'Better call Saul' 1X04 Review: el héroe de Albuquerque

Por Silvia MartínezSilvia Martínez

Las altísimas expectativas generadas alrededor de la nueva ficción del creador de ‘Breaking Bad’ han conseguido no defraudar a los espectadores: ‘Better Call Saul’ casi alcanza el ecuador de su primera temporada sin bajar ni un ápice su nivel de calidad. Y mira que eso es difícil, más aún cuando se trata de un spin-off.

Muchas han sido las series que han empezado con pilotos buenísimos y han ido decayendo abocadas a la cancelación. Otras, por las que nadie pondría la mano en el fuego, han ido aumentando su calidad y consolidándose en el panorama seriéfilo. ‘Better Call Saul’, en cambio, empezó con un gran piloto y, lejos de decaer, su calidad va en aumento conforme avanza la trama.

Tú sí que sabes, Gilligan.

(¡Cuidado SPOILERS!)

“S’All Good, Man”

En uno de esos flashback con los que los capítulos suelen dar inicio, nuestro Jimmy camina junto a un simpático personajillo – que más o menos nos ayuda a hacernos una idea de la vida que llevaba Jimmy antes de ser encarcelado –, con lo que, por su manera de hablar, parece una merlucilla similar a la que Rita Barberà llevaba en la Cridà del pasado fin de semana. Viva el Beefeater.

Y claro, ya se sabe que si uno va contento las tonterías están a la orden del día y ahí estaban los dos aullándole a la luna cual hombres lobo en París, cuando al susodicho colega le da por preguntarle a Jimmy cuál es su nombre. Que no se acuerda, dice. Normal.

Y es ahí cuando a Jimmy se le ocurre su “It’s all good, man”, que abreviado sería el título de este apartado y que, pronunciado, suena algo así como ‘Sol Gud, Man’. O lo que es lo mismo: Saul Goodman. Me cuesta pensar cómo será el doblaje de este chiste.

Además de saber de dónde le vendrá la idea para crear posteriormente su nueva identidad, en este capítulo descubrimos también cómo solía ganarse la vida anteriormente el bueno de McGill: timando a personajillos/ladronzuelos haciéndoles creer que roban carteras y Rolex a ricachones borrachos agonizantes que cantan melodías que en principio nos parecen el ritmillo de McConaughey y DiCaprio en ‘El Lobo de Wall Street’, pero que luego vemos que se trata de una merlaversión de ‘Smoke on the Water’ de Deep Purple. Acto seguido, se reparte el botín con la persona en cuestión cediéndole gentilmente el Rolex a cambio del dinero de la cartera y un pequeño extra. Esto último era obvio, si no ¿dónde está la ganancia?

Si este país sigue así, dentro de nada seré yo quien se dedique a este negocio. Lo veo bastante bien montado…

El abogado de las personas culpables

Recordemos que en el anterior capítulo, “Johnny” McGill descubría a los Kettleman con las manos en la masa...y en la pasta. Lógicamente, el matrimonio suplica y vuelve a suplicar a Goodman que si les delata, no diga que ha visto su dinero. Según ellos es un dinero conseguido de manera justa porque “Craig ha trabajado mucho sin cobrar lo que merecía”. Supongo que lo mismo que pensaría Bárcenas.

Tal es la desesperación que hasta le ofrecen un suculento soborno a nuestro honrado jurista con tal de comprar su silencio. Él habría preferido que lo contrataran como abogado porque no es hombre de sobornos y tomarse el dinero como un adelanto, pero la idea no cuaja porque en palabras de Betsy “él es la clase de abogado que contrata la gente culpable” – y se queda tan ancha. Sí señora –. Pero claro, las tentaciones son muy malas y más cuando vives en un local tailandés de uñas postizas.

Azul Hamlindigo

Y ahí tenemos a James M. McGill en su despacho-cuchitril tratando de buscarles una excusa honorable a sus recién obtenidos 35.000 dólares: tasas de búsqueda, de comida, de desplazamiento…Pobre pero honrado, ante todo.

A la mañana siguiente, como todo humano que gana un pellizquito en la lotería o donde sea que lo gane, McGill decide invertir algo de su dinero en un buen traje. Ese traje que luego te servirá para bodas, bautizos, comuniones, funerales…Todo hombre debería tener uno de esos en su armario, dicho queda. Saul no iba a ser menos, y allá que va él a un sastre especializado para hacerse con el suyo. Y, de paso le echa un ojo a las camisas de colores tan discretos como el naranja, por ejemplo. Un naranja que nos recuerda mucho al Saul Goodman que conocimos en ‘Breaking Bad’.

Mientras tanto, en el despacho de Hamlin & McGill el propio Hamlin le pide a la rubia jurista amiga de Saul – que previamente le ha pedido algo así como una cita a su contestador telefónico – que le acompañe a dar un paseo para mostrarle lo que parece una nueva valla publicitaria de su bufete. Oh, esperad: No es de su bufete, ¡es de James M. McGill!, ahora transformado en una especie de clon del susodicho Hamlin utilizando incluso sus colores corporativos, de donde por supuesto destaca el ‘azul hamlindigo’. El post-cabreo era de esperar.

Y la citación judicial para un careo que lograra que James retirara la valla publicitaria, también.

Con lo que he ahorrado yo para esta valla...

Más cabreado que Hamlin y lleno de impotencia y desesperación, Jimmy empieza a contactar con todo periodista viviente para que la noticia de la supuesta injusticia que HHM ha cometido contra él, se haga pública. Extrañamente, la gran mayoría pasa olímpicamente de él y no le deja ni explicarse. Si me hubieras llamado a mí, Goodman, esto no te habría pasado.

Pero bueno, suerte que hay alguna otra alma caritativa que también está dispuesta a ayudarle a filmar unas declaraciones en el mismo momento que su valla publicitaria está siendo retirada. Y como dice la Ley de Murphy: si algo puede salir mal, saldrá mal.

¿Qué podía salir mal en esa ocasión? ¿Que se le olvidaran las palabras a McGill? ¿Que su pelo no estuviera lo suficientemente arreglado? ¿Que el operario que le retiraba la valla publicitaria resbalara y estuviera a punto de no contarlo? En efecto, la respuesta correcta es la C.

Aunque Saul no se considera un héroe, en esta ocasión el abogado se convierte en la persona más valiente de todo Albuquerque cuando, olvidando que podría ponerse en peligro, corre a ayudar al buen hombre colgado de un arnés que podría fallar en cualquier momento.

Todo el mundo está mirando y, aunque los móviles de hace diez años no eran de tanta calidad como los de ahora, buena parte de los allí presentes intentaba también inmortalizar el momento en sus teléfonos. Los cámaras que sí había conseguido contratar Goodman, también.

Et voilà! Ahí tenemos a Goodman en todas las televisiones, periódicos y radios de Albuquerque coronado como todo un héroe por haber arriesgado su vida en pos del hombre colgado.

Qué casualidad que justo mientras grababa su autodefensa, el hombre resbalara, ¿no? O eso piensa al menos Hamlin, que no puede disimular su enfado al verlo por televisión.

De momento, la única persona que no tiene ni idea de que James M. McGill es el héroe local es su hermano, Chuck, a quien Jimmy ha preferido ‘ocultar’ la realidad llevándole a casa todos los periódicos menos el local. “No han debido de acordarse”, dice.

Pero ay, Jimmy, Jimmy: tu hermano es más listo de lo que crees…y por segunda vez acabas de hacer que se enfunde en su manta espacial, esta vez para correr hacia la calle y coger el primer ejemplar del Metro New Mexico que se le pase por delante. No ganas para disgustos con tu hermanito, ¿eh Chuck?

El martes que viene veremos qué tal se ha tomado Chuck McGill el enfrentamiento entre su bufete y su hermano.

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