Entrevista

Rafael Cobos defiende a la madre (im)perfecta María León en 'El hijo zurdo': “Lo mejor que ha hecho en años”

María León grabando 'El hijo zurdo'

Javier Atienza

Rafael Cobos estrena su primer proyecto como director, El hijo zurdo, la nueva miniserie de Movistar Plus+ protagonizada por María León. La ficción está compuesta por 6 capítulos de 20 minutos, de los cuales ha dirigido los dos primeros. El proyecto se alzó con el premio a mejor miniserie en el Canneseries.

En verTele hemos tenido la oportunidad de entrevistarle para que nos hable sobre cómo ha sido afrontar un proyecto como este, que adapta la novela homónima de Rosario Izquierdo. El guionista de Modelo 77 y La peste relata cómo vivió el premio del festival, algo que define como “un subidón”, y que le hace replantearse la posibilidad de volver a dirigir.

Reflexiona también sobre el papel que interpreta María León, y asegura que para él “es lo mejor que ha hecho en los últimos años”. “Lo defiende con una potencia yo creo que incontestable”, añade. Sobre qué le hizo lanzarse a dirigir, Cobos afima que con esta adaptación sintió “que había un material con el que yo de algún modo podía verme trabajando como director”.

La obra de Rosario Izquerdo le “fascinó” por el “espíritu que contenía relacionado con la madre y con el hijo”, y no tanto por sus elementos narrativos. Además, asegura que de cara a la serie “hubo que construir mucho”. Rafael Cobos se muestra orgulloso de su trabajo y asegura que todo de lo que “quería hablar está ahí, encapsulado en pequeños capítulos que funcionan como descargas eléctricas”.

Sobre el formato de entregas breves de la serie, afirma que está “en la medida justa”. Reflexiona también sobre el papel de los padres con sus hijos, y recurre a un verso que viene a decir que “tener un hijo es como tener algo al fuego para toda la vida”.

Al reflexionar de la trama, asegura que “aquellas madres o padres que son irresponsables y no ejercen como tal, creo que deben sentir como un ruido de fondo o una piedra en el zapato”. Y explica que en papel de la educación de un hijo entra en juego “tanto la genética, como el lugar en el que se vive y en el que uno se relaciona”.

¿Cómo vivisteis en Cannes el premio a mejor miniserie, y más siendo tu primer trabajo como director? ¿Qué efectos esperas que tenga en tu carrera?

La verdad es que es un subidón. Ya que mi primer proyecto como director y director creativo lo seleccione un festival de ese calado y de esa categoría como es Canneseries, era un premio, una distinción que me hacía pensarme el hecho de seguir haciéndolo. Que nos premiasen fue el colofón a un proceso que ha sido muy largo, muy gozoso, pero que hacía de nuevo y que le ponía una especie de sello de calidad. Lógicamente me hace replantearme las cosas. Yo estoy muy a gusto en mi vida profesional como guionista, pero cosas como esta, recibimientos como este, me invitan a especular con la posibilidad de volver a hacerlo. No creo que en mi carrera como guionista me signifique mucho, bueno sí, lógicamente sí significa algo, pero no es determinante. Pero sí en mi posibilidad o en mi deriva el día de mañana como director. Yo creo que ayuda y me apoya.

¿Qué te hizo dar el salto a la dirección? ¿Qué miedos te acecharon al asumir el puesto?

Desde hace muchísimo tiempo que he acompañado a Alberto [Rodríguez] en sus películas, desde la escritura hasta acompañarlo en procesos de ensayo con los actores. Y como yo venía también de tener formación en la dirección escénica, digamos que estaba anticipado que llegaría el momento en el que con la historia que fuera más propicia me enfrentase al hecho de dirigir. Fue cuando surgió la posibilidad de enfrentarme a la adaptación de la novela de El hijo zurdo. Fue a partir de este descubrimiento cuando sentí que había un material con el que yo de algún modo podía verme trabajando como director. No es una historia como las que había desarrollado previamente. Es decir, no es una historia de trama, no es una historia de peripecias, sino una de personajes donde la chicha fundamental está en los conflictos de estos. Sentí que había llegado la hora, por qué no, de enfrentarme a la dirección. Así fue un poco el proceso.

Aquellas madres o padres que son irresponsables y no ejercen, creo que deben sentir como un ruido de fondo o una piedra en el zapato

Rafael Cobos

María León lleva todo el peso de la serie, ¿cómo supisteis que ella era la indicada para este papel?

Tiene una grandísima responsabilidad de echarse interpretativamente la serie sobre los hombros. Está ahí prácticamente en todas las secuencias de la serie y lo defiende con una potencia yo creo que incontestable. Sobre todo, con esos planos tan cortos que están exigiéndoles un trabajo de microcirugía en el que, como sabemos, cuando tienes la cámara encima, cualquier mínimo gesto se convierte en grandísimo. Dicho eso, no te creas que fue fácil, fue un proceso largo. El personaje de Lola es muy complejo, tiene aristas muy dispares y encontrarla no fue tarea sencilla. Ana y Patricia, las chicas de Veló Casting, que estuvieron ahí remando día y noche por encontrarla, finalmente propusieron a María. Y desde luego que estoy satisfecho y contentísimo con que fuera ella la que elegimos, y que haya defendido tan maravillosamente un personaje tan difícil.

¿Cómo fue dirigir a María León? ¿Qué obstáculos encontrasteis?

Yo ya tenía experiencia en la dirección de actores, así que ya venía un poco fogueado. Y por otra parte, ella tiene muchos años de oficio. María yo creo que tiene una conjunción maravillosa entre técnica y trabajo orgánico. Es decir, trabaja desde la técnica, pero también trabaja mucho desde el corazón y desde la tripa, desde el estómago. Y fue muy fácil porque nos conectamos desde el principio. Yo le dije por dónde sentía que tenía que ir Lola y ella la fue vistiendo, la fuimos vistiendo durante los días que tuvimos ensayo, que no fueron muchos, y después durante todo el rodaje.

Es verdad que como obstáculo, la cámara ya lo hemos dicho, estaba encima y teníamos que medir muy mucho y muy bien cuál era el proceso de contar su viaje sin que anticipáramos por un lado y sin que nos pasáramos por otro. Y fue difícil, la verdad que fue difícil medirlo y creo que María ha hecho un trabajo de composición, de medición, de tener al detalle todo este tipo de aporte dramático, muy difícil de hacer. Estoy muy contento con el trabajo que ha hecho, me atrevería a decir que es lo mejor que ha hecho en los últimos años y espero que le dé muchas satisfacciones, porque desde luego está magnífica.

“Madre a pesar de todo” podría ser el lema de la ficción, ¿pero hay que seguir siendo madre aunque eso te haga daño?

Hay un verso, no sé de quién, que es maravilloso, que dice que tener un hijo es como tener algo al fuego para toda la vida. Yo creo que el trabajo de madre, el trabajo de padre, lo ejerzas o no, está ahí siempre. Aquellas madres o aquellos padres que son irresponsables y que no ejercen, creo que deben sentir como un ruido de fondo o una piedra en el zapato. Yo creo que el hecho de ser padre, el hecho de ser madre, me atrevo a decir, aunque no sea lo mismo, es para toda la vida. También no recuerdo quién dijo que una madre o un padre no tiene vacaciones y trabaja durante las 24 horas del día. Y es verdad que, aunque suene como a convención o a tópico, es así: “Madre a pesar de todo, padre a pesar de todo”. Es verdad que muchas veces, para muchas madres, los hijos han sido una especie de condena porque les han trucado la vida, porque les han llevado por caminos que no querían. Pero normalmente, al final, siempre han podido ser una especie como de salvación o de elemento a tener en cuenta para que se reconstruyeran como es en el caso de Lola.

¿Los hijos son herencia de sus padres? ¿El entorno social puede corromper la educación que se recibe en casa?

Yo creo que las dos cosas. Yo creo que los hijos reciben por constitución una genética que está ahí. Les transmitimos un montón de cosas, pero después también en función de lo que se erosione, la comunicación que tenemos con ellos o el proceso de educación, se pueden colar infinitas interferencias provenientes del contexto en el que se encuentran. Y no hay nada más fácil para un adolescente que está completamente perdido y que está matando a sus padres, que ser aceptado en otro espacio que no es el familiar. Yo creo que en todo caso las dos cosas son determinantes, tanto la genética, como en el lugar en el que se vive y en el que uno se relaciona.

Recibimientos como este me invitan a especular con la posibilidad de volver a dirigir

Rafael Cobos

¿Qué dificultades has encontrado al realizar el proceso de adaptación?

Cuando leí la novela de El hijo zurdo, que me fascinó, me gustó por algo que no es, digamos, lo narrativo. No eran los acontecimientos dramáticos, no era la trama aquello que me fascinó más de la novela. El corazón era esta cosa que contenía, este espíritu relacionado con la madre y con el hijo. Lo más complicado fue a partir de este pulso, de este germen emocional, construir esta trama, que no está en la novela. Yo me quedé con el corazón, con este pensamiento que contiene el libro, que me parece muy interesante y que recomendaría a todo el mundo porque es delicioso. Pero hubo que construir mucho. Todo proyectado por el espíritu de la novela, pero había cosas que no estaban ahí, que hubo que generar.

6 capítulos de 20 minutos es algo poco habitual. ¿Crees que has tenido la oportunidad de profundizar bien en la historia? ¿Te has quedado con ganas de contar algo más?

No, yo creo que de lo que quería hablar está ahí, y, sobre todo, está encapsulado en pequeños capítulos que funcionan como descargas eléctricas. Mi intención era que el espectador se removiera después de cada capítulo y para eso, yo creo que tenían que ser capítulos cortos. No creo que emocionalmente hubiéramos sido capaces de aguantar una serie de esta intensidad emocional si los capítulos hubieran sido de 45 minutos o si hubiéramos tenido más episodios. Yo creo que está en su medida justa para intentar transmitir este viaje emocional que pretendía con El hijo zurdo.

Tu carrera está muy ligada a Movistar Plus+ con proyectos como La Peste, Apagón o Modelo 77. ¿Surge espontáneamente, o hay algún tipo de preferencia? ¿Tu próximo proyecto seguirá ligado a la plataforma?

Como he trabajado con Movistar, no sé si he trabajado alguna vez con alguien. Son respetuosos, estimuladores, motivan, hacen crecer los proyectos, los cuidan, son inteligentes. Tengo una relación que yo creo que ya va más allá incluso de lo profesional. Empezamos hace unos pocos años con La Peste. Han estado presentes en Modelo 77 y en El hijo zurdo. Y si puede ser, me encantaría seguir trabajando con ellos, porque yo creo que miman y cuidan de una forma portentosa los proyectos que realizan y con una inteligencia y con una mirada fabulosa. Domingo [Corral] es casi una especie de visionario, tiene una capacidad de ir más allá que él. Todo su equipo es capaz de filtrar los proyectos que hacen, y, sobre todo, hacerlo de una forma que humanitariamente es maravillosa.

No hay nada más fácil para un adolescente que está perdido y matando a sus padres, que ser aceptado en otro espacio que no es el familiar

Rafael Cobos

Naciste en Sevilla y esta es una ciudad que está muy presente en la obra. ¿Qué es Sevilla para ti? ¿Qué te inspira?

Sevilla es la ciudad en la que he nacido, es la ciudad en la que vivo, y es la ciudad en la que espero vivir mucho tiempo. Yo creo que al final los escritores buscamos aquellos elementos que son determinantes en nuestra construcción de la personalidad, nuestra identidad. Y del mismo modo que elegí el hecho de ser padre para proyectar el proceso de educación, y, sobre todo, en el proceso de comunicación con mi hijo quién soy. Sentía que tenía un deber con este proceso identitario en la ciudad, encontrar dónde vivo y por qué soy cómo soy.

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