% de cuota y 1,5 millones) se ha ganado una segunda temporada que llega este jueves a las 22:40 horas a La 1 de TVE para cumplir con el verdadero mandato que debe exigirse a una serie de la cadena pública: no la audiencia, sino su servicio público.

Por eso en su presentación no sorprendió escuchar que “es un ejemplo perfecto de servicio público, que refleja la realidad, los problemas e inquietudes de miles de jóvenes”, o que “es una serie valiente para abordar los problemas juveniles en la televisión pública y en prime time”, así como que la serie “no tiene problemas para plantear historias complicadas”, hasta llegar a definir su triple objetivo: “Entretener, emocionar y provocar un debate dentro de las familias, las escuelas, la sociedad, la política”. Un objetivo común de todo el equipo que también es defendido por su protagonista, Daniel Grao, como demostró en su entrevista con verTele.

Y lo cierto es que, en su segunda temporada, HIT no sólo se confirma como una buena serie que cumple con sus objetivos de entretener y emocionar. También reafirma que una ficción televisiva puede ser un perfecto ejemplo de servicio público para visibilizar algo que nos atañe a todos como los problemas del sistema educativo, y consigue generar debate dentro de las familias, las escuelas, la sociedad... y ojalá lo hiciera también en la política.

Cambia el universo de 'HIT'

En verTele ya hemos podido ver los dos primeros capítulos de esta segunda temporada. Y quizás lo primero sea dirigirse a los fans de la serie (o de su protagonista) para tranquilizarles: HIT sigue siendo HIT. Aunque también a los que aún no la hayan visto, para animarles a hacerlo -a poder ser en familia- e incluso a lanzarse directamente a su segunda tanda, con este resumen: Hugo Ibarra Toledo es HIT, un profesor con unos métodos muy heterodoxos dispuesto a todo para dar esperanzas y mostrar las puertas de un futuro a unos alumnos desanimados que, a menudo por circunstancias externas, pasan de la educación.

¿Que “HIT siga siendo HIT” quiere decir que nada en la serie cambia? Todo lo contrario. Daniel Grao ya nos dejó claro que ni él ni el creador de la ficción, Joaquín Oristrell, querían “estirar el chicle”. Y para ello, el universo de la trama cambia por completo. Para empezar, con un entorno más rural al que HIT tiene que acomodarse, aunque por momentos parezca exagerado el retrato excesivamente “pueblerino” que se hace de Puertollano, un municipio de 50.000 habitantes en el que parece que “todos se conocen”, como suele decirse. En su descargo, cabe decir que sabe jugar con esa base rural (por el alojamiento de HIT y algunas de las relaciones entre personajes), y las comodidades urbanas (el megacentro comercial tiene bastante relevancia en la trama).

Para seguir, el segundo cambio se refiere a su entorno educativo. HIT es ahora profesor de Formación Profesional (FP), y además es el tutor de una clase entera, no acude a impartir unas “lecciones especiales” como en la primera temporada. Esto permite que no todos sus alumnos -que son nuevos- sean casos extremos, que haya un abanico más normalizado y cercano de problemáticas y que, combinado al primer punto del entorno rural, se reflejen muchos temas a los que la serie “ataca” frontalmente.

La adicción a las pantallas y sus peligros de controlar a la pareja, las dificultades de un menor de género no binario, la maternidad juvenil, cómo afecta la crisis, el paro y el desempleo a toda la familia, las relaciones tóxicas, la gordofobia, la homofobia... HIT sigue sin dejarse ningún tema, incluso el de los radicalismos ideológicos (y religiosos). Y lo hace de una manera, sin adoctrinar, sino reflejando y poniendo el foco en problemáticas que deben ser visibilizadas, que quizás hasta pueda generarle alguna crítica por parecer que guarda una cierta equidistancia con los extremos. Pero HIT sólo se propone servir de espejo, no tomar parte.

Nueva forma y más sufrimiento

A nivel narrativo, también se aprecian cambios desde el primer minuto. La primera escena nos deja ver a un HIT destrozado, abatido, hablando en un funeral. Y rápidamente la acción se traslada a “nueve meses antes”. Es decir, la serie apuesta por hacer un 'spoiler' de sí misma y comienza por avanzarnos que todo el desarrollo de esta segunda temporada acabará con un desenlace trágico que marcará a su protagonista.

De forma casi desapercibida, completamente natural, también incluye cambios en los habituales roles de género. La conductora del autobús escolar es ella, no él. Se trata de Francis, interpretada por Marta Larralde, la actriz que se incorpora al elenco como protagonista femenina adulta, combinando varias facetas importantes para la trama entre las que destaca ser la sufrida madre del caso más extremo de alumno que HIT presenta esta temporada. Su relación con el personaje de Daniel Grao, que sigue bordando ese tono irónico y perdonavidas para no mostrar miedo ante sus alumnos, centrará buena parte de la vida “personal” del protagonista fuera del instituto.

Porque dentro de él, en sus primeras clases y con sus primeras decisiones, queda claro que HIT va a sufrir más. Sólo con Maya (otro de los pocos personajes que sigue en la serie, pero de forma telemática) le habíamos visto abrirse y pasarlo tan mal como ahora. Pero en esta segunda temporada está tan al límite que se sale de punto con sus compañeros, en una comida que permite reflexionar sobre cómo debemos actuar el resto cuando estamos con alguien que lucha contra el alcoholismo; o durante una entrevista radiofónica en la que incluye otra novedad narrativa: buscar la complicidad del espectador mirándole directamente a él y tratando de romper la cuarta pared.

Es un Hugo más frágil, más cercano a unos alumnos que en general no representan casos tan extremos como la primera temporada y entre los que ya parecen destacar Son Khoury como Matt y Claudia Licari como Lucía. Y en una serie, HIT, que sigue apostando por mirar desde los ojos de la juventud (también en la música, por lo que tiene cabida su predilección por la recién galardonada con el Premio Ondas Aitana sin malpensar que es la pareja de Miguel Bernardeau, a su vez hijo del productor ejecutivo de la serie y presidente del Grupo Ganga) y defender ciegamente a esta generación, reclamando autocrítica a los adultos por haberla dejado sin esperanzas.

“¿Esperáis algo de mí? Yo he venido aquí a una sola cosa: yo estoy aquí para pelar cebollas. ¿Y cuando pelas cebollas qué pasa? Que vamos a llorar a moco tendido, por mí y por todos mis compañeros. Vamos a llorar de rabia, de frustración, y si tenemos suerte igual hasta lloramos un poquito de alegría. Es lo que tiene pelar cebollas, ¿no? ¿Quién empieza?”, dice HIT a sus nuevos alumnos, antes de comenzar a descubrir sus capas en esta segunda temporada.

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