“Girls”, la serie más sobrevalorada de la televisión

Crítica a la segunda temporada de la premiada dramedia de HBO creada, escrita y protagonizada por Lena Dunham.

En el mundo hay cosas inexplicables como ¿por qué Adriana Ugarte y Carlos Santos tenían dos tarjetas en los Goya? o ¿cómo pudo “Girls” llevarse el Globo de Oro a la Mejor Comedia? Para ninguna de las dos existe una respuesta coherente.

Cuando la producción de la HBO arrancó la temporada pasada, había ganas de ver esa serie transgresora y “voz de una generación” que nos habían vendido. Los primeros capítulos no enganchaban, pero llamaban la atención. Ver a esas veinteañeras en el baño o desnudándose cada dos por tres, hablando de sexo sin tapujos y enfrentándose al “mundo real” intentando superar sus “problemas reales” no llegaba a ser entretenido, pero al menos era diferente a cualquier serie de la oferta televisiva actual.

“Progresivamente más aburrida según se centraba más en Lena Dunham”

El problema surgió cuando se acabó la novedad y comenzó a evidenciarse que la serie se iba haciendo progresivamente más aburrida según se centraba más en Lena Dunham. Porque no nos engañemos, “Girls” es un ejercicio de onanismo televisivo perpetrado por su creadora/protagonista/guionista, una emergente estrella que ha ido cayendo presa de un egocentrismo desmedido, llevándose por delante la frescura de su propia creación.

Los descarados e inteligentes diálogos dieron paso a un interminable debate “Dunham-centrista” sobre por qué no le salen las cosas bien a pesar de lo maravillosa que es, y las bien definidas secundarias fueron poco a poco perdiendo su sitio, desplazadas por la omnipresente “madre de la criatura”

El tema sexual merece una mención aparte. Estamos acostumbrados a los desnudos gratuitos en cine y televisión, pero la obsesión de su protagonista por aparecer tal y como vino al mundo hasta la saciedad, parece más un relleno de minutos que un recurso para otorgar autenticidad a la ficción. Por otra parte, resulta ridícula esa desmedida atracción sexual que ejerce sobre los hombres a primera vista, no solo por su físico poco atractivo (las cosas como son), sino por su insoportable carácter y su narcisista discurso.

Dunham deja “irreconocibles a sus compañeras de viaje”

El cénit de esta oda a sí misma llega en la segunda temporada, donde tras encargarse definitivamente de dejar irreconocibles a sus compañeras de viaje (desguazando sus personalidades y haciendo desaparecer las cualidades que las hacían interesantes), dedica un capítulo entero a encerrarse en un piso con un hombre al que seduce sin conocerlo en cuestión de segundos y con el que practica sexo en múltiples ocasiones a lo largo de 30 interminables minutos. Una especie de “Habitación en Roma”, pero con Lena Dunham en vez de Elena Anaya.

“En el horizonte no se atisba posibilidad de mejora alguna”

Lo peor de todo es que en el horizonte no se atisba posibilidad de mejora alguna, ya que toda opción de que la serie se revitalice pasa por la lobotomía, desaparición o muerte de su protagonista. Eso sí que sería transgresor y no tanta gente desnuda o en el baño.

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