Ataque a los titanes: Con ganas de más

Ataque a los titanes: Con ganas de más

Por Alberto Rodríguez

Como bien se muestra en la cabecera de entrada, cuando el Titán Bestia aparece corriendo acompañado con lo que parecen dinosaurios, los titanes llegaron arrasando y con ganas de revolucionarlo todo. Pero cuando nos hemos querido dar cuenta se han vuelto a marchar. Por lo menos, esta vez la espera para su reencuentro no será tan dilatada, ya que se ha confirmado la tercera temporada para 2018. Aquella en la que nuestros héroes descubrirán por primera vez el mar. ¿Os imagináis la sensación de libertad que debe suponer eso para quien ha estado toda su vida agazapado tras un muro? En cualquier caso, puede que el hecho de que esta temporada haya contado con la mitad de metraje –12 episodios– haya facilitado que la producción pueda llegar el año que viene y no estar en vilo durante los cuatro largos años de espera que ha tardado esta ficción en continuar.

A pesar del chasco inicial al conocer que esta temporada sería más corta, en contrapartida nos hemos evitado muchos espacios en blanco. La mayoría de episodios tenían algo que aportar, y la trama avanzaba prácticamente casi todas las semanas. Es verdad que hay algunas conversaciones o momentos de parón que consumen minutos, pero al fin y al cabo también hay que darle un respiro a Eren y sus amigos. No todo pueden ser persecuciones y luchas a muerte… aunque de eso ha habido mucho y más.

Los titulares que han sido aportados en esta nueva etapa son ‘oro en paño’. ¿Quién iba a decirnos que se develaría tan rápido el origen del ‘Titán Colosal’ y el ‘Titán Acorazado’, los responsables de que los titanes penetraran los límites del muro, poniendo fin a un periodo de paz de cien años? Y al mismo tiempo han aparecido en escena nuevos agentes, como el ‘Titán Bestia’, que han abierto nuevas líneas que deberán ser resueltas más allá de los límites de esta temporada.

Otra de las novedades y puntos fuertes ha sido la narrativa a base de flashbacks. La primera mitad de temporada ha estado condicionada por los saltos en el tiempo, lo cual ha dado aun si cabe más vidilla a la forma en la que hemos descubierto las principales revelaciones que nos tenía deparadas. Y las alegorías bíblicas del ending –como el éxodo por el desierto y la paloma de Noé volando hacia el horizonte– retratadas con lúgubres retablos medievales le han aportado el toque miseria y calamidad que conforman el empaque de esta cruel historia.

De momento podemos decir que entendemos un poco mejor este universo de los titanes y precisamente esta es la luz que vamos a intentar arrojar en esta review. ¡Comenzamos!

Vídeo 1. Tráiler Tercera Temporada de ‘Ataque a los Titanes’. Youtube: Selectavision.

(Se avecinan spoilers colosales)

La historia de ‘Historia’

Parecía que nadie se había fijado en la cadete graduada en décimo lugar dentro de la promoción 104º del Cuerpo de Exploración, junto a Eren, Mikasa y Armin. Sin embargo, Ymir, otra compañera de promoción, sí lo hizo. Y de una manera, además, que parecía dar a entender que sus sentimientos hacia ella trascendían la pura amistad para convertirse en algo más. A lo largo de la temporada hemos descubierto su pasado en común durante el entrenamiento. Ese que en la primera temporada pareció un suspiro y se centró exclusivamente en nuestros protagonistas alcanzando la madurez. Pero había otros protagonistas, otras subtramas encubiertas. Y la que se estaba cociendo entre estas dos muchachas era más importante de lo que parecía por un doble motivo.

En primer lugar, el origen de Christa, cuyo verdadero nombre es Historia. Algo que no pilló del todo por sorpresa a Ymir, ya que en una de sus pasadas incursiones a Iglesias para robar algo de comida, se enteró por accidente de los turbios motivos que llevaron a una joven de buena familia a enrolarse en el Cuerpo de Exploración. Al parecer, al pez gordo de su padre no le interesaba que su hija ilegítima accediera a su trono. Y ante tal situación, le ofrecieron salvar su vida a cambio de adoptar otra identidad y fortuna más humildes. De este modo fue como en un destino similar al de John Nieve (‘Juego de Tronos’) la cándida muchacha de pelos dorados había acabado de cadete frente a una de las amenazas más peligrosas de su tiempo: los titanes.

Y si bien Ymir salvó a Christa de los peligros que la acecharon y de ella misma –devolviéndole las ganas de vivir y de luchar–, no está muy claro quién salvo en realidad a quién. Porque Historia supo ganarse el corazón árido de esta tosca joven de procedencia desconocida. Y supo comprenderla como ninguno antes, incluso cuando ésta reveló su verdadera condición de titán. Ante los ojos atónitos de todos, Ymir se transformó en una de esas bestias humanoides, aunque su tamaño era más pequeño que la media. Gracias a su intervención, pudieron salir vivos de la fortaleza al sur del muro cuando estaban rodeados por una horda de titanes furiosos que habían sido dirigidos contra ellos por el Titán Bestia.

Aquella revelación ponía de manifiesto que no sólo Eren y Annie tenían la capacidad de convertirse en titanes. Y por consiguiente, podría haber otros tantos como ellos infiltrados entre los humanos. Pero, ¿cuántos? ¿Decenas? ¿Cientos? Y otro apunte importante: Ymir resultó ser el mismo titán que devoró a uno de sus compañeros cadetes en la pasada temporada. Reiner y Bertholdt no pasaron por alto este detalle. Pero pronto ya nada de eso importaría.

¿Titanes antes que compañeros?

La expedición hasta el sótano del padre de Eren en el Distrito Shiganshina, truncada por la aparición del Titán Hembra, se vio de nuevo pospuesta por la aparición de titanes en el interior del Muro Rose. Eso implicaba que los gigantes habían vuelto a conseguir abrir una brecha y, de confirmarse, podría ser el principio del fin para la humanidad. La pérdida de territorios suponía también una pérdida de recursos y todo lo que eso conlleva: hambrunas, epidemias, devastación…

El primer paso era inspeccionar el muro palmo a palmo y descubrir el punto de entrada de los titanes. Sin embargo, la búsqueda no fue fructífera. Aparentemente el muro estaba intacto. Aunque había un misterio en torno a esa barrera de piedra que la Iglesia del Muro quería esconder a como diera lugar. Por ello, Hange se llevó consigo al pastor Nick para sonsacarle la verdad. Tal vez el estar expuesto en primera fila a los horrores de la barbarie titánica hiciera tambalearse sus cimientos. Más allá de una parálisis provocada por el miedo, lo único que quedó en claro es que en el interior de los muros había una sorpresa. ¿Titanes? Una brecha lo había evidenciado. A través de ella se vislumbraba medio rostro bobalicón de uno de estos seres, al parecer, emparedado en el interior del único medio que protegía a la raza humana de su exterminio. Dulce ironía. Pero la confirmación llegó al analizar una muestra del cristal en el que Annie Leonhardt se protegió cual crisálida antes de ser apresada. Era de la misma constitución que el material del muro. Esto significaba que la barrera estaba hecha a base de titanes fosilizados. ¿Cómo era eso posible?

El pastor no estaba dispuesto a revelar ninguna información. Ni él ni ningún otro, ya que se debían a la voluntad de un ser superior. Aunque no aclaró si se trataba de una deidad, sí reveló un dato prometedor. El nombre de la persona que conocía la verdad y a la cual se les había encomendado vigilar: Christa Renz.

Sin duda esto supuso un gran hallazgo, pero lo peor estaba por llegar. Una vez reunidos todos en el muro Rose, tanto la avanzadilla como la cuadrilla de retaguardia, de repente, como si un golpe de calor hubiera acabado por derretir los sesos de Reiner, éste empezó a delirar una especie de proposición hacia Eren, invitándole a ir con él y con Bertholdt hasta su verdadero hogar. La proposición era hacia el titán Eren. Y mientras Bertholdt lo miraba atónito, Reiner le reveló como si nada sus verdaderas identidades: ¡ellos eran el Titán Colosal y el Titán Acorazado!

Eren tuvo que hacer un tremendo esfuerzo de contención –porque ya sabía de antemano la verdad y el reencuentro precisamente había sido organizado para darles caza– mientras disimulaba y hacía ver que no se creía los disparates de su compañero. Al cual, despreció explicándole que de ser cierta esa información no pensaría que se iba a ir con él como si tal cosa. Tal vez esto fuera un ligero atisbo de verdad.

Pero fue suficiente para que Reiner tomara una decisión. Y así fue como el Titán Acorazado y el Titán Colosal reaparecieron nuevamente después de tantos años. Su objetivo: secuestrar a Eren. Querían llevárselo con ellos a su hogar, mucho más allá de los límites de los muros. Y en esa empresa Ymir se alió a última hora. Con lo cual, a pesar de estar preparados, a pesar de los desvelos de Mikasa por impedírselo y a pesar de que el titán Eren se entregara en cuerpo y alma –aprovechando la técnica de lucha que la propia Annie le enseñó en el pasado– para acabar con los autores indirectos de la muerte de su madre, éstos se lo llevaron inconsciente en su forma humana.

Pero no huyeron muy lejos. Necesitaban parar hasta la noche, cuando podrían continuar la marcha sin la molestia de ser perseguidos por otros titanes. Además estaban agotados por la lucha sin cuartel que acababan de llevar a cabo. En este parón, Ymir y sobre todo Eren aprovecharon para interrogar a Reiner y Bertholdt. ¿Cómo podían mirarles a la cara después de todo este tiempo sabiendo del horror del que habían sido partícipes? ¿Cómo podían haber compartido cama, juegos y risas con Eren después de haber provocado la muerte de su madre?

En la cara de Reiner se hallaba la respuesta: su psique se había partido en dos, de forma que se comportaba como dos dualidades distintas. Así se protegía de las atrocidades que su otro yo había perpetrado, como si fuera otro el que las hubiera cometido. Una especie de reseteo emocional que le permitía olvidar y dejar todo atrás para seguir viviendo. Pero eso se había acabado. Ya no hacía falta exterminar a esa parte de la humanidad si con ello conseguían llevar de vuelta a casa a Eren.

El Titán Bestia, un tanto desaprovechado

Y claro, Eren no estaba por la labor. Él solo veía venganza aunque no fuera capaz de llevarla a cabo. No sabía si era por el cansancio o qué tipo de bloqueo emocional le tenía preso, pero no era capaz de transformarse en titán.

Mas no hizo falta porque pronto la caballería llegaría con refuerzos. Sus compañeros les habían estado siguiendo la pista y sabían dónde habían recalado para descansar. Debían darles caza antes del anochecer porque si no sería muy difícil controlarles. Así que acudieron puntuales a la cita.

El embrollo que se organizó fue brutal: por un lado, el Titán Acorazado protegía con su puño a Bertholdt y Eren, impidiendo cualquier acceso por parte de Mikasa y los demás; por el otro, los soldados del Cuerpo de Exploración volando con sus equipos alrededor de esas moles como si se trataran de molestas moscas a la que había que quitarse de encima con manotazos. Y en medio de todo ese caldo de cultivo, el resto de titanes intentando pillar lo que pudieran cual bestias carroñeras.

Pero en un descuido de Bertholdt –azuzado por Armin, al decirle que Annie estaba siendo torturada–, Eren fue liberado. El siguiente paso fue salir corriendo de allí antes de que el Titán Acorazado se librara de todos los titanes que lo tenían agarrado. Pero no iba a rendirse tan fácilmente. Así que no se le ocurrió otra cosa que arrojarles titanes mientras huían. Y en medio de todo ese caos, Mikasa y Eren vieron una aparición: el titán que había asesinado a su madre años atrás se acercaba peligrosamente a ellos.

Sólo Eren sabe lo que se le pasó por su mente, pero podemos hacernos una idea al verle casi amputarse la mano a mordiscos, intentando activar su poder de titán para dar muerte al verdugo que decapitó a su madre. Mas seguía bloqueado y cada vez más hundido. Si no podía vengar a su madre y proteger a Mikasa, nada de lo que había hecho en los últimos años tenía sentido. En ese momento, Mikasa le habló como nunca y le dio las gracias por todo lo que había hecho por ella, incluyendo darle la simbólica bufanda que siempre llevaba y que le dio las fuerzas para convertirse en la mujer luchadora que era. Ese fue el revulsivo que hizo despertar un nuevo poder en Eren. Si no podía convertirse en titán era porque algo se estaba fraguando en su interior. De repente, los titanes aledaños corrieron a devorar al titán al que estaba mirando Eren, como si todos ellos fueran dirigidos por este.

A lo lejos el Titán Acorazado se lamentaba de que aquel poder fuera precisamente controlado por alguien como Eren. De todas las posibilidades, era la que peor se le podría ocurrir. Lo cual nos lleva a la irrefutable cuestión de que hay una diferencia entre estos titanes especiales –Colosal, Acorazado, Hembra– y los titanes normales. No actúan en bloque ni unidos por una misma causa. Estos últimos actúan por libre. Hasta ahora, que Eren ha descubierto como controlarlos.

A todo esto hay que añadir la teoría arropada por Conny, otro de los compañeros de promoción de Eren. Al visitar su pueblo natal, arrasado por los titanes, no vieron ningún cadáver. Y curiosamente este ataque coincidió con la aparición de los nuevos gigantes. Además, en su hogar un titán mujer descansaba sobre los escombros sin poder moverse y, al quedarse mirando fijamente a Conny, éste no pudo evitar acordarse del semblante de su madre. ¿Cabría la posibilidad de que los paisanos de Conny hubieran sido transformados en estas criaturas por medio de alguna extraña mutación? Esto explicaría el resurgir de los titanes en esas tierras sin romper el muro. Pero ¿quién sería capaz de llevar a cabo algo así? Pues el Titán Bestia, está claro.

Un titán que nos impresionó en el primer episodio de esta tanda por su capacidad de hablar y las capacidades que podía ejercer sobre otros titanes. Además, le vimos trepar por los muros como si nada, y dirigiendo el ataque de los titanes en la fortaleza de la torre. No creo que le hiciera mucha gracia ver desde la lejanía cómo el Titán Colosal y Acorazado fracasaban en su misión de volver con Eren. Pero, un momento, ¿quién es el que está en su hombro? ¿Puede ser el padre de Eren? ¿Es posible? ¡Claro que lo es! Al fin y al cabo éste se marchó de viaje antes del ataque al pueblo y nunca más se supo de él. Sus trabajos en ese extraño laboratorio suyo del sótano –que a buena cuenta habrían tenido como conejillo de indias a su hijo– cada vez tienen más pinta de estar relacionados con las nuevas capacidades de Eren pero también de las de sus compañeros. Máxime cuando el Titán Bestia le pregunta ‘¿aún no?’

Es una pena que el Titán Bestia haya permanecido la mayor parte de esta temporada en la sombras, aunque cumpliendo su labor en todo momento. A buen seguro si no hubiera sido por los hilos finamente movidos desde la trastienda muchas de las tramas no se hubieran puesto en marcha. Confiamos en sus posibilidades para el nuevo periplo donde habrá mucha tela que cortar: Ymir, Reiner y Bertholdt huyeron con vida y todavía desconocemos cómo se convirtieron en titanes; Mikasa casi se declara a Eren en ese alegato final, ya veremos si su romance juvenil avanza por buenos derroteros; y por supuesto, queda pendiente cómo reaccionarán las autoridades cuando se enteren de que uno de los miembros de su división militar puede controlar a las horribles bestias que llevan convirtiendo sus vidas en un infierno desde tiempos inmemoriales. Esto podría dar un vuelco a la partida y suponer el fin de los titanes. Pero para prestar batalla ya están el Titán Bestia y el padre de Eren, quienes parecen tener preparada una revolución biológica de las razas. ¿Qué cara se le quedará a nuestro héroe cuando vea que su padre está metido en el ajo?

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