Entrevista

Ricardo Gómez y Elisabet Casanovas surcan 'La Ruta' sin moralismos: “La serie ni romantiza ni juzga”

Elisabet Casanovas y Ricardo Gómez

Laura Pérez / Lorenzo Ayuso

“El equipo se ha involucrado como no había visto nunca en los 22 años que llevo en esto”. Así de tajante se muestra Ricardo Gómez al hablar de lo que ha supuesto La Ruta en su carrera. El peregrinaje audiovisual a los años de la movida valenciana, a cargo de Caballo Films y Atresmedia, era un proyecto anhelado por el actor, que había fantaseado con su compañero de reparto Àlex Monner con la idea de abordar el fenómeno antes siquiera de saber que existía un proyecto en desarrollo. Un proyecto que ahora se estrena este domingo 13 de noviembre tras haber extasiado a quienes pudieron degustar el primer episodio en el Festival de San Sebastián.

Allí nos atienden Gómez y Elisabet Casanovas, dos de los integrantes de la pandilla a la que se sigue los pasos en la ficción a lo largo de un lapso de más de una década, en orden inverso (desde el oscuro 1993, año de la Ruta Destroy, hasta el mismo origen de la fiesta, el luminoso 1981). Rodada en Valencia, la serie no solo se nutre del extenso trabajo de documentación de Borja Soler y Roberto Martín Maiztegui, creadores de la serie, sino de la continua comunicación del equipo con personas que vivieron y se empaparon en su día del movimiento sociocultural que supuso.

“Habrá mucha gente que se sentirá muy identificada y gente que habrá vivido algo totalmente opuesto”, dice el actor, que defiende que “la serie intenta abarcar muchas caras del fenómeno”. Algo que su compañera refrenda: “La serie pretende contar la historia de cinco personas en un contexto muy bien contado y explicado, hasta el detalle”.

Lo principal, en todo caso, es la pretensión de no observar con ojos juiciosos una historia a menudo distorsionada en el relato mediático: “No trata de ser moralista, la serie ni romantiza lo que fue la Ruta del bacalao ni lo juzga”, afirma Gómez, que defiende el interés de acercarse a localismos como estos en el audiovisual. En el horizonte, de hecho, queda La Ruta: Ibiza, ya con luz verde en Atresmedia, que continuará, con suerte, la experiencia tan destacada que ha supuesta esta para sus integrantes.

¿Conocías en vuestro entorno a gente que había vivido lo que fueron estos años?

R.G.: En el caso de mi familia, no lo conocían mucho, pero sí he hablado con gente muy cercana que lo ha vivido, que hacía escapadas exprés a Valencia, porque no vivían allí. Y eso es algo que se cuenta en la serie: en el segundo capítulo hay un acercamiento de gente de Asturias, y se cuenta cómo La Ruta se vivía como un lugar de asistencia de todo el país, de gente que viajaba porque quería vivir lo que se estaba viviendo en ese momento. Y no solo a nivel nacional: ahí están los vínculos con Manchester, sobre todo en los orígenes de la Ruta, y con otras partes de Europa, fueron muy fuertes.

E.C.: Rodar en Valencia era muy fácil acceder a cualquier persona que conocía La Ruta. Todo el mundo tenía algún punto de vista y estaba vinculado de alguna forma. ¿Cuál era la frase top?

R.G.: Que salían los jueves y volvían los domingos. Te montabas en un taxi y el taxista te preguntaba: '¿No estaréis rodando La Ruta? Bueno, pues si te cuento...'. O comprando el pan, en restaurantes... Todo el mundo tiene su Ruta, y eso también es una cosa que es muy bonita. Cuando se estrene la serie habrá mucha gente que se sentirá muy identificada, gente que habrá vivido algo totalmente opuesto y no tendrá que ver con su experiencia, pero la serie intenta abarcar muchas caras del fenómeno.

E.C.: Nos encontrábamos con gente que nos decía lo que daría por volver a vivir eso, o gente que lo rechazaba, que te decía que de eso no le hablases.

Entendemos que el espectador de 2022 es un espectador inteligente con capacidad de juzgar y formar sus propias opiniones

Ricardo Gómez

En ese sentido, ¿daba respeto abordar una parte de la historia tan importante para tanta gente?

E.C.: Ese era uno de los retos más fuertes. A mí me daba mucho respeto contar algo tan absolutamente local y que una gente ha vivido tanto. Pero Borja, que además es valenciano, y los creadores han estado picando piedra investigando todo y se ha tratado todo con un respeto, cariño y dedicación brutal.

Ricardo, se te ve en el segundo episodio montado a lomos de un elefante. ¿Cómo fue rodar esa escena y qué supuso para tu personaje?

R.G.: Parecía mi cumpleaños ese día de rodaje... Era una elefanta llamada “Baby”, con la que estuvimos trabajando el menor tiempo posible para no molestarla mucho. Ya lo veréis en el episodio 2... Pero como habéis visto, a mi personaje le gusta ir a lo grande y de vez en cuando lo demuestra.

¿Cómo ha sido el trabajo de representar los diferentes efectos de las distintas drogas que se consumen de forma generalizada en cada momento?

R.G.: Hemos trabajado desde las diferentes drogas porque una de las cosas que cuenta la serie es la evolución de la relación de esta gente, del fenómeno sociocultural que es La Ruta, de la música y de las drogas. Este primer episodio que habéis visto, es el año 93, la cocaína está súper instaurada en la ruta del bacalao, y la música que se está pinchando tiene mucho que ver con el consumo de la cocaína, y es algo que los propios pinchadiscos tenían en cuenta al elaborar los nuevos temas. Es decir, el tipo de droga porque los tipos de beats son distintos Según vayamos avanzando en la serie, es decir, hacia atrás, la gran droga de La Ruta es la mescalina, que es cercana a la pastilla y que existió durante unos años y luego desapareció. Los efectos eran menos individuales, más grupales, más de disfrute, y por tanto la música tenía que ver con eso. A nivel interpretativo no es lo mismo estar drogado de una cosa que te hace estar con los demás que estar drogado de otra que te taladra. En ese sentido, había un trabajo específico con las sustancias.

E.C.: Teniendo en cuenta esto que ha comentado, la forma de bailar, el qué pasa en la escena, junto con quién bailas, hay algo que ayuda muchísimo. En el capítulo 1, como se ve, hay conversaciones en el baño, son claramente de cocaína.

R.G.: Todo evoluciona. Hemos contado con un coreógrafo de la época que dependiendo del año que representásemos nos decía si la tendencia de baile era una u otra. Ahora vivimos en la época de la cadera, del reggaetón, pero teníamos prohibida la cadera. Era algo más martillero, de arriba abajo. Hay un estudio en ese ámbito.

E.C.: Y sobre todo gozar de eso, de bailar. Parece un tópico, pero lo suelto: hacer una serie donde no haya móviles a nivel narrativo es muy guay, porque no puedes resolver las cosas enviando un whatsapp, ni te puedes entretener haciendo una foto con el móvil cuando estás de fiesta. El sentido es doble. Estás en una discoteca bailando con tus amigos simplemente bailando. A mí me parece muy interesante de la serie es el hecho de que nos ha permitido ir a fondo con el cómo estamos saliendo de fiesta. Con lo que pasa a los personajes a lo largo de la serie, se sale de fiesta para escapar del dolor.

R.C.: Igual que en la vida. No es lo mismo salir de fiesta para disfrutar o un día que estás tristísimo o en que te acabas de separar.

¿Creéis que puede haber algún tipo de reflexión moral al presentar a algunos personajes que no han acabado bien, que han acabado en la decadencia? ¿Hay un mensaje moral sobre el movimiento?

E.C.: De entrada, diría que no.

R.G.: No trata de ser moralista en ningún caso, ni romantiza lo que fue la Ruta del bacalao ni lo juzga. Expone, después de muchos años de documentación, o ficciona una realidad que se vivió, estos personajes no son reales, están inspirados en mucha gente, pero no estamos contando la vida de nadie concreto. Y luego entendemos que el espectador de 2022 es un espectador inteligente con capacidad de juzgar y formar sus propias opiniones.

E.C.: La serie pretende contar la historia de cinco personas en un contexto muy bien contado y explicado, hasta el detalle, pero es la historia de cinco vidas que avanzan y que hacen lo que pueden.

Después del rodaje, que ha sido tan intenso, ¿necesitabais desconectar?

R.G.: Yo corté por completo y me marché de viaje a México, porque no quería encerrarme en mi casa y sufrir. Me fui de vacaciones. Sí que es verdad que se ha producido una cosa con el equipo técnico, que es espectacular. Se ha involucrado como no había visto nunca en mi vida en los 22 años que llevo dedicándome a esto. Nunca había sentido que todas las personas que estaban haciendo la serie, del director y los actores hasta el último auxiliar de producción que está cortando la calle, quisiera contar la historia de la ruta de la mejor forma posible. Y eso ha hecho que se haya creado una comunión con todos los integrantes del equipo. Hay un chat de 120 personas; generalmente el día en que termino un proyecto, digo 'Chao', pero seguimos hablando y quedando en Madrid, y han venido distintas partes de España a ver el capítulo porque se morían de ganas. Se ha creado una cosa que no es muy habitual. Normalmente se genera buen rollo en los rodajes; a veces pasa lo contrario pero la intención siempre es crear buen rollo. Pero hacer una piña como la de este rodaje no lo había vivido.

Si te vas a los localismos hay muchas historias socioculturales muy interesantes en los últimos cuarenta o cincuenta años

Ricardo Gómez

Vuestros compañeros decían que un proyecto como este pasa una vez cada mucho tiempo. ¿Ha superado la expectativa?

R.G.: Sí, sí. La historia de Alex y mía con el proyecto es muy larga. Ya rodando Vivir sin permiso lo hablábamos. Nos decíamos que hacía falta una serie de La Ruta. Cuatro años después nos enteramos de que Caballo Films está poniendo en marcha este proyecto, nos llamamos y nos volvemos locos, nos hacemos casting a los dos, que podían habernos cogido solo a uno o a ninguno... Imaginaos ese encuentro para decirnos que nos habían pillado. En ese sentido, la manera de enfocar este proyecto no es la normal, cuando te avisan de que el mes que viene empiezas. Llevábamos años anhelando esto, y la implicación, el trabajo y la capacidad de esfuerzo, de intentar vivir cada día y cada momento sin dar nada por sentado hasta en la escena más sencilla, para intentar no dar las cosas por sentado. A veces te esfuerzas mucho para conseguir una cosa y luego una vez lo conseguido, dices Ya está. Hicimos un esfuerzo muy grande -y hablo no ya de Álex y de mí sino de todo el mundo- por vivir cada secuencia y cada instante de la serie.

E.C.: Hablas por todo el mundo. Y de hecho creo que ha influido que hubiera tres directores. El hecho de ir hacia atrás, el pudor en fijar que los personajes sean una sola cosa... Hacer un personaje a los 30 y a lo 18... ¡Qué miedo da! Ha dado mucho oxígeno que haya tres directores que nos dieran cierta libertad en olvidar que les había pasado antes. Eso ha sido muy guay, porque hay un trabajo diario y activo, y no das nada por hecho. Eso te obliga, y hablo por mí, a estar con el otro. A mí eso me da mucho placer.

Ya se ha hablado de la puesta en marcha de una especie de continuación, ambientada en Ibiza. ¿Qué os parece ampliar el espectro y recoger otros movimientos?

R.G.: La historia de Ibiza, del nacimiento de las discotecas, tiene otra serie. El puente que se establece cuando La Ruta decae y empieza el nacimiento de lo que conocemos como la élite de las discotecas a nivel mundial, y de cómo en una isla se juntan empresarios, futbolistas, gente del corazón, DJ... Ahí hay una serie. Es verdad que había una movida gallega, en paralelo a la madrileña... Si te vas a los localismos hay muchas historias socioculturales muy interesantes en los últimos 40-50 años. Pero La Ruta del Bacalao necesitaba una ficción.

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