Crítica
'El Vecino' de Netflix reconcilia al Fran Perea actor con el “personaje” en una temporada final absurda y divertida

Quim Gutiérrez y ¿Titán? en 'El Vecino 2'

Laura Pérez

Si Titán, el superhéroe protagonista de El Vecino, tuviera el poder de elegir su destino, lo más probable es que hubiera escogido un camino más largo que el que Netflix ha determinado para él. Tras debutar en la plataforma el 31 de diciembre de 2019 y quedarse fuera de onda en un 2020 importante para la ficción patria, la serie de Quim Gutiérrez y Clara Lago se despide este viernes 21 de mayo con el estreno de su segunda y última temporada.

La tanda de ocho capítulos finales cambia los mandos de Nacho Vigalondo por la batuta de Ernesto Sevilla, Raúl Navarro, Víctor García León y Mar Olid para poner el broche a una adaptación que aunque prometía ser más rica a nivel de seguimiento y duración, concluye convertida en una serie auténtica y con denominación de origen.

Al menos esa es la conclusión general tras ver completa El Vecino 2, cuyo primer episodio arranca en el punto exacto en el que se quedó la trama en su momento: con Lola (Lago) descubriendo que las pastillas también tienen efecto en ella y que podría ser 'la elegida' en lugar de Javier (Gutiérrez). Un efectivo giro que se expande como eje central de una segunda temporada que, al igual que la primera, va de menos a más para terminar explotando al máximo los 25 minutos de duración de sus capítulos.

Fran Perea despunta en su reconciliación con 'el personaje'

Descubrir quién es el verdadero 'Guardián de la Tierra' es el objetivo principal de Tucker, un misterioso funcionario (Javier Botet) que agita el vecindario con su llegada y, sobre todo, con sus cuestionables prácticas. Más transparente parece la campaña de la alcaldesa de Madrid (Gracia Olayo) en su candidatura a los Juegos Olímpicos y el papel de un Fran Perea que enriquece la serie con un personaje hecho a su medida. Y nunca mejor dicho.

El actor, cuya participación en Los Serrano es todavía recordada por todos, tira de humor para firmar una versión paródica de sí mismo que es, sin duda alguna, uno de los grandes aciertos de la temporada. Tras unos años en los que afirmó no sentirse demasiado cómodo con el 'himno' 1+1 son 7, el que fuera Marcos Serrano se entrega a la causa aportando una comedia diferencial a los guiones de estos ocho últimos capítulos.

Después de una primera tanda en la que El Vecino ya demostró su poder como relato de superhéroes, y también como retrato de una generación y de un país, el nuevo texto de Miguel Esteban y Raúl Navarro vuelve a beber de la cultura patria para hacer del humor costumbrista su gran bastión. Como era de esperar, la producción de Zeta Studios y Netflix sigue ligada a los tebeos de Santiago García y Pepo Pérez, pero vuela libre de la mano de una cultura pop y unos guiños metatelevisivos que sacarán más de una carcajada al espectador.

Superado el proceso de presentación de Titán en la primera temporada, El Vecino madura como serie en tanto en cuanto sus fichajes, esencialmente el mencionado Fran Perea como héroe impostor y Gracia Olayo metida en política, van colonizando las tramas principales. Sus personajes, junto a los de Botet, Celia de Molina y el 'repetidor' Andoni Ferreño, amplían la comunidad que en el debut se mostró algo más cerrada para ganar en acción y atractivo.

Ellos son el aderezo principal de una tanda de episodios que sigue apostando por las aventuras y desventuras del cuarteto que componen Javier, Lola, JR (Adrián Pino) y Julia (Catalina Sopelana), unos vecinos que bien podían estar salidos de una viñeta de 13 Rúe del Percebe y cuyo poder se multiplica con la formación de la Policía del Karma, un dúo justiciero que intenta hacer honor al alegato de Clara Lago reclamando superheroínas en la ficción española.

El quinto del grupo, Perruedines, es el gran damnificado de que la trama abandone en gran medida esa comunidad vecinal para apostar por otro tipo de entornos y misiones. La revelación cómica y tierna de la primera temporada pasa a un plano totalmente anecdótico, muy a nuestro pesar.

Una temporada final más absurda y “marciana”

En líneas generales, El Vecino 2 es más absurda, en el sentido más amplio del término, que la temporada de presentación. Hablamos de su humor y de unas tramas muy “marcianas” y surrealistas que hacen de esta una serie fresca, abierta y actual, en la línea de ese 'Deadpool patrio' que prometían desde un inicio.

Nos atrevemos a decir que gustará a todos aquellos que disfrutaron de la primera temporada, ya que en su conjunto mantiene la esencia. No obstante, esta tanda final supone a su vez una clara evolución con respecto a la primera, fruto directo de la liberación de los personajes. Su problema principal es su abrupto desenlace, ya que esta entrega podría haber funcionado mejor como transición que como cierre.

En definitiva, El Vecino demuestra en su despedida que tenía verdadero potencial más allá de su rendimiento en Netflix y que “lo bueno” ha empezado ahora. No sabemos si en algún momento se replanteará su futuro en el audiovisual, pero se puede ir con la cabeza alta.

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